Me atrae mucho la animación por stop-motion simplemente porque me parece una hermosa expresión artística. Hay algo en la forma en la forma en la que los animadores toman un objeto inanimado y le dan vida que me fascina, porque a diferencia de la animación tradicional puedes ver los sets en miniatura delante de ti y eso es algo que nunca deja de entusiasmarme (...)No podría imaginar 'Pesadilla antes de Navidad' de otra manera y lo mismo vale para 'La novia cadáver'. Tim Burton
Por más que tuviéramos medianamente claro que Tim Burton volvería tarde o temprano al mundo de la animación mediante la maravillosa técnica del stop-motion, los once años que transcurrieron entre la magnífica 'Pesadilla antes de Navidad' ('A Nightmare Before Christmas', Henry Selick, 1993) y 'La novia cadáver' ('The Corpse Bride', Tim Burton, 2005) fueron eternos, máxime cuando el director afirmaba de cuando en cuando su voluntad de regresar al género que tantas satisfacciones le había reportado a principios de los noventa.
Y así, en uno de los períodos creativos más fecundos del cineasta de Burbank, que le llevó a rodar tres filmes en un periodo de tiempo de dos años, aquellos que éramos adolescentes cuando Jack Skellington irrumpió en nuestras vidas, pudimos asomarnos al pasado de la mano de un filme que, tanto en su configuración visual como en su argumento, recuerda poderosamente a 'Pesadilla...', pudiendo casi contemplarse la cinta que hoy nos ocupa como el complemento perfecto para un díptico animado que orbita alrededor del mundo de los vivos y, sobre todo, del de los muertos.
La idea para lo que terminaría convirtiéndose en el guión de la cinta, le llegó al director a través de una leyenda del folklore judío en la que, bromeando, un hombre pone un anillo en un dedo que sale del suelo y, al pronunciar los votos matrimoniales, se casa sin pretenderlo con la mujer a quién dicho apéndice pertenece. Tomando como partida argumental un relato del que lo que más le interesaba era —cómo no— el personaje de la fenecida novia, Burton enhebró un primer esbozo de guión a principios de los noventa que le serviría como apoyo para construir el libreto definitivo junto a John August, Caroline Thompson y Pamela Petler.
En la historia que la cinta nos narra, y tras unos fabulosos créditos iniciales puntualizados musicalmente a la perfección por un inspiradísimo Danny Elfman, conoceremos a Victor, el hijo de un matrimonio de ricachones pescaderos que van a casar a su vástago con Victoria, la hija de una empobrecida —aunque éste sea un detalle que nadie conoce— familia "con nombre". Un matrimonio de conveniencia que al joven pálido que parece salido de un relato de Poe le causará más de un quebradero de cabeza cuando, huyendo del desastroso ensayo general de la ceremonia coloque el anillo de casado en una rama en forma de dedo que sobresale del suelo del bosque y contraiga esponsales con Emily, una joven con una trágica historia que introducirá a Victor en el dicharachero mundo de los muertos.
Y es que, como ya sucediera en 'Pesadilla...' si por algo se caracteriza 'La novia cadáver' es por los diáfanos matices con los que Burton caracteriza a los dos mundos en los que se mueve la acción: mientras que el de los fallecidos es uno lleno de colorido, alegría y despreocupación donde los cadáveres saben como montar una fiesta continua, el de los vivos es grisáceo, plomizo y lleno de personajes cuya amargada existencia contrasta sobremanera con la de aquellos del más allá.
(Unas acotaciones algo "spoileantes") Tanto es así, que uno de los mejores momentos de la acción, si no el mejor, es aquél en el que ambos universos entran en contacto, observándose cómo al horror inicial de los vivos al encontrarse con los muertos —atención a los maravillosos diseños de todos y cada uno de ellos— se contrapone de forma genial la algarabía de estos últimos al reencontrarse con sus familiares y amigos, aprovechando Burton para introducir uno de los mejores chistes del filme al hacer referencia a cierto mítico título de la Warner con Clark Gable y Vivian Leigh (Fin de las acotaciones).
Jalonada por cuatro números musicales a cada cual mejor —impresionante es el 'According to plan' con el que arranca la cinta—, 'La novia cadáver' se beneficia, por supuesto en versión original, de los muchos y muy diversos talentos que prestan su voz a los personajes. Los tres principales, Victor, Victoria y Emily, diseñados para que se parezcan a sus contrapartidas humanas, son encarnados por Johnny Depp, Emily Watson y Helena Bonham Carter respectivamente —aunque el personaje de la novia recuerde mucho más a Lisa Marie que a la pareja del cineasta— y a su lado encontramos a voces tan reconocibles como las de Albert Finney o ese Christopher Lee que volvía a servir a Burton como sustituto de su adorado Vincent Price.
Llena de humor negro, y de precisa duración —¿quién ha dicho que no se puede contar una buena historia en menos de ochenta minutos?— 'La novia cadáver' es un ejemplo más de lo que Tim Burton puede llegar a ofrecer al público cuando se apasiona por la historia que quiere contar y por los personajes que la protagonizan, dejando para el recuerdo el filme momentos inolvidables como ese poético final envuelto en una arrebatadora belleza plástica que, desgraciadamente, el director no ha sabido recuperar en los proyectos en los que ha ido involucrándose desde 2005.
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