Santiago Segura era prácticamente un desconocido cuando Álex de la Iglesia contó con él para ‘El día de la bestia’, un gran éxito que hizo que el público empezase a familiarizarse con su rostro. Gracias a ella, Segura ganó un Goya al mejor actor revelación, pero lo cierto es que ya había ganado previamente otra estatuilla, en esa ocasión por dirigir ‘Perturbado’, un curioso cortometraje lejanamente inspirado en Norman Bates, el protagonista de ‘Psicosis’ ('Psycho').
Fue precisamente durante el rodaje de ‘El día de la bestia’ cuando decidió rodar su primer largometraje centrado en un personaje en el que llevaba un tiempo pensando y que estaba caracterizado por reunir lo peor de la sociedad española. El resultado de ello fue ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’, una celebrada comedia que dio inicio a una lucrativa saga que nunca volvió a alcanzar el nivel de su primera entrega que esta noche se emite en Neox.
Caspa de calidad
Uno de los principales aciertos del guion escrito por el propio Segura es que ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’ es la película de la franquicia que mejor refleja el submundo propio de su protagonista. Ahí sí que podríamos hablar de los bajos fondos de Madrid para apropiarse del lado más casposo de la ciudad como refuerzo necesario para entender que pueda existir alguien como él.
La cuestión es que algunos ya conocen bien sus métodos, pero aún ha conseguido mantener cierta imagen de sí mismo que da pie a que algunos puedan tomárselo en serio. Es ahí donde su pillería tiene un sentido y resulta clave para la construcción de un relato en el que no importa tanto el enfrentamiento con el villano final como aprovechar el camino hasta ahí para mostrar la miserable vida de Torrente.
Sin embargo, Segura no cae en el error de limitar la película a una sucesión de sketches más o menos afortunados y al servicio de los numerosos cameos -algo que, por desgracia, sí sucede en varias de las secuelas-, ya que se preocupa en que la historia avance y todo tenga un cierto sentido en la misma. Con alguna salvedad -pienso, por ejemplo, en Poli Díaz-, esas apariciones especiales podrían ser perfectamente actores que no conociéramos. Es un añadido en lugar de una razón de ser.
Eso también encuentra un igual en el hecho de contar con un reparto muy bien elegido, donde, como es natural, brilla el propio Segura en un personaje que aún no actúa motivado con el exceso por el exceso. De hecho, uno de los mayores aciertos de la película es equilibrar su bajeza moral, que le lleva a ser capaz de la más despreciable de las acciones, con un curioso sentido del deber y la moralidad que encuentra su cómplice perfecto en la canción ‘Apatrullando la ciudad’.
Un reparto muy bien escogido
A su alrededor también destaca un Javier Cámara que por aquel entonces estaba dando sus primeros pasos en el cine tras empezar a destacar en la televisión -seguro que no soy el único que recuerda su paso por ‘¡Ay, Señor, Señor!’-. Su inocencia es el contrapunto ideal para ejercer como compañero de Torrente, ya que así es más proclive a aceptar todo lo que él le diga sin dar la sensación de hacerlo porque sí y eso es algo que Cámara sabe reflejar de maravilla.
Tampoco me olvido del regreso cinematográfico que se marcó Tony Leblanc, una resurrección artística limitada en la línea de algunas del cine de Quentin Tarantino que luego iría perdiendo interés en sus sucesivas apariciones en la saga hasta llegar a caer en lo bochornoso. Aquí, sin embargo, borda al patético padre del protagonista, dando pena cuando la ocasión lo requiere, pero sin dejar de lado esa pillería que le ha permitido sobrevivir en condiciones infrahumanas -no hay más que ver el nulo sentido de la higiene del protagonista y el horrible estado de su domicilio-.
El resto del reparto también cumple con holgura, en especial Neus Asensi, que ya había coincidido con Segura en ‘Perturbado’, y Chus Lampreave, pero aquí sí se nota un tanto descuidado al villano interpretado por Espartaco Santoni, ya que su parte de la historia queda demasiado relegada a un segundo plano como para realmente conectar con ella más de algunos efectivos ramalazos cómicos. Ahí sí que sale perdiendo con respecto a la segunda entrega y el muy efectivo trabajo de José Luis Moreno.
Luces y sombras de ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’
Esto último creo que es consecuencia directa de la falta de experiencia de Segura, quien sabe muy bien cómo reflejar la personalidad de Torrente y cómo afecta a los que le rodean, pero no los resortes narrativos adecuados para que la investigación avance de forma satisfactoria. Podría decirse que ahí hereda los problemas de muchas películas de presentación de personaje cuando la verdadera naturaleza de la película no era esa por mucho que luego llegasen hasta cuatro secuelas -todas inferiores, siendo la segunda entrega la más rescatable-.
Además, el control de Segura desde la puesta en escena también delata que se trata de su primera película, en especial en las anodinas escenas de acción. El tiroteo final aún se salva gracias al humor, pero recuerdo también una persecución por las calles de Madrid muy olvidable. Quizá por ello intentase pulirlo en las sucesivas secuelas, sin conseguir por ello resultados satisfactorios. Estaban mejor resueltas sí, pero nunca conseguía la espectacularidad deseada, llegaban a romper el tono de forma exagerada y además elevaban de forma innecesaria el presupuesto.
Resulta curioso que eso también afectase al propio trabajo de dirección de Segura, quien iba marcándose nuevos retos según avanzaba la saga, consiguiendo su trabajo más pulido en la, eso sí, discreta ‘Torrente 5: Operación Eurovegas’. Aquí resulta todo más funcional -aunque hay algún momento inspirado dentro de ese estilo más básico- e incluso esa escasez de medios se traduce en una puesta en escena meramente funcional que al menos logra exprimir a fondo el encanto casposo tanto del protagonista como de su forma de vida.
Sin embargo, el gran acierto de la película es la construcción de un personaje en el que resulta imposible no ver el espejo de la sociedad española, asimilando innumerables influencias -aquí hay espacio para el cine tanto Berlanga como de Ozores, pasando por comedias populares de todo tipo- y reflejándolo a la perfección en pantalla sin caer en esos temidos excesos. El personaje ya lo es en sí mismo y simplemente hay que mostrarlo. Luego llegaría la repetición, el cansancio y el todo vale.
En definitiva, ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’ es, con diferencia, la mejor de la saga. Cierto que luego Segura mejoró como director, pero aquí su trabajo más elemental encaja muy bien con los rasgos que definen al personaje y sólo desentona cuando llega la acción. Un reparto bien escogido y un inteligente uso de los cameos son la guinda a este, a falta de una palabra mejor, simpático retrato del lado más deleznable de la sociedad española.
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