Dentro de la Sección Oficial del Festival de Cine de Málaga pudo verse 'Todos están muertos', la ópera prima de la valenciana Beatriz Sanchís. Un nombre que no aparecía por sorpresa y es que sus dos cortometrajes anteriores —'La clase' (2008) y 'Mi otra mitad' (2010)— tuvieron un gran reconocimiento en festivales internacionales que, junto a la participación de Elena Anaya como protagonista, había cierta expectación.
La película se alzó con los premios a la Mejor Actriz (ex-aequo con Natalia Tena), Mejor Banda Sonora y Premio del Jurado, aunque no recibió críticas demasiado entusiastas, todos coincidían en que el debut en el largo de Beatriz Sanchís es muy digno. Y estamos de acuerdo: una declaración de intenciones y de estilo dentro de una propuesta algo rara pero curiosa por su puesta en escena y revisión de la fábula con un toque realismo mágico costumbrista.
El realismo mágico costumbrista
'Todos están muertos' se centra en la vida de Lupe, una gran estrella de rock en los 80 pero que ahora calza bata y zapatillas, dejando atrás la fama, los conciertos y el éxito. No se atreve a salir de casa y es su madre, Paquita, una mexicana supersticiosa quien se ocupa de ella y de su nieto adolescente. El problema es que a Paquita se le acaba el tiempo y no quiere marcharse sin antes recuperar a su hija arreglando los problemas del pasado.
No es fácil hablar de el debut de Beatriz Sanchís sin desvelar un poquito lo que tiene dentro, algo que restaría ese toque tan especial que tiene la cinta, sobre todo, porque no es lo que parece con sólo leer la sinopsis. Y es que 'Todos están muertos' es un drama con toques de comedia y mucho del realismo mágico de la literatura latinoamericana que bien sabía introducir elementos irreales y paranormales con la realidad y mundano.
'Todos están muertos' nos habla de una mujer que debe vencer los errores del pasado para poder seguir adelante. Una trama que peca de no ser nada especial, aunque es la forma en la que está ejecutada, la que consigue ese aire enigmático y a la vez tan natural y costumbrista. Desde la banda sonora cargada de temas ochenteros, pasando por diferentes recursos estilísticos —en más de una ocasión vemos a la protagonista tras un cristal reforzando su agorafobia—, hasta los momentos cómicos —los primeros encuentros de la protagonista con su pasado o la última sesión espiritual de la madre con la chamana—.
Familia y chamanas
Al final, 'Todos están muertos' es una película sobre la familia y lo importante de saldar cuentas pendientes. Por eso, mientras que el personaje de Lupe se deja descifrar con facilidad —es el más complejo y el que más matices tiene—, en parte, por el buen hacer de una siempre impecable Elena Anaya, echamos de menos conocer más acerca de la figura de la madre a la que da vida Angélica Aragón, tan experta en mitología mexicana, la chamana a la que recurre para saldar cuentas con el pasado y el personaje interpretado por Patrick Criado, que termina notándose mucho que es una excusa para detonar la situación.
Mientras que el ya citado Patrick Criado, así como los otros actores jóvenes del reparto como Nahuel Pérez o Macarena García —se come la pantalla con tan sólo dos escenas—, al actor elegido para dar vida a Pancho, el hijo de la protagonista —Christian Bernal—, se le nota la inexperiencia y dado que es él quien pone la voz en off a la historia, puede llegar a sacar al espectador de ella en más de una ocasión.
A pesar de lo previsible de su premisa y la falta de profundidad en algunos de sus personajes, lo cierto es que la ejecución que hace Beatriz Sanchís de 'Todos están muertos' termina siendo atrayente e interesante, pero sobre todo, curiosa por su forma de fábula con todo el espíritu de los ochenta y el realismo mágico de la literatura latinoamericana. Un buen debut para una directora que ha sabido asentar las bases de su propio estilo. La seguiremos de cerca.
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