No han faltado las voces críticas a la serie que cambió el panorama televisivo de los noventa. Desde casi una semana antes de su estreno, no han parado de llover por las redes artículos y textos de todo tipo, pero muchos de ellos con un pestazo a revisionismo rancio que huele a clickbait a distancia. Que si ‘Twin Peaks’ era un culebrón con buena producción. Que si era un rollo. Que si los actores están sobreactuados… (obviamente, lo grandguiñolesco era una de sus claves)
No estamos aquí para defender la serie original hoy, pero ese repaso en medio de una era de series mediocres producidas en tiempo récord que se venden y son recibidas como obras maestras da que pensar. ‘Twin Peaks’ no se puede entender sin comprender la lógica interna de su autor. Te puede gustar o no. Puedes intentar entenderlo o no. Pero si no te apetece adentrarte en un mundo sin lógica tradicional, sin normas cinematográficas claras, mejor no lo intentes. Y tampoco hagas el esfuerzo entonces por tratar de ver esta tercera temporada.
Puro Lynch
Es cierto que, una vez se descubre quién mató a Laura Palmer, baja alarmantemente la calidad de la serie. La no implicación de Lynch se notaba y tuvo que llegar en el último episodio para ofrecernos la resolución más desoladora de una serie de televisión. El episodio, terrorífico, ilógico, surrealista, es una maravilla que no envejece, sigue dando miedo y marca el pulso para el tono de esta nueva temporada. No es fundamental verlo pero es recomendable, al igual que la película ‘Twin Peaks: Fuego camina conmigo’ (Twin Peaks: Fire Walk With Me, 1992), si es posible con las nuevas escenas eliminadas.
La vuelta de ambos creadores de la serie, permite a David Lynch desatarse como autor absoluto, y habiendo abandonado la trama de resolución de asesinato, hay un terreno nuevo, puro y en blanco para escribir una trama mucho más libre, y en la que el mundo paralelo en el que viven encerrados ciertos personajes tiene mucho más peso. La sala roja se convierte en un vórtice de expansiones maléficas en forma de paisaje daliniano,con efectos deliberadamente rudimentarios y obsoletos como forma de reivindicación del collage casi manual.
La manera en a que se presentan los factores alucinados están forzadamente exagerados, y funciona porque no hay necesidad de credibilidad. Sabemos que hay un mundo paralelo, con esas otras reglas. Los elementos sobrenaturales están desparramados sin ninguna atadura. Sin ninguna cordura. Y es genial. Para empezar porque da la sensación de que no hay una obligación con la nostalgia.
No está atado a normas internas de otros episodios, no tiene más deudas que con la nueva historia que está contando. Y esto, en un universo conocido por tantos fans es valiosísimo. Quizá lo más interesante es ver al autor de la serie original volver a su material con lo aprendido en sus más recientes pesadillas. El doppelganger de Cooper se nos presenta viviendo en un mundo salido de ‘Carretera Perdida’ (Lost Highway, 1997), en la logia aparecen elementos de ‘Cabeza borradora' (Eraserhead, 1977) y el tono es tan oscuro, violento y espeluznante como su cine más turbio.
Soltando a Twin Peaks con paciencia
Entre sus elementos de horror y viajes oníricos hay una trama completamente nueva, una expansión geográfica y temática del universo ‘Twin Peaks’ que parece orgánica y coherente con el estilo de Lynch. Pero claro, muchos fans echarán de menos el microcosmos cálido del pequeño pueblo de Dakota del Sur. La opción no podía ser menos complaciente. En lugar de ir presentando a los personajes que conocemos de golpe, en su primer episodio piloto, nos vamos encontrando con ellos según la trama los va llamando.
Tanto es así que en los primeros cuatro episodios aún no hemos visto a todos los que, supuestamente, aparecerán de nuevo en el regreso. Es más, la trama no parece girar alrededor del pueblo sino que va dando rodeos y acercando el papel de aquellos personajes, ya envejecidos, en la nueva historia. Para ello, el director va con calma. Con mucha calma. Da la impresión de que cada episodio es una suma de escenas de una secuencia única, de que no es del todo una serie, sino más bien una película única, dividida en capítulos, como si de una novela se tratase.
Y aquí está el dilema. La nueva temporada de ‘Twin Peaks’ parece una película larga. Esto es, no es tanto la nueva temporada de la serie que todos amaron en los noventa sino la nueva película de David Lynch. Once años llevaba sin rodar. La acumulación de ideas, soluciones imaginativas y líneas de fuga mental que alberga este potentísimo inicio nos habla de un genio trabajando en su nueva obra, sea bajo el medio que sea. Si el resto sigue así, es probable que sea recordada como otra pieza memorable más de su filmografía, a la altura de sus películas más populares.
Si os apetece saber leer algo más sobre este sorprendente inicio, déjenme recomendarles este pequeño texto sobre las dos primeras partes de nuestros compañeros de Xataka, en el que nuestro compañero Probertoj, exprime un poco las razones por las que este regreso es lo mejor que ha dado la televisión este 2017.
Ver 17 comentarios