'Un buen partido', un italiano vs. Hollywood

A veces pienso que uno de las grandes cinematografías más desconocidas por buena parte de la cinefilia que presume de serlo es la italiana. Si jugáramos al siempre estimulante juego de las comparaciones ni el mismísimo Berlanga se salvaría de la quema; no hay más que echar un vistazo —lo de embutirse en ello ya responde a las inquietudes de cada cual, y me consta que en muchos de los casos que conozco esas inquietudes son equivalentes a cero— a la producción de Italia en las décadas de los 60 y 70. No es cuestión ahora de citar los nombres y nombres de grandes realizadores italianos —apuntad sólo uno: Valerio Zurlini— porque de quien quiero hablar, Gabriele Muccino, tampoco resistiría la comparación y eso que comparte con ellos nacionalidad.

Sin embargo la obra que Muccino realizó en su país de origen es de lo más estimulante, con películas tan acertadas como 'El último beso' ('L'ultimo bacio', 2001), de la que Paul Haggis escribió un lamentable remake dirigido por Tony Goldwyn, o 'Ricordati di me' (id, 2003), hasta que los éxitos de las mismas llamaron la atención de nuestro querido Hollywood, y desde allí le tentaron a dirigir un par de películas con Will Smith como motor principal, y también generosos esfuerzos por querer ganar un Oscar al mejor actor. Tanto 'En busca de la felicidad' ('The Pursuit of Hapyness', 2006) como 'Siete almas' ('Seven Souls', 2008) son películas inteligentes con una clara tendencia a la emoción mal entendida. Dicho de otra forma, la sensibilidad de Muccino choca de frente con lo que Hollywood entiende por película emotiva, que en la mayor parte de los casos suele ser sinónimo de ñoñería. Pero tras volver a su Italia natal para filmar otra película, lo de Muccino con 'Un buen partido' ('Playing for Keeps', 2012) no tiene nombre.

(From here to the end, Spoilers) Sinceramente no sé qué habrá visto Muccino en el libreto escrito por Robbie Fox, quien llevaba casi diez años apartado del cine. Supongo que tanto alejamiento debe desnetrenar, nunca mejor dicho, a uno, porque la historia de 'Un buen partido' es de las más asquerosamente tópicas que servidor ha visto en muchos años. Y anotemos que el film tenía a simple vista varios puntos atractivos. Uno sin duda es su director, y el otro el más que buen reparto, en el que nos encontramos con las caras de Gerard Butler, quien definitivamente a estas alturas parece haber asimilado su condición de veneno para la taquilla, Uma Thurman, mostrando más que nunca la cantidad de operaciones de cirugía a las que se ha sometido, Catherine Zeta-Jones paseando su madurez, Dennis Quaid haciéndonos olvidar que una vez fue un gran actor, y Jessica Biel dando una lección de contención a todos.

Con ese repartazo y Muccino tras las cámaras no es que uno esperase la quinta esencia de la comedia dramática, pero sí un film digno, lo esperable en su autor. Sin embargo, da igual que en la película haya un rótulo que diga "directed by Gabriele Muccino" porque nada de su sensibilidad, nada de su buen hacer hacen acto de presencia en una película que a los cinco minutos de empezar es todo un canto a lo previsible. Un famoso ex-jugador de fútbol —que en un momento dado hace una referencia basada en una experiencia real del jugador Carles Puyol— vive en la casa de huéspedes de un gran mansión a la espera de una nueva oportunidad de ser alguien como comentarista deportivo. Separado y con un hijo, divide su tiempo en esperar dicha oportunidad, cuidar de su hijo cuando le toca, entrenar al equipo del mismo y acostarse con toda mujer que se le pone a tiro. Si algo muestra la película, aunque no muy bien, es lo seductor que resulta un tipo de vuelta de todo, de aspecto desaliñado y con buena mano para los niños.

¿Conflictos argumentales? El niño que no está lo suficientemente atendido por un padre que prefiere solventar cosas de adultos, una ex-mujer que ve como su ex-marido, al que dejó por inmaduro, empieza a madurar de la forma más sexy jamás vista, un patrocinador extremadamente celoso de la salida de su mujer, una madre muy caliente debido a su mal matrimonio y una presentadora de televisión con muchísimo poder y unas buenas piernas que también necesitan atención. ¿Alguien tiene la más mínima duda o reserva de cómo se desarrollarán y finalizarán los acontecimientos? Y aunque así fuera, dado que la originalidad se acabó con el cine sonoro, todo este material está servido con una tendencia al exceso de lo más extraña, con unos actores que parecen querer emular a las grandes estrellas italianas que convertían la interpretación en un arte que salía del alma, del corazón, con pasión.

Si a estas alturas aún no os habéis dado cuenta de que para mí 'Un buen partido' es un completo bodrio —lleno además de situaciones muy mal resueltas— es que no hago bien mi trabajo. ¿Qué por qué la he visto? Única y exclusivamente por Muccino, que ya ni recordaba que había dirigido esta película, y deseando ahora que no vuelva a caer en las hipnotizantes y talonarias redes de Hollywood, que se vuelva a su querida Italia a seguir honrando a los grandes y grandes de ese cine tan genial.

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