Netflix lleva tiempo apostando por el mercado internacional para seguir creciendo, una decisión muy acertada, sobre todo si tenemos en cuenta que hace unos día se anunció que había bajado en número de clientes en Estados Unidos por primera vez en ocho años. Esa política les ha llevado a realizar multitud de producciones locales, algunas grandes éxitos y otras títulos que se han sumado sin pena ni gloria a su catálogo.
Hoy me toca hablaros de ‘Typewriter’, una de sus series originales indias que opta por el género de terror para conquistar al público. Llegó a Netflix el pasado 19 de julio sin armar demasiado ruido -ni siquiera se han molestado en doblarla al español y ese mismo día se estrenaba además la temporada 3 de ‘La casa de papel’- y no puedo decir que sea una joya oculta en su catálogo, pero sí que es una propuesta de lo más singular que merece que le echéis un ojo para ver si conectáis con su peculiar cóctel de géneros.
Un todo en uno
‘Typewriter’ se vende como una serie de terror pero no esperéis que sea constante en ello, ya que no es hasta el cuarto episodio cuando todo empieza a encaminarse realmente -para llegar a una resolución algo discreta-, aunque ni siquiera entonces renuncia al resto de sus rasgos distintivos. El primero y más llamativo es la fuerte presencia de la comedia, sobre todo en todo lo relacionado con la aparición de un grupo de niños que se dejan sentir de forma notable en el devenir de los acontecimientos.
Por ese lado sería fácil buscar semejanzas con ‘Stranger Things’, uno de los bombazos de Netflix, pero sería un grave error. Sí, hay niños, investigan algo paranormal e incluso hay un par de guiños a la cultura popular -curioso el momento en clase en el que se habla sobre el infinito-, pero no esperéis ver nada más común de lo que sucede en Bardez con los eventos de Hawkins. Aquí ellos funcionan más a modo de complemento, una especie de recurso para aligerar la tensión.
Lo curioso es que de entrada prime esa ligereza, resaltándose además con demasiada fuerza los momentos de suspense y terror -el uso de la música resulta un tanto excesivo para subrayarlo-, quizá para recordarnos que se supone que es la auténtica base de la serie ante la falta de una atmósfera visual que nos tenga en todo momento en vilo sobre lo que puede suceder a continuación. Lo que no tengo claro es que se juegue al despiste de forma deliberada o no.
Singular en todos los aspectos
A todo eso tenemos un elemento costumbrista que va perdiendo algo de fuerza según avanzan los episodios pero que de entrada marca muchísimo la serie y nos queda algo con la misma capacidad para fascinarte como para desesperarte. Tan pronto se entra de lleno en la macabra leyenda sobre la que gira la historia como se nos habla de un desliz del marido de la protagonista que no termina de llevar a ninguna parte. A ninguna que interese al menos.
No todas esas desconexiones son negativas -justo es señalar que algo de cariño se coge a los chavales y su perrete-, pero sí condenan a la inconsistencia a esta primera temporada de ‘Typewriter’ -aún no está renovada, eso sí-. Afortunadamente, eso no supone un obstáculo insalvable para dejarse llevar, porque su tendencia a poder salir por cualquier parte añade un efectivo toque de imprevisiblidad que te hace seguir atento a lo que sucede en pantalla.
A eso hay que añadir las propias particularidades lingüisticas de la serie, ya que los personajes van saltando entre dos idiomas no ya en una misma conversación, sino incluso en una misma frase. Una decisión desconcertante de entrada pero que tarda poco en convertirse en otro ingrediente más de este extraño cóctel en el que hay espacio para el drama, el suspense, la comedia, el terror y la aventura.
En definitiva, ‘Typewriter’ es un batiburrillo en el que tienen cabida la comedia, el suspense, el drama, la aventura y el terror, ganando importancia esto último a medida que pasan los episodios. Al final no es que ofrezca nada memorable e incluso hay algún apunte visual en en su tramo final el que se nota que le habría venido de fábula tener más medios, pero sí que da los suficientes estímulos como para que su visionado resulte una experiencia agradable.
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