En el año 2002, todos nos quedamos con la boca abierta al ver una película tan espléndida como dura a conciencia. Se trataba de 'Ciudad de Dios', un film de Fernando Meireles que por méritos propios puede considerarse uno de los más influyentes de lo que llevamos de siglo. Ahora, con cierto retraso nos llega 'Tropa de Élite', una película archicomparada con la anterior, que pone nuevamente en tela de juicio el sistema social de un país en desarrollo como Brasil.
No nos vamos a engañar. 'Tropa de Élite' es una película profundamente pesimista, cuyo contenido no es precisamente para verlo con tranquilidad y sin implicar la conciencia individual de uno. La historia es una denuncia social ejemplificadora, que no deja atisbo de esperanza y que desvela sin tapujos la crueldad humana en una sociedad degenerada. Lo peor, claro, es que todo se expresa de un modo realista. Tanto, que a veces parece uno estar viendo un documental en lugar de una película de ficción. Vamos, que creerse lo narrado en 'Tropa de Élite' es lo más normal del mundo. La verosimilitud de la propuesta es una prioridad, y eso va en favor de una película que sin embargo se permite ciertas irregularidades.
Para empezar, la trama cambia varias veces de género, dividiéndose espontáneamente en varios actos, que no obstante, todos se ponen de acuerdo en reflejar los poco ortodoxos métodos de esta tropa de élite, el BOPE, una institución mitad militar mitad policiaca, que está a todas luces por encima de la ley y que no tiene reparo en imponer una especie de ley marcial en las favelas de Río de Janeiro donde transcurre la película y la droga se mueve de mano en mano con una naturalidad pasmosa. Ellos son la ley, a base de decisiones que tienen que tomar en cuestión de segundos, incluida la tortura más cruel, despiadada y sádica, y como bien dice el protagonista y narrador de la película a un colaborador de los traficantes, su función es muy sencilla: "nosotros deshacemos la mierda que tú haces". En este Brasil corrupto, casi distópico, y decadente, nadie se salva de la quema. Los universitarios cuentan con traficantes entre sus amigos, las ONGs también se dejan salpicar y se lava las manos, y los policías, si nadie les mira, también sacan tajada del asunto. Para colmo el nerviosismo se multiplica con la inminente llegada de Juan Pablo II, al que deben proteger (estamos en 1997, y por supuesto con Ali Agça en mente).
En medio de todo esto, la historia se particulariza en el capitán Nascimento (Wagner Moura), que busca un sustituto digno ya que va a ser padre y por el bien de su hijo, siente que debe salir del cuerpo. Pero claro, en pleno torbellino en el que un peligroso criminal llamado Baiano domina medio distrito, no estará satisfecho hasta que lo capture. Neto (Caio Junqueira) y André Matías (André Ramiro) son dos aspirantes que son amigos de la infancia. Mientras que Neto se entrega en cuerpo y alma a su objetivo de ingresar en la tropa, André prefiere compaginar su preparación con sus estudios, se echa una novia tan guapa como idealista llamada María (Fernanda Machado) y ve cómo los policías son denostados por la sociedad, tachados de corruptos y sanguinarios.
Los defectos de 'Tropa de Élite', que no me van a ocupar más de un párrafo porque estamos hablando de un peliculón, tienen todos que ver con lo mismo: la película intenta exponer tantas realidades a modo de denuncia, dilapida tantos estátus sociales, que se queda a medias en muchas ocasiones, y por tanto, algunos personajes quedan lamentablemente en segundo plano, siendo suficientemente dibujados los de Nascimento y André Matías, pero ninguno más. Por ejemplo, los veinte minutos del entrenamiento-criba de los aspirantes, magníficos (al nivel de la primera mitad de 'La Chaqueta Metálica', y no exagero), se quedan cortos, cuando la vida universitaria de André estanca un poco el ritmo y le sobran minutos. Asimismo, la cámara en perpetuo movimiento que propone José Padilha (adornada además con ciertos caprichitos estéticos) es efectiva, pero llega a cansar. Por último, la voz en off de Nascimento es completamente innecesaria, y redunda en lo que ya vemos nosotros, gracias. La interpretación de Wagner Moura como el inflexible y brillante capitán Nascimento es para ponerse a aplaudir. Qué de matices pone este hombre en su rostro, oiga. Y con qué facilidad. Nascimento debe instruir a los aspirantes, debe liderar los comandos, debe ejecutar, tomar decisiones difíciles y capturar al enemigo. Pero es humano. No es como el sargento Hartman de 'La Chaqueta Metálica', o el sargento Highway de 'El Sargento de Hierro'. Nascimento es un hombre real, de carne y hueso, que es consciente de su destino, de su rol de ejecutor y defensor de su propia ley, que ríe y llora, que se cansa y que se recrea en sufrir por las desigualdades del mundo. Todo esto gracias a varias escenitas que muestran su vida privada con su mujer. Nascimento es Brasil, y Brasil es sólo un país de la porquería de mundo en el que vivimos. Memorable. Por cierto que la banda sonora, que combina partituras de Pedro Bromfman (en un estilo parecido al de Gustavo Santaolalla) con canciones conocidas, como 'Shiny Happy People' de REM.
'Tropa de Élite' es una de las películas del año, y una auténtica revelación. A todo aquel que quedó absorto con la excelente 'Ciudad de Dios', tiene aquí una secuela inconsciente e improvisada, una obra de arte de 114 minutos que sin embargo corren con una solvente celeridad. El Oso de Oro en Berlín no es suficiente aval para este film lleno de contenido, brillantemente realizado y decentísimo en todos los aspectos. Con tanta película vacía deambulando por las carteleras, tiene que ser de Brasil de donde venga un film imperdible, al que el tiempo le hará justicia.