El marketing es un recurso que en no pocas ocasiones acaba teniendo más importancia que la calidad real de una película a la hora de dictaminar su éxito. Por desgracia, en España es un arma que suele usarse muy poco, confiándolo todo a que el boca a boca sea suficiente para que su paso por cines sea más longevo. Es cierto que a veces funciona e incluso da pie a éxitos muy destacables, pero lo más habitual es que su recaudación ni se acerque a su coste real.
Ese no ha sido el caso del cine dirigido por J.A. Bayona, ya que sus tres películas han venido acompañadas de ruidosas y muy efectivas campañas de promoción lideradas por Mediaset. El último ejemplo es el de ‘Un monstruo viene a verme’ (‘A Monster Calls’), un drama fantástico que ha hecho llorar a muchos, pero que conmigo ha fracasado con estrépito por la multitud de torpezas emocionales en las que incurre y que hace que caiga en lo que yo veo como sentimentalismo barato.
Triste indiferencia
Uno de los detalles más comentados durante la campaña de promoción de ‘Un monstruo viene a verme’ es que se trata de una película con la que seguro que acabarás llorando, proyectando la sensación de que debes tener un corazón de hielo si acabas saliendo de la sala sin haber utilizado pañuelo alguno. Es, sin duda, un mecanismo un tanto rastrero para influir en nuestra forma de enfrentarnos a ella y en algunos casos lo que hace es hasta despertar cierta antipatía hacia ella.
Por mi parte, estuve fuera de España cuando la campaña promocional brilló con mayor intensidad, por lo que simplemente tenía curiosidad hacia ella, pues lo poco que había visto de ella me hacían pensar en algo bastante más estimulante que la pornografía emocional que Bayona nos coló con ‘Lo Imposible’. Así fue, pero no tengo claro que el cambio haya sido a mejor, pues el sentimiento primordial que me despertó la película fue el de la indiferencia.
No cabe duda que el relato está planteado de una forma en la que lo único que realmente interesa en términos narrativos es cómo Conor -correcto Lewis MacDougall- lidia con el dolor consecuencia de que su madre padezca una enfermedad en la que todo apunta a que no podrá recuperarse. Todos sabemos perfectamente cuál es el punto de llegada -y el momento en el que la historia te pide abiertamente que llores-, así que lo realmente importante para que el espectador conecte con la película era la forma de llegar a él.
Bayona opta por seguir un camino similar al empleado por Guillermo del Toro, que curiosamente fue uno de los productores de ‘El Orfanato’, en la magistral ‘El laberinto del fauno’ para ello, combinando la realidad más dura con un toque mágico vistoso y un tanto retorcido. El problema es que el cóctel nunca funciona, dejando al descubierto todas sus debilidades. Que lo primero suceda se puede llegar a casi perdonar -hace bien poco le pasó a un más o menos aceptable thriller que sería mucho mejor de no jugado con demasiadas cosas-, pero lo segundo ya no.
Por un lado tenemos que Conor no sólo ha de enfrentarse a la enfermedad de su madre, sino también al bullying que sufre en la escuela en una trama un tanto chapucera que jamás es explicada de forma satisfactoria -acaba pareciendo poco más que una forma gratuita de añadir más sufrimiento al protagonista- y que encima se resuelve de forma frustrante y un tanto difícil de explicar. Seguro que en la novela de Patrick Ness estaba mejor explicado, pero aquí no aporta nada más que ensañamiento tal y como está expuesto.
’Un monstruo viene a verme’, la lágrima por encima de todo
Además, Bayona se olvida de transmitir al espectador esa fuerte conexión con su madre -desaprovechada Felicity Jones, quien, eso sí, realmente da la sensación de creerse a su personaje- más allá de la sobrecarga de intensidad de alguno de los encuentros de Conor con ella. Resulta sencillo confiarlo todo a que sea el público quien refuerce ese vínculo a partir de sus propias emociones, pero la película en sí misma peca de una alarmante superficialidad prefabricada que provoca la aparición del sentimentalismo barato, echando así por tierra la fuerza que pudieran tener escenas aisladas.
Eso también afecta a las relaciones de Conor con el resto de personajes, siendo especialmente molesto en el caso de su padre -intrascendente Toby Kebbell-, pero afectando también de notable a su abuela -solvente Sigourney Weaver-. Todo ello provoca que el lado humano de ‘Un monstruo viene a verme’ resulte deficiente más allá del buen acabado técnico y del saber hacer de Bayona para que sea difícil ponerle pegas a su trabajo de puesta en escena. Muy bonito, sí, pero mucho más vacío de lo que aparenta.
Nos quedaba entonces el mundo de fantasía, donde además el acabado formal gana en interés, sobre todo durante las historias que cuenta el monstruo del título. Ahí se logran imágenes de una gran belleza que se acercan mucho a lograr esa seducción emocional que la película busca en todo momento. Además, se introducen pequeños detalles siniestros -aunque muy lejos de los que había en ‘El laberinto del fauno’- que ayudan a sacarla de ese peligroso sentimentalismo barato.
El problema es que la unión entre realidad y fantasía tampoco llega a cuajar, dejando en aciertos aislados los encuentros de Conor con el monstruo -impecable el trabajo vocal de Liam Neeson y excelente tanto su diseño como su ejecución-. De hecho, su última escena juntos debería ser el punto álgido emocional de la película y todos los esfuerzos acaban cayendo en saco roto. Puedo entender que la gente llore ahí, pero conmigo el fracaso creando un vínculo había llegado a tal punto que simplemente todo me daba igual.
A partir de ahí, un desfile de escenas pensadas para mantener al espectador llorando hasta que salgan los títulos de crédito. No caeré en el error de decir que lo logrará con el público menos exigente -un error que cometen algunos críticos para situarse ellos en una posición de muy discutible superioridad-, pero sí que me cuesta asimilar cómo puede emocionar a alguien una historia planteada de una forma tan esquemática y evidente que además no logra integrar de forma satisfactoria su toque fantástico. Lo que me dolió fue eso y no ver a un chaval pasándolo mal.
En definitiva, ‘Un monstruo viene a verme’ es una propuesta muy solvente en lo técnico y cuenta con varias escenas con una innegable fuerza visual. Donde sí veo una cinta muy inferior es en la vertiente emocional, esa que, obviamente depende mucho de cada persona, domina toda la función y que se basa en una exposición de los acontecimientos tan floja que simplemente acabé no sintiendo nada. De poco me sirve todo lo demás si buscas provocar una reacción y sólo consigues indiferencia.
Críticas adicionales en Blogdecine:
- ‘Un monstruo viene a verme’, un bonito cuento triste (por Juan Luis Caviaro)
- ‘Un monstruo viene a verme’, catarsis por inducción (por Jorge Loser)
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