Al hablaros sobre ‘Un amigo para Frank’ (‘Robot & Frank’, Jake Schreier, 2012) os comentaba mis impresiones sobre los crowd pleasers, esas películas encaminadas a gustar a la mayor cantidad de público posible. Se da la curiosidad de que suelen películas con presupuestos moderados o incluso bajos y que nunca gozan de una distribución que pueda rivalizar con la de cualquier blockbuster, pero cada año aparecen varias que consiguen convertirse en un éxito dentro de sus limitadas aspiraciones comerciales. Una de las claves para ello es lograr que el espectador acabe sintiéndose mejor consigo mismo y la vida en general que cuando había empezado a ver la película en cuestión.
La comedia romántica es uno de los subgéneros que mejor se prestan a convertirse en crowd pleasers, ya que sólo suele ser necesario un aire indie y un guión repleto de diálogos aparentemente trascendentales normalmente elevados por el trabajo de los actores. Pudiera parecer que es algo que me molesta, pero lo cierto es que no, ya que a veces sirve para darnos pequeñas e inesperadas alegrías como ‘Un invierno en la playa’ (‘Stuck in Love’, 2012), la ópera prima de Josh Boone que llega mañana a los cines de toda España, tres semanas antes de que tenga lugar su estreno oficial en Estados Unidos.
La cara amable del amor
No es inhabitual que una película cambie casi a última hora de título, habiendo a veces diferencias tan abismales como las que pueden darse en sus nombres españoles. Es así como ‘Writers’ acabó convirtiéndose en ‘Stuck in Love’ en Estados Unidos, aunque aún más llamativa es su conversión en ‘Un invierno en la playa’ en nuestro país. El primero alude a la profesión de varios de los protagonistas, el segundo a su situación sentimental y el que nos ha llegado aquí sigue la línea de ‘Stuck in Love’ pero de una forma más poética y centrándose en exclusiva en el personaje interpretado con notable soltura por Greg Kinnear —la imagen que encabeza este párrafo aclara cualquier duda al respecto—. Son pequeñas variaciones que también caracterizan al tratamiento que la propia película hace de un tema tan complejo como es el amor.
El propio Josh Boone escribe también el guión de ‘Un invierno en la playa’, siendo innegable que quiere trazar una línea inequívoca entre la situación sentimental de tres de sus protagonistas y sus habilidades como escritores: El marido abandonado por su esposa que ha sido incapaz de empezar relato alguno desde lo sucedido —prometió esperarla y parece ser lo único capaz de hacer—, la hija cínica y un tanto promiscua que recurre a esas mismas armas en lo que va a ser su primer libro publicado —deja bien claro a los chicos que sólo quiere follárselos y luego si te he visto no me acuerdo— y el adolescente inexperto con una imaginación desbordante pero dudas sobre la conveniencia de dar a conocer su obra —algo ya patente en la escena en la que ha de leer un poema en clase, diciendo sentir humillado por tener que hacerlo—.
Los altibajos de sus relaciones no dejan de estar estudiados al dedillo —hasta la situación más dramática, que se ve venir a la legua que va a acabar sucediendo tarde o temprano y Boone quizá es demasiado evidente en darnos pistas al respecto— para conseguir extraer de sus personajes la misma conclusión: El amor puede doler, pero al final no existe nada que merezca tanto la pena. Boone opta por subrayar este hecho a través del uso de temas musicales que sirvan para reforzar su tesis, siendo su mayor acierto una escena en la que incurre en ello mientras paralelamente nos muestra la evolución de la cita de uno de los protagonistas y la decisión que acaba tomando. Por lo demás, se echa hacia atrás y deja que sean los actores quienes hagan mejor de lo que es a su libreto.
Una plácida y reconfortante superficialidad
Son incontables las películas que han centrado su discurso en el amor, pero son muy pocas las que realmente ha conseguido trascender las limitaciones del medio cinematográfico para realmente ofrecernos algo que realmente las singularice. ‘Un invierno en la playa’ juega con la idea de dar más de lo que realmente ofrece, pero lo hace sin resultar pretenciosa u ofensiva a la inteligencia. En líneas generales se manipula con talento las emociones del espectador, sólo traspasando lo permisible en el tramo final, donde el típico aluvión de optimismo hace acto de presencia para dejarnos con buen cuerpo. Y la cuestión es que lo consigue, tanto en la secuencia final como en ese pegote narrativo que es la llamada telefónica que recibe uno de los protagonistas.
Una de sus grandes bazas es la cercanía y credibilidad que transmite su reparto, donde no hay un personaje que destaque sobremanera sobre el resto como sí sucedía en ‘Las sesiones’ (‘The Sessions’, Ben Lewin, 2012), otra cinta al que la etiqueta de crowd pleaser le viene como anillo al dedo. Y es que ‘Un invierno en la playa’ es un esfuerzo coral en el que todos los intérpretes con un personaje con cierto peso brillan en su papel, quizá con la excepción de Liana Liberato porque el suyo está un tanto desdibujado, algo que también le pasa al de Kristen Bell, pero la protagonista de ‘Veronica Mars’ (2004-2007) consigue superar esas limitaciones y estar a la altura del resto del reparto.
Resulta agradable ver que a la bella Jennifer Connelly no le ha caducado el talento —algo que empezaba a temer—, observar la naturalidad y frescura de Lily Collins en un personaje más completo de lo aparente a simple vista, que Logan Lerman tiene mucho más que dar de sí de lo que había demostrado hasta ahora —y no, no me olvido de ‘Las ventajas de ser un marginado’ (‘The Perks of Being a Wallflower’, Stephen Chbosky, 2012), un crowd pleaser un tanto sobrevalorado— y que el desconocido Nat Wolff consigue sostener el personaje más peligroso a la hora de la aparición de posibles fisuras en el relato. Además, todos irradian encanto, algo clave para conseguir la empatía del espectador, incluso cuando éste es consciente de los mecanismos que se están usando para forzar ésta hasta cierto punto.
‘Un invierno en la playa’ es una buena comedia romántica y un crowd pleaser aún mejor, algo en lo que resulta básico el buen hacer de su reparto. No pasará a la historia —y tampoco debería hacerlo—, pero sí que permitirá pasar un rato agradable a todos los amantes de este tipo de historias y quizá también a los que no lo sean.
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