Cuando la maquinaria del marketing trabaja con la intensidad y expansión con una película como ‘Tron Legacy’ es difícil escapar a su influjo. Y como consecuencia, aproximarse al visionado resulta una experiencia contradictoria. Por una parte, se desea con ansiedad descubrir una película de la que se lleva tiempo conociendo, incluso intentando esquivar cualquier atisbo de su contenido. Por otra parte, los comentarios, las primeras críticas, la abundante información hacen que ya casi tengamos preconcebida una valoración previa que resulta difícil aparcar, a pesar de todo.
Dicho esto, cabe destacar que ‘Tron Legacy’ es lo que esparábamos. Sorprende en cuanto a su espectacularidad y no tanto en el resultado global. Pero al fin y al cabo es una película concebida para entretener. Que nadie espere encontrar una dimensión catártica en ese escenario irreal, onírico, ese mundo digital paralelo donde proyectar profundas reflexiones. Nada de esto se ha buscado y nada de esto hay en la producción de Disney. Sólo y únicamente puro entretenimiento y 3D espectacular.
‘Tron Legacy’: espectacular 3D
Y es que ‘Tron Legacy’ retoma con los recursos y esquemas de la actualidad esa pionera cinta de 1982 a la que entrega una secuela que intenta corregir y aumentar el legado digital, ese bonito traje vanguardista de colores azules y rojos de neón. Naturalmente, en este sentido empequeñece a ‘Tron’, por mucho que la que dirigiera Steven Lisberger supusiera un hito. Y es que el resultado visual es espléndido, sorprendente, con un 3D de lo mejor que se ha visto hasta el momento. También cabe señalar que la historia, el escenario y el planteamiento lo ponían en bandeja para hacer un trabajo brillante en cuanto a sus efectos visuales, como así ha sido.
Con todos los fastos dignos de una superproducción hollywoodiense épica, el ‘Tron Legacy’ de Joseph Kosinski nos regala un videojuego muy caro, un paseo por el espectáculo tridimensional de un mundo idílico, irreal pero asombrosamente bien construido (técnicamente hablando), tanto como el que fue el creado por Cameron en ‘Avatar’. Un paisaje digital cargado de luces, donde se respira en binario y donde todo es posible. Así es el mundo de Tron, donde la historia se retoma con claros guiños y donde también se recuperan los elementos esquemáticos de 1982 con solvente coherencia y bien integrados.
Ésta es la parte fácil, donde un presupuesto poderoso y un excelente equipo técnico ha trabado con cuidado y mimo para ofrecer la esencia visual de ‘Tron Legacy’. Y no se puede negar la valoración sobresaliente en este sentido, con el gran acierto del acompañamiento de Daft Punk, que compone una música machacona pero perfectamente apropiada, emocionante y que engrandece aún más si cabe a las escenas más espectaculares.
‘Tron Legacy’ por dentro: historia rídicula, personajes absurdos y diálogos forzados
Pero cuando hablamos de cine, no solo el envoltorio es importante, aunque aquí sea básico, esencial y por donde empieza a construirse la producción –no nos olvidemos–, para completar la ecuación necesitamos una historia, unos personajes y una narración que justifique, le de sentido y emocione a unas imágenes tan bien cuidadas. Lamentablemente ‘Tron Legacy’ adolece de lo mismo que su antecesora, ‘Tron’. Demasiado esfuerzo en el apartado técnico y enormes fallas y tropiezos a la hora de construir el relato. Aunque ya ‘Tron’ demostraba que sus intenciones no eran precisamente trascender en este apartado, ofreciendo una historia tan esquemática como arquetípica, uno espera que se enmienden estos errores y obtener una continuación que consiga alejarse de estos defectos tal y como se ha conseguido visualmente. Pero no es así.
‘Tron Legacy’ se aprovecha de tópicos facilones (‘Blade Runner’ y ’2001: una odisea del espacio, por ejemplo) en la búsqueda de una continuación tan obvia, por momentos rídicula y no logra convencer en este sentido. La narración está condenada a ofrecer espectáculo y su búsqueda deja en evidencia el lastre de una narración condicionada para ello. En la que ni siquiera la recuperación del personaje de Kevin Flynn, en torno al que gira la aventura, se consigue aprovechar adecuadamente. Es más, su aparición en vez de emocionar –y más teniendo en cuenta que Jeff Bridges retoma su personaje casi tres décadas después– provoca bochorno. Convirtiendo en el ambicioso, hábil y atrevido joven entusiasta en un padre compulgido, que se debate entre el amor de su hijo, la carga de salvar al mundo sobre sus espaldas y conseguir una pureza interior que recoge el espíritu zen de forma absolutamente rídicula. Tando es así, que el Kevin Flynn de ‘Tron Legacy’ no es sino una especie de pésima parodia de Obi Wan.
Por no hablar de la aportación de algunos personajes metidos con calzador y donde se acentúan las costuras de un guión sin suficiente empeño (y la presencia de un nuevo personaje, interpretado por Olivia Wilde, cuyo único cometido es aportar la belleza femenina). A todo hay que sumar lo poco convincentes que resultan las interpretaciones, aunque lastradas por diálogos a los que es difícil otorgarle seriedad, pasión y credibilidad. Tan impostados como accesorios.
Con todo hay que decir, que tampoco sorprende en este sentido. No es cuestión de querer ver defectos en el guión como si fueran excepcionales. Son los mismos que vemos a menudo en las grandes superproducciones de Hollywood. Es un mal del cine que se intenta suplir con presupuestos desorbitados y una imaginería desbordante que oculte el vacío. Aunque también hay que decir que no siempre se consigue ni siquiera este cometido. Al menos ‘Tron Legacy’ entretiene y mucho, sorprende con escenas tan esperadas como esas potentes motos luminosas (como ya lo fue en ‘Tron’) y logra dejar esa sensación de haber asistido a un espectáculo visual no hace mirar el reloj.
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