'Un lugar donde quedarse' es el título con el que han decidido estrenar en España la última película del siempre interesante Sam Mendes, uno de los directores más prestigiosos y respetados del planeta, tras haber filmado obras del calibre de 'American Beauty' (su debut, premiado con cinco Oscars) o 'Camino a la perdición' (una de las mejores películas de cine negro de las últimas décadas). En su nuevo trabajo, el inglés vuelve a retratar la vida de una joven pareja, si bien con un tono muy diferente al de su anterior largometraje, la devastadora 'Revolutionary Road' (estrenada a principios de año en nuestro país).
De este modo, aunque sería discutible si en realidad no tienen más problemas, el drama de Burt y Verona, los protagonistas de 'Un lugar donde quedarse' ('Away We Go', 2009), está narrado de forma más alegre, con más humor, sin que por ello el cineasta abandone nunca su mirada crítica sobre la sociedad, sus reglas, y sus integrantes. A diferencia de lo que ocurría con los Wheeler (el matrimonio interpretado por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en 'Revolutionary Road'), en el túnel que deben recorrer Burt y Verona hay luz, hay esperanza. Por más que el mundo sea un lugar desagradable lleno de problemas y personas egoístas, ellos no olvidan que se aman, y que los dos quieren lo mismo: criar a su futuro hijo de la mejor forma posible.
Pero claro, también es otra época. Y Mendes lo retrata muy bien. Los Wheeler vivían en los 50 y la sociedad de ese momento aspiraba a otras cosas; a una gran casa en un buen barrio, a formar una familia numerosa, a tener un buen coche y unos altos ingresos para toda la vida, a que él trabaje y ella se quede en casa, cuidando el hogar, etc. Cuando los Wheeler logran esto, se dan cuenta que no es lo que querían de verdad, y cuando quieren escapar ya es demasiado tarde. Burt y Verona, que para empezar no están casados (ella se opone, por una perfecta razón), no tienen casa propia, no tienen sueldos altos ni un trabajo seguro, y el embarazo les llega, claro, de improviso, sin haberlo planificado. La vida de la joven pareja actual es inestable, una completa ruina, en comparación con la de hace décadas, pero no está unida por lazos superficiales, está más allá de las apariencias y las formalidades.
La cuestión es que, además de que la década de los cincuenta es más atractiva que la actual, la bondad y los buenos sentimientos no queda tan bien en la pantalla. O al menos, a Mendes no se le da tan bien mostrarlos. Que Burt y Verona se amen durante toda la película y no tengan grandes conflictos por delante arruina un poco la película. 'Revolutionary Road', más triste, amarga y trágica, se disfrutaba muchísimo más, emocionaba y alteraba en cada secuencia. 'Un lugar donde quedarse' entretiene, se ve con una sonrisa y hace reflexionar, pero no hay nada en ella realmente poderoso, algo que la haga especial y que justifique tanto su realización como su visionado.
Claro que John Krasinski y Maya Rudolph tampoco son DiCaprio y Winslet. No lo hacen mal, ni mucho menos, interpretan estupendamente sus respectivos papeles, pero no son actores de un talento desbordante, como sí lo son los otros dos. De todas formas, el primer problema es que el guión escrito por Dave Eggers y Vendela Vida es muy blando, muy esquemático, e incapaz de abordar con profundidad las diferentes situaciones que plantea. Las parejas que vamos conociendo durante el viaje de los protagonistas en busca de ese lugar donde quedarse (donde criar a su primer bebé), están compuestas por personajes artificiales y exagerados, no por personas reales con conflictos de verdad, que posibiliten una verdadera reflexión sobre los temas del film (la vida en pareja, la madurez, la paternidad, los sueños rotos, la vejez).
No digo que nosotros no estemos rodeados de personas tan extravagantes como los padres de Burt (Jeff Daniels y Catherine O'Hara) o esos locos que creen que las sillitas para niños son objetos demoníacos (Maggie Gyllenhaal y Josh Hamilton), pero cuando planteas la narración de una historia, especialmente en una película, debes pensar en una dirección, y en los acontecimientos que verdaderamente pueden ayudarte a contar esa historia, los personajes y las anécdotas que son realmente importantes. La inseguridad y la paternidad son grandes temas, pero hay que afilar bien el guión. Si no, te queda algo vago, descafeinado, sin un rumbo claro y unos protagonistas (ya sean principales o secundarios) sin chispa, poco interesantes. Mendes filma con su habitual talento y elegancia, pero lo que muestra la cámara no resulta tan fascinante como para quedarse mirando. Junto a 'Jarhead', ésta es su película más vaga e intrascendente.
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