Valeria Bruni-Tedeschi nunca ha tenido que pelearse por no estar a la sombra de su hermana modelo / cantante / ex-Primera Dama de Francia Carla Bruni, porque siempre supo destacar por sí misma, primero como actriz y luego como directora. Aunque no podemos decir que lo haya hecho separando su vida personal de la profesional, porque en cierto modo no lo ha hecho, y es que sus tres largometrajes como directora son tan autobiográficos que hasta se da a entender que Valeria utiliza el cine como terapia.
'Un castillo en Italia' ('Un château en Italie', 2013) es su tercer largometraje como directora y se puede decir que es el tercer capítulo de su vida. El primero fue 'Es más fácil para un camello' ('Il es plus facile pour un chameau', 2003), sobre la relación con su hermana y la inminente muerte de su padre; a esta le siguió 'Actrices' (id, 2007), sobre una actriz que acaba de cumplir los cuarenta que se enamora de un actor más joven y en 'Un castillo en Italia', se enfrenta a la pérdida de parte del patrimonio familiar y a sus ganas de maternidad.
La terapia de Valeria Bruni-Tedeschi
Si a alguno le da por conocer un poco la vida de Valeria Bruni-Tedeschi, se dará cuenta de que 'Un castillo en Italia' está muy inspirada en su vida de actriz de familia aritócrata italiana. Y es que la actriz y realizadora siempre se basa en sus propias experiencias para escribir su cine, de forma casi literal. Tanto, que parece que lo utilice de forma terapéutica para superar traumas o relaciones.
Así, en su tercer largometraje como directora nos presenta a Louise, una actriz de cierta fama de 43 años que vive a caballo entre París y el castillo familiar en el norte de Italia. Un buen día conoce a Nathan, un joven actor francés que despierta de nuevo en ella sus deseos de amor y maternidad. Una historia que se entremezclará con la de Ludovic, el amado hermano que se muere de sida en medio del hundimiento patrimonial de la familia.
Aunque el guión pierda interés en alguna ocasión y suceda que la crisis existencial deje de interesarnos o las relaciones entre personajes no estén del todo bien desarrolladas, lo más interesante de 'Un castillo en Italia' es ese carácter autobiográfico. Bruni-Tedeschi es capaz de reírse de ella misma y de su vida, convirtiéndo a la cinta en una comedia dramática llena de momentos de humor absurdo —divertidísimos la escena en el convento en busca de fertilidad—, y momentos tiernos y tristes —el baile en el hospital—.
Todo queda en familia
Hablar de uno mismo y sus problemas puede resultar muy fácil porque, al fin y al cabo, es lo que más conoces, pero hacerlo como lo hace Valeria Bruni-Tedeschi acercándose tanto a ella misma y de forma tan personal, aireando su vida privada, no lo es tanto. Quizás es por eso que siempre se rodea de familiares y amigos para que se interpreten a sí mismos.
Mientras ella se reserva su propio papel, de actriz de mediana edad de adorable neurosis; Marisa Borini, su propia madre y uno de los papeles más interesantes y mejor contruidos al tener que lidiar con su hija neurótica, la enfermedad de su hijo y la pérdida del patrimonio familiar; o Louis Garrel —dejadme que babee un poco aquí—, ex en la vida real y aquí, riéndose de sí mismo como actor de casta cinematográfica francesa que se enamora de una actriz madura.
'Un castillo en Italia' termina siendo una interesante propuesta con la seña ya característica y personal de su directora que, aunque a veces nos aburra, consigue llamar nuestra atención con su forma de narrar, sus interpretaciones, su sentido del humor y su crisis existencial de mujer en los 40. Y aunque quede mal decirlo, adentrarnos en la vida real de la directora —ficcionada, eso sí—, da algo de morbillo.
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