Hay afirmaciones que es mejor hacerlas como suele recomendarse el quitar un esparadrapo, rápido y de golpe. Así que allá va: no me gusta 'Mars Attacks!' (id, Tim Burton, 1996), nunca me ha gustado y creo que nunca lo hará, sobre todo a la vista de los resultados que se han derivado de su último visionado. Pero cuidado, eso no quita para que, como trataré de exponer en los párrafos que siguen, sea capaz de valorar en su justa medida lo que este título supone dentro de la trayectoria del cineasta de Burbank, pueda discernir y apreciar cuáles eran las intenciones para ponerla en pie o incluso llegue a alabar algunas de las virtudes incuestionables que atesora su metraje.
Siguiendo con la plena honestidad, y aun a sabiendas de que a ojos de muchos de vosotros, estimados lectores, de nada valdrán ninguno de los argumentos que expondré más abajo cuando vienen enunciados por alguien a quien no le gusta la película, he de confesar que cuando acudí a verla al cine hace ya diecisiete año fue una de esas raras ocasiones en las que, incómodo en la butaca por aquello que discurría en pantalla, me planteé en no pocas ocasiones el salir de la sala; una medida que, por una razón u otra, sólo he tomado en un par de extremas ocasiones. Y si 'Mars Attacks!' no terminó siendo una de ellas fue por los pelos.
Volviendo a la Warner
Tras haber pasado casi un año sin rodar después de la gélida acogida que tuvo su magnífica 'Ed Wood' (id, 1994), y aunque había considerado la posibilidad de volver a la silla de mano de algún que otro proyecto, Tim Burton decidió en 1995 que ya era hora de hacer sonar de nuevo su nombre con una propuesta que, en cierto modo, entroncaba de forma directa con el espíritu que había emanado del biopic sobre "el peor director de cine de la historia".
Presentada al director de mano de Jonathan Gems, co-guionista del filme, 'Mars Attacks!' iba a basarse en una colección de trading cards de los años sesenta editada por una compañía de chicles, la Topps Chewing Gum Company, en la que unos desagradables marcianos de color verdoso, gigantescas cabezas y expuestos cerebros se dedicaban a hacer todo tipo de atrocidades a los sufridos humanos a los que invadían.
Con esta base de partida, y utilizando como mimbres para coser el guión doce de las cartas elegidas completamente al azar —algo que habla, y mucho, de las pretensiones de Burton de cara a la cinta— Burton y Gems redactarían un libreto que era parte homenaje al cine de ciencia-ficción de los años 50, parte filme de catástrofes al modo de las cintas de Irwin Allen y todo sátira feroz y caústica contra cualquier estamento que uno pueda imaginar de la sociedad norteamericana, esa de la que Burton jamás ha parecido formar parte.
Contando de nuevo con el apoyo de la Warner, que dio plenas libertades al realizador para hacer casi lo que se le antojara —una de las pocas cosas que no le permitieron, por lo mucho que habría aumentado los costes de producción, fue que los marcianos se animaran mediante stop-motion—, Burton contó con 70 millones de dólares para rodar una cinta que, a la manera de 'Terremoto' ('Earthquake', Mark Robson, 1974) o 'El coloso en llamas' ('The Towering Inferno', John Guillermin, 1974) iba a contar con el reparto más estelar de cuantos ha utilizado el cineasta a lo largo de su carrera.
Y aunque fueron muchos actores los que no aceptaron la propuesta de participar en la cinta por lo inamovible de la postura de Burton acerca de realizar cualquier cambio en los papeles que deberían interpretar —postura respaldada por la productora, claro está— la implicación de Jack Nicholson en el proyecto supuso el paso decisivo para que Glen Close, Pierce Brosnan, Michael J.Fox, Annette Bening, Rod Steiger, Martin Short, Sarah Jessica Parker, Danny De Vito y Natalie Portman terminaran formando parte de un multiestelar reparto en el que también intervinieron rostros como los de Pam Grier, Tom Jones o un por aquel entonces casi desconocido Jack Black.
Desgraciadamente para el realizador, su sólido reparto, sobre el que después volveremos, no fue garante suficiente para que, desde el momento de su estreno en las Navidades de 1996, 'Mars Attacks!' se convirtiera en el desastre económico más sonado de la trayectoria del director norteamericano. Saldándose su recorrido por la taquilla estadounidense con unos exiguos 37 millones, la crítica al otro lado del charco no fue nada benévola con la cinta, algo que, en palabras del director, era debido a que:
Solo una minoría —en Estados Unidos— ha conservado el sentido del humor. De un tiempo a esta parte (...) parece que todo lo cómico es ofensivo. El sentido del humor es algo a perseguir. La ironía sobre nuestras instituciones y sobre nosotros mismos, que era algo genuinamente americano, se ha criminalizado. Uno de los motivos por los que yo hice 'Mars Attacks!' fue para reflejar eso. Yo me siento muy alejado de estas corrientes que dominan Estados Unidos. En el fondo, en mi país me siento muy marciano.
El absurdo llevado al paroxismo
Gran parte, sino toda, de la efectividad de cara al espectador de 'Mars Attacks!' descansa en la aceptación desde un principio de que todo el metraje, desde el primer al último minuto, es una desproporcionada broma que, como apuntaba más arriba, pretende caricaturizar al máximo a los estamentos de la sociedad norteamericana, ironizando sobre el poder político, el económico, el científico y el militar y convirtiendo el humor que en otros filmes suyos como 'Bitelchús' ('Beetlejuice', 1988) eran apoyos al discurrir de la acción en el único elemento que vertebra la totalidad de la cinta.
Queda claro pues que si el espectador no entra a formar parte del juego que plantea el cineasta desde que vemos esa manada de vacas ardiendo cruzarse ante la atónita mirada de un par de granjeros, la incapacidad de aceptar la alocada trama de la cinta —que adolece de severos problemas de ritmo y de situaciones puestas ahí por el simple hecho de servir como poderoso chiste visual— afectará a la percepción de la misma como lo hizo, y sigue haciendo, con el que este suscribe.
Y no me malinterpreten, me gusta reírme en el cine como el que más, y no negaré que ante algunas de las muchas burradas que Burton pone en juego durante la cinta —me quedo con ese platillo volante derribando el obelisco de Washington de tal manera que acabe aplastando a un grupo de boy-scouts— la carcajada asome sin problemas; pero lo que mi sentido del humor no puede llegar a aceptar es la firme voluntad del filme por conseguir que la acumulación de sin sentidos no termine agotando al respetable, algo que, en mi humilde opinión, se queda muy lejos de lograr.
Ahora bien, en lo que sí me parece que 'Mars Attacks!' no fracasa es tanto en el sentido homenaje que Burton plantea con el filme a los modos cinematográficos de la ciencia-ficción de serie B de los años cincuenta en general —aquella que estamos repasando ahora mismo en el ciclo de cine de ciencia-ficción— y, por supuesto, la que queda particularizada en 'Plan 9 from outer space', un filme que el cineasta nunca ha tenido reparos en elogiar.
Superproducción ataviada de serie B, Burton no sólo no oculta en ningún momento las intenciones de rendir pleitesía a unas formas de hacer cine que quedaron obsoletas mucho tiempo atrás, sino que, en ese nadar contracorriente que casi siempre ha sido su trayectoria, se regocija en poder hacerlo con el pleno consentimiento de una major, alejándose de las tendencias por las que la ciencia-ficción transitaba a finales de los noventa.
Sin ir más lejos, no hay ningún parecido entre este filme e 'Independence Day' (id, Roland Emmerich, 1996), algo que los créditos iniciales dejan bien claro desde el uso de la tipografía, pasando por la música de un Danny Elfman que recupera el uso del Theremin —instrumento muy querido por el género décadas atrás—, y los incontables encuadres diferentes con que se muestran a esos dos platos pegados que son las naves marcianas.
Festival autoconsciente en todo momento de la burla y el esperpento reflejado en sus acartonadísimos y arquetípicos personajes, algo que resulta dolorosamente evidente en Tom Jones y, en menor medida, en el resto del reparto, o en la forma en la que se termina venciendo a los extraterrestres —versión bizarra de la que podíamos ver en 'La guerra de los mundos' ('The War of the Worlds', Byron Haskin, 1953)—, 'Mars Attacks!' es, en última instancia, un filme "burtoniano" 100% con todo lo que ello implica para bien o para mal. Que el visionado de la cinta caiga en uno u otro lado del espectro depende, como afirmaba arriba, de la voluntad del espectador. Y yo ya he dejado bien clara cuál fue, y sigue siendo, la mía. ¿Cuál es la vuestra?
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