Los biopics, cada vez más, transitan entre esa peculiar línea que divide el gran drama de Hollywood y la película de sobremesa. Por un lado ofrecen unas imágenes impactantes, siempre con la coletilla del "Basado en un hecho real", pero por otro no sueltan el drama humano, las relaciones poco creíbles y los personajes desdibujados. 'Trece vidas', el biopic dirigido por Ron Howard basado en el rescate de la cueva Tham Luang hace cuatro años, tiene lo mejor y lo peor de este género: es espectacular y fiel a los hechos pero no hay personajes ni escenas, sino secciones de Wikipedia filmadas.
Basado en un rescate real
En junio y julio de 2018, toda la actualidad informativa estaba centrada en Tailandia: doce niños y su entrenador se habían quedado encerrados en una cueva y sacarles con vida iba a ser una misión imposible. No hizo falta recurrir a Ethan Hunt: la colaboración entre países consiguió, en un gesto de solidaridad, sacarles de aquel lugar ilesos. Esta historia, que es la que conoces, permanece invariable durante las dos horas y media de 'Trece vidas', una película que renuncia frontalmente a la personalidad a cambio de la espectacularidad y tomar la realidad como una base más apasionante que la ficción.
Richard Stanton y John Volanthen, los dos submarinistas que ayudan en el rescate, no son personajes en ningún momento, sino meras figuras con cara de actor conocido y nombre de héroe. No sabemos nada de ellos más allá de cuatro brochazos que saben a poco, por lo que es imposible emocionarse con los actos que llevan a cabo. Por poner un ejemplo: en 'Apolo 13', otro biopic de Ron Howard de la misma duración, los personajes tenían aristas, eran tridimensionales, y cuando llegaba la desgracia te preocupabas por ellos, sin importar que supieras el desenlace de antemano.
Porque sí, claro: no vas a encontrarte una gran revelación final en 'Trece vidas', como la buena película Wikipedia que es, sino los clásicos intertítulos que te explican qué paso después. Y es esta negación a innovar en la forma uno de sus peores pecados: se preocupa en dar datos y que estos datos sean correctos (el tiempo que tardan en llegar a las diferentes cámaras de la cueva, la hora exacta, el nombre de todo el mundo), pero su trabajo no es hacer que te preocupes por nadie sino porque aprendas que estos hechos ocurrieron. Esta cinta deja la misma sensación que leer una entrada en la enciclopedia online: muy exhaustivo, pero nada emotivo. Y es un problema.
Tenemos que inventarnos dramas
Una película como esta tiene un handicap muy importante: todos nos sabemos el final. Y para superarlo, tendría que mostrar unas escenas impactantes, un drama humano medido hasta el último detalle o una dirección fantástica. Pero la cinta de Ron Howard no tiene ningún interés siquiera en intentar ir más allá: cuenta con escenas y planos impresionantes en lo técnico pero unidos a una dirección plana y un guion genérico que no ayudan a despertar el interés.
El diseño de producción, eso sí, es fantástico, sobre todo sabiendo que no pudieron rodar en las cuevas originales por culpa del Covid y tuvieron que hacer ellos mismos réplicas de las mismas. El decorado quita el aliento, al igual que las escenas subacuáticas, rodadas con la tensión y energía que no tiene el resto de la película y donde realmente es capaz de lucirse. El equipo técnico es la verdadera estrella de esta cinta, y brilla con luz propia.
Las clásicas estrellas no hacen mucho por transmitir emoción al espectador, centrados en la veracidad, más pendientes de la imitación que de la actuación. Viggo Mortensen, Colin Farrell y Joel Edgerton apenas tienen un par de momentos donde lucirse (incluyendo un final donde el drama ataca a uno de los personajes de la nada), pero no cabe duda que capturan totalmente el espíritu del proyecto.
Como un documental, pero en ficción
Aunque el desastre de la cueva sucedió hace cuatro años, ya hay tres películas basadas en el mismo: esta se une a 'The cave', donde muchos de los protagonistas hicieron de sí mismos, y 'The rescue', un documental que cuenta el rescate, pero no las vidas de los niños. Y es que estas han sido vendidas a Netflix, que el 22 de septiembre estrenará 'Thai cave rescue', una docuserie que será la única que contará con las declaraciones de los chavales rescatados.
'Trece vidas' no es, como vemos, una historia original o sorprendente, pero tampoco aporta un nuevo punto de vista o es capaz de escalar los sentimientos para ir algo más allá del drama genérico. Tristemente, Ron Howard se apoya demasiado en la potencia del hecho real y en las escenas bajo el agua creyendo que no es necesario nada más para emocionar a un público curtido en uno y mil biopics similares.
A veces no hace falta contar nada nuevo, ni hacerlo de una manera original, pero 'Trece vidas' se limita a narrar los hechos reales y dejar que los espectadores se emocionen por efectos externos que la propia película no se ha ganado. Pese a su espectacularidad técnica, es una película vaga que no tiene ningún interés en dar un paso en pos de la creatividad, abriendo un nuevo género en el mundo del cine: el de las adaptaciones cinematográficas de artículos de Wikipedia, tan transparentes como faltos de emociones humanas reales.
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