James Gray ha dirigido desde 1994 sólo cuatro películas, verdaderamente pocas en nada menos que 16 años. Hay una poderosa razón para ello, y de lo más loable. Gray ha declarado más de una vez que él, y no otro, tiene que ser quien dirija los guiones que escribe. Lo cierto es que Gray no es precisamente un tío con poder en Hollywood, su nombre ni siquiera es conocido entre el gran público, ya no digo a los niveles de un Spielberg o un Cameron, sino mucho menos. Sus películas tampoco han sido grandes éxitos de taquilla a pesar de estar protagonizadas por actores conocidos, y aún así Gray sigue en las suyas de querer filmar él mismo sus libretos. Más que loable, diría yo.
En todas sus películas Gray ha hecho gala de ir a contracorriente con todo lo que el cine ha dado en los últimos tiempos. Más que por lo que cuenta, por cómo lo cuenta. Una vez más la forma es el fondo, y éste aunque típico —al fin y al cabo todas las historias están ya contadas— posee más fuerza de la habitual, y es una pena que la filmografía de Gray, en la que hay dos títulos espléndidos, pase sin pena ni gloria por las carteleras de todo el mundo. Es el precio a pagar en un negocio en el que mandan los blockbusters y los dramas intimistas de éxito —que nada tiene que ver con la calidad— vienen de la mano de reputados directores o gracias a inteligentes campañas de promoción. Gray está condenado al olvido.
El argumento de ‘Two Lovers’ (id, 2008) cuenta la historia de Leonard Kraditor (Joaquin Phoenix), un hombre soltero que se debate entre dos mujeres, Sandra Cohen (Vinessa Shaw), una amiga de la familia con la que los padres de Leonard estarían encantados que se casase; y Michelle Rausch (Gwyneth Paltrow), una vecina con la que tiene mucho en común pero que está metida en uno de esos imposibles asuntos amorosos que implican a un hombre casado. Evidentemente una le tira más que la otra, y evidentemente es la que menos le conviene. Como podemos ver la premisa no es nada del otro mundo como tampoco lo eran las de las anteriores películas de Gray, y sin embargo el director la hace tan interesante que uno la sigue con sumo interés más allá de lo previsible que pueda resultar por momentos.
Un acercamiento a los personajes es lo que ofrece Gray a diferencia de otros muchos largometrajes que se quedan en la superficie en cuanto a retratos se refiere. Las vidas de los personajes nos importan de verdad, algo que es gracias no sólo al tratamiento que Gray, acompañado de Rick Menello, hace en el guión, sino a unas interpretaciones que respiran autenticidad por todos lados. Dicen que ‘Two Lovers’ es la última película en la que Joaquin Phoenix actúa y en caso de ser cierto —ya conocemos cómo cambian las cosas en el mundo de los actores— estaríamos ante una pequeña desgracia pues es Phoenix uno de los mejores intérpretes dramáticos de actualidad. O era.
Porque Phoenix no es Phoenix, es Leonard Kraditor, un hombre literalmente hundido por un importante fracaso amoroso que le ha llevado a una inestabilidad emocional y psicológica. Su trastorno bipolar se ve acentuado por el hecho de tener que afrontar dos nuevas oportunidades de hallar el amor en dos mujeres con evidentes diferencias, las mismas que le arrastran de un estado de ánimo a otro en cuestión de segundos. Atención a cómo Gray narra la relación de Leonard con ambas mujeres, ya sea a través de tranquilas conversaciones telefónicas en el caso de Sandra, o de animadas charlas que cruzan un patio iluminado con tonos apagados, tan grises como las vidas de los personajes. Cortesía de un inspirado y contenido Joaquín Baca-Asay.
Hasta Gwyneth Paltrow me parece que está muy acertada en ‘Two Lovers’. Acostumbrado a papeles insignificantes —por la poca enjundia dramática, no por otra cosa— es una verdadera sorpresa que por fin —que nadie me salga con ‘Shakespeare in Love’, por Dios— nos regale una interpretación llena de matices y en la que Paltrow se olvida de que es Paltrow. Una mujer herida y enganchada al amor, con muchas cosas en común con Leonard, y cuya personalidad entronca directamente con la de Sandra, una Vinessa Shaw que nada tiene que envidiar a Phoenix o Paltrow. Un terceto de actores que convierten una historia muy manida —hacer lo que uno quiere o lo que uno debe— en algo sincero y verdadero. La dureza de su final evoca, del mismo modo que lo hacía ‘Match Point’ (id, Woody Allen, 2005), el gran cine de Jack Clayton en ‘Un lugar en la cumbre’ (‘Room at the Top’, 1959) con la que el film de Gray guarda cierta semejanzas.
‘Two Lovers’ nos llega el próximo viernes, cuando el ‘Robin Hood’ del prepotente Ridley Scott —antes lo consideraba un genio, ahora empieza a cargarme mucho— llegue dispuesto a arrasar en la taquilla de todo el mundo. Difícil lo tiene, pues, este trabajo de James Gray, que pasará más bien sin hacer ruido. Uno de los precios a pagar por la lamentable distribución que hay en este país, en el que luego se quejan por los pobres resultados comerciales de películas como ‘Two Lovers’. Ya sabéis, la pescadilla que se muerde la cola.