En el concierto final de esta película, un letrista que está entre el público, hace un gesto de suicidarse ante el tremendo horror que está presenciando. Algo así es lo que tendríamos que hacer los espectadores después de sufrir una película de las carterísticas de 'Tú la Letra, Yo la Música', otra estúpida comedia romántica, que además termina convirtiéndose en lo que pretende criticar: la artificiosidad de los productos prefabricados para las grandes masas, que se lo tragan todo como si no tuvieran cerebro propio con el que pensar.
Y es que la insípida comedia dirigida por el más insípido aún Marc Lawrence ha sido un éxito en la cartelera estadounidense, y supongo que por estas tierras, cada vez más contagiadas de los gustos americanos, sucederá lo mismo. Es la comedia un género que lleva años muerto, siempre se recurre a lo facilón y a lo evidente, los guiones se escriben en dos líneas, sin ningún tipo de desarrollo, la química entre los actores es algo que suena a lejano, y se ha perdido el interés por palabras como ironía o sarcasmo a la hora de construir los diálogos, que en este caso son simplemente penosos. No obstante, todo esto son actualmente fórmulas para un éxito seguro, que es lo que verdaderamente importa. Nadie está interesado en ver una buena comedia, eso es lo de menos.
No obstante, hay una cosa en esta película que merece todos los elogios, y que ya señaló mi compañera Maldivia en su crítica del film: sus excepcionales títulos de crédito iniciales. Una pequeña pieza maestra, que parodia sin ningún tipo de prejuicio y muy sanamente, a los grupos pop de los años 80, al estilo de Wham, Duran Duran, o muchos más que en aquellos años copaban las emisoras de radio musicales, y en las televisiones emitían sus ahora desfasados videoclips. Ver a Hugh Grant cantando con la estética de aquellos años, no tiene desperdicio, y las risas están aseguradas. Eso sí, en cuanto pone Directed By, a partir de ahí la película no hay por dónde cogerla.
Y es que la película se mueve continuamente en su planteamiento, saltando directamente en su parte final a una resolución de lo más precipitada, sin que haya habido un nudo en el que se hayan planteado algunos incovenientes, o simplemente se haya desarrollado la historia, haciéndola avanzar un poco. Al contrario, ésta se queda estancada, dando vueltas y vueltas a lo mismo, llegando a aburrir soberanamente y haciendo que el espectador añore los mencionados títulos de crédito.
Marc Lawrence, en su segunda película como director, después de haber estropeado el mundo del cine como guionista, no le imprime ni la más mínima personalidad al conjunto, y las evidentes posibilidades del relato son totalmente desaprovechadas. Con colocar la cámara en un sitio donde pueda filmar todo muy televisivamente, le llega y le sobra. Los actores harán el resto, que en este caso será terminar de destrozar la película. Quizá el único salvable sea Hugh Grant, que siguiendo el estilo del director opta por no hacer ni el más mínimo esfuerzo con un personaje para nada complicado, y bastante superficial y plano. Grant es consciente de que cae bien al público, a pesar de sus tics, y lo cierto es que casi siempre lo consigue. A su lado, la insoportable Drew Barrymore ofreciéndonos otra de sus horripilantes interpretaciones con un personaje introducido en la narración muy forzadamente, y de una forma nada creíble. La subtrama que su rol tiene con el personaje interpretado por Campbell Scott podría haber dado muchísimo juego, pero una vez más se opta por lo fácil, e incluso por no resolver dicha subtrama, quedando todo en el aire.
En fin, una pérdida total y absoluta de tiempo que no hace más que empeorar una cartelera bastante desastrosa, que esperemos mejore en semanas posteriores, o si no, no sé que será de nosotros. Lo dicho, una mala película, con un inicio genial. Una pena que no se continuara por ese camino, ya que la posterior crítica a cantantes del estilo de Shakira o Britney Spears, es mucho más evidente y chabacana, no haciendo ni la más mínima gracia.