...la verdad es que cuando vi por primera vez el musical todavía no estaba dirigiendo películas, por lo que no tenía ni idea de cómo podía llegar a ser la experiencia. Lo vi, me encantó, y por eso haber podido hacer mi propia versión ha sido fantástico. Es como un verdadero sueño para mi. Tim Burton
Corría el año 1980 cuando un joven de veintidós años llamado Tim Burton quedaba impresionado en la escena londinense por un recién estrenado musical llamado 'Sweeney Todd' en el que el mítico Stephen Sondheim y el libretista Hugh Wheeler habían dado dramática y truculenta forma a una leyenda urbana victoriana de la ciudad del Támesis, poniendo sobre el escenario la historia de Benjamin Barker, un hombre feliz con esposa e hija al que el capricho de un despótico juez llevará al exilio durante quince años, volviendo tras esos cinco lustros a la capital del imperio británico con una insaciable sed de sangre y venganza.
Cautivado por lo que vio en el escenario, y declarando siempre que ha podido su completa fascinación por la obra de Sondheim, Burton contactó por primera vez con el músico allá por 1989, cuando los ecos de cierto hombre murciélago lo habían transformado en la más rutilante estrella del momento en Hollywood. Pero el acercamiento entre cineasta y compositor no dio buenos frutos, y tendrían que pasar más de veinticinco años para que en 2006, y encontrándose en un impasse muy similar al que le había llevado una década atrás a hacerse cargo de 'Sleepy Hollow' (id, 1997), el proyecto le llegara caído del cielo a Burton una vez Sam Mendes se desentendía de él.
Rodada íntegramente en los estudios Pinewood, las decisiones tomadas por Burton en cuanto al reparto fueron muy claras desde un principio, basándose gran parte de la grandeza que aguarda al espectador en las dos horas de metraje en la extraordinaria labor de los tres actores principales, Johnny Depp, Helena Bonham Carter y Alan Rickman, y en la no menos asombrosa que hacen unos excelsos secundarios con Timothy Spall, Sasha Baron Cohen y el pequeño Edward Sanders a la cabeza.
Sexta colaboración entre el cineasta y su actor fetiche, el papel de Sweeney Todd es sin duda el más exigente de cuantos ha interpretado Johnny Depp para el director de Burbank, no sólo por el hecho de ser prácticamente cantado —las canciones son los diálogos entre los personajes en casi un noventa por ciento de la cinta— sino porque, en contra de lo que ya le habíamos visto en personajes como Eduardo Manostijeras o Ed Wood, el del barbero diabólico de la calle Fleet es alguien con el que público no empatiza en absoluto, algo de lo que Burton es plenamente consciente, descansando el hecho de que resulte tan sumamente atractivo en el incuestionable carisma del actor, que se deja la piel en cada canción —atención especial merece en este apartado el número 'Epiphany', de una fuerza brutal en la rota voz de Depp—.
En lo que Helena Bonham Carter y Alan Rickman se refiere, encontramos en ambos intérpretes una voluntad férrea de no dejarse merendar de forma salvaje por la fuerza de la naturaleza que es Depp, y tanto en sus escenas compartidas, como en aquellas que tienen en solitario, la pareja del director y el "profesor Snape" demuestran el buen tino del cineasta y de Sondheim —que tenía la última palabra en cuanto a los elegidos para llevar a la gran pantalla sus exigentes canciones— a la hora de elegir y aprobar a unos actores que construyen con precisión a los personajes más desagradables de la filmografía de Burton.
Tanto es así que, de nuevo con respecto a Todd, podemos afirmar que el salto al vacío que da aquí Burton en relación a lo que le habíamos visto hasta el momento es de esos que, en otras manos, podrían haber sido considerados como un auténtico suicidio profesional, violentando el director en lo que a temática se refiere todo el universo que había venido construyendo desde 1985 con su colorida puesta de largo en la gran pantalla.
De hecho, 'Sweeney Todd' se coloca sin esfuerzo en las antípodas de 'La gran aventura de Pee-Wee' ('Pee-Wee's Big Adventure, 1985), conformándose al tiempo como la parte más oscura, salvaje, sanguinolenta y bizarra —en la acepción anglosajona del término— del personalísimo y gótico universo iconográfico de Burton, convirtiendo el cineasta la cinta, y en particular su truculento clímax, en un baño de sangre imponente que bebe de forma directa y sin tapujos de las fuentes mismas del Grand Guignol.
De forma inesperada, Burton se regocija en el gore como nunca antes había hecho en los que sin duda son los mejores momentos del metraje, aunque ello no quita para que también haya espacio en el mismo para las más que obvias resonancias al imaginario del director, ya sea en la descripción visual de ese Londres tétrico y oscuro rodado casi siempre de noche como fiel reflejo de la atormentada alma del personaje, o la esperpéntica traslación que hace el artista del 'By the sea', momento en el que el espectacular diseño de Dante Ferretti —premiado con el Oscar— trae a la memoria del espectador a Jack Skellington y sus conciudadanos.
Pero con todas sus incuestionables fortalezas —al menos para el que esto suscribe lo son—, 'Sweeney Todd, el barbero diábolico de la calle Fleet' ('Sweeney Todd, the Demon Barber of Fleet Street', 2007) es un filme que dista de ser sobresaliente, y aunque sea plenamente justificable desde el punto de vista de las muy diferentes necesidades de dos disciplinas tan cercanas y a la vez tan alejadas como el teatro y el cine, la hora de diferencia existente entre la duración original del musical y aquella que ostenta el metraje de la producción cinematográfica hace cierta mella en el guión de la película, que se muestra algo atribulado en ciertos pasajes y difuso en la definición de personajes como Johanna o Anthony.
Sopesando sus pros y sus contras —un proceso personal que, en mi caso, inclina la balanza hacia el lado positivo— cualquier valoración que se haga de 'Sweeney Todd' no debería pasar por alto el hecho constatado de que la cinta es una rara avis dentro de la filmografía de su autor, algo que la hace elevarse por encima de la media de otras producciones suyas y que, mirando hacia adelante, se sitúa mucho más arriba de lo que Burton ha sido capaz de desarrollar en dos de las tres últimas películas en las que se ha visto implicado.
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