'Tótem' es una película única que asfixia y desespera al mostrar las heridas dejadas por una muerte inexorable

'Tótem' es una película única que asfixia y desespera al mostrar las heridas dejadas por una muerte inexorable

La película que México envió a los Óscar oculta la lágrima, pero no vas a poder evitarlo

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Totem

En una familia mexicana están preparando una fiesta. Hay tarta, globos, velas y han venido familia, amigos e incluso la hija del homenajeado en su cumpleaños. Pero, sobre toda la celebración y la alegría imperantes, casi representados como una mera pantomima, se expande una sombra que marca esta hora y media inesperada y única: este será el último cumpleaños de Tonatiuh. Y, de hecho, se han reunido para celebrar, de manera velada, una despedida eterna que parece enmascarar el dolor con regalos, chistes y dulce.

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El mundo se acaba

Sol le pregunta a Siri cuándo se acabará el mundo, siendo casi consciente de que el suyo está a unos pocos meses de romperse del todo. Ella es la única que sigue albergando una infantil esperanza en que su padre pueda evitar, de alguna manera, la muerte. Incluso él ha gastado sus últimas energías en pintar un cuadro repleto de animales para que su hija no se olvide de que hay cosas que quiere mucho pero que no va a poder ver. Y la lágrima, que juega a esconderse entre las escenas de festejo, amor y familia unida, acaba por salir. Es inevitable.

'Tótem' juega, al igual que esta familia desconsolada y arruinada por la enfermedad, a esconder su tristeza para no resultar excesivamente penumbrosa: a la niña dentro de la ficción, y al espectador fuera de ella. Y con esta manera de regatear al dolor, dejando tan solo un continuo ambiente de pesar incombustible, los momentos clave nos llegan más hondo, se nos clavan como puñales y son muchísimo más efectivos.

La película de Lila Avilés, en otras manos, no habría pasado del melodrama más absurdo o del cine de tarde sin mayor interés, pero, en su lugar, y al contener el lagrimeo y la tristeza constantes, consigue que incluso, en ocasiones, podamos olvidarnos de lo que está ocurriendo en esa solitaria habitación en la que un hombre, al filo de la muerte, está tratando de incorporarse para asistir a su propia fiesta de cumpleaños. Su homenaje final. Su particular despedida de la alegría antes del negro túnel.

Los abrazos rotos

Cada uno de los protagonistas de la cinta tiene una manera distinta de enfrentarse a ese inevitable y extraño duelo que llega mientras el ser amado aún está vivo. Hay quien se empeña en que la tarta sea perfecta, aún perdiéndose parte del festejo, como única manera de poder agradecerle su existencia y mostrar su amor incondicional. O quien se preocupa por el dinero que empieza a faltar para darle el mejor de los tratamientos posibles. Y, por supuesto, quien, ante la imposibilidad de la esperanza, trata de encapsular sus sentimientos en un abrazo.

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Pero la protagonista de 'Tótem' no es ninguna de estas personas que perlan un metraje fantástico que busca planos escondidos, ángulos naturales y momentos íntimos que permean entre los hitos de una trama más convencional. Se trata de Luz, la pequeña, que mezcla la ilusión por ver a su padre tras un tiempo alejada de él con la inocencia sobre el amor (no son pocas las veces que pregunta si este alejamiento está provocado porque su padre ya no la quiere) y la lenta pero segura autoconsciencia de su pronta despedida. Su mundo se va a acabar, ella está adquiriendo ese nuevo saber, y a Siri le importa un pimiento.

Si necesitas que una película constantemente introduzca nueva información o te narre una completa trama repleta de giros para mantenerte pegado a la pantalla, 'Tótem' no es para ti. La cinta de Avilés transita entre los momentos aparentemtente aburridos y las secuencias que cualquier otra película narrativa se saltaría para montar un puzzle de sentimientos escondidos y no siempre expresados que tratan de esconder las lágrimas para no apenar (aún más) a quien que sabe que sus días ya están contados. El resultado es asfixiante, sí, pero también liberador.

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La cinta no pudo llegar a los Óscar, pero sí estuvo a punto de alzarse con el Oso de Oro en Berlín (lo hizo 'Afire' ante la incomprensión de la crítica). Es cine festivalero, de ese que normalmente se esconde tras los blockbusters buscando la oportunidad de ser reconocido. Es cine de sentir, llorar, aprender y disfrutar, rodado con atrevimiento y en el que los animales, la vida, la muerte, la infancia y los recuerdos cobran vida en simples miradas, movimientos, poemas y regalos. Y al final, mientras pasan los títulos de crédito, no podemos evitar decirle también adiós a Tonatiuh, como la intersección exacta entre el amor desmesurado y el dolor incalculable. Es dolor, es alegría, es celebración, es tristeza infinita. Es 'Tótem'. Y no deberíais perdérosla.

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