Cuatro fueron los factores que moldearon desde la infancia la peculiar personalidad del cineasta que llegaría a ser Tim Burton: consumidor compulsivo de televisión y cine de una parte, lector ávido de los relatos de Poe y los libros del Dr.Seuss por otra, sería el descubrimiento del universo de la animación de la United Productors of America —los creadores del entrañable Mr.Magoo— y la Warner lo que realmente terminaría determinando que con dieciocho años y tremendas aptitudes artísticas Burton fuera galardonado con una beca en el California Arts Institute de donde saldría tres años después para entrar en la Disney gracias a ese simpático y muy premonitorio —por lo mucho que adelanta del estilo burtoniano— corto llamado 'Stalk of the celerity monster'.
Un chico con suerte: Burton en corto
Dada su personalidad, no creo que sorprenda a nadie el que Tim Burton no supiera/pudiera adaptarse ni al "blandito" estilo de dibujo imperante en Disney ni al sistema de producción que la compañía imponía a sus empleados, queriendo que "seas un artista, pero al mismo tiempo quieren que seas un obrero, un zombi sin personalidad": matrimonio abocado al fracaso, la participación de Burton en 'Tod y Toby' ('The fox and the hound', Art Stevens, Ted Berman, Richard Rich, 1981) o 'Taron y el caldero mágico' ('The black cauldron', Ted Berman, Richard Rich, 1985) demostró la notoria incapacidad del artista para el trabajo de dibujante que le exigía la productora.
Y si no hubiera sido por la suerte que el cineasta demostró tener durante estos sus primeros años de trayectoria, es muy probable que su nombre hubiera quedado enterrado en el olvido. Pero quiso el azar que dos importantes ejecutivos de la compañía se fijaran en sus extraños dibujos y consiguieran sacarle a los estudios 60.000 dólares para financiarle a Burton un corto que debía ser rodado en stop-motion. Nacía así 'Vincent' (id, 1982), cinco magistrales minutos que ya ponen de relieve muchas de las constantes que el realizador desarrollará en la práctica totalidad de su filmografía.
De claras influencias expresionistas —sólo hay que ver la foto de más arriba— 'Vincent' recibió muchos elogios por parte de la crítica especializada en animación, lo que sirvió para que Disney siguiera confiando en él y le encargara una versión de 'Hansel y Gretel' ('Hansel and Gretel', 1983), rodada con actores japoneses y al parecer bastante olvidable o, en otro golpe de suerte, el homenaje al 'Frankenstein' de James Whale que fue 'Frankenweenie' (id, 1984), un corto de media hora de duración rodado en blanco y negro e imagen real que volvía a poner de manifiesto sus filias y del que hablaremos de nuevo, largo y tendido, al final de este especial.
Pasando de nuevo sin pena ni gloria, Burton decidió entonces poner fin a su colaboración con Disney motivado sobre todo por la invitación de Shelley Duval para firmar uno de los episodios de la serie 'Cuentos de hadas' ('Faerie tale theater', 1982-1987): de dicha invitación nacía 'Aladdin and his wonderful lamp' (1984), cuarenta siete minutos bastante extraños que si de algo sirven es de temprana muestra del mal acomodo que Burton ha tenido con los productos de encargo, que siempre han supuesto los puntos más bajos de su carrera.
La puesta de largo
Nunca pensé seriamente en hacer cine como medio de vida, (...) nunca me dije conscientemente que quería hacer cine (...) me encontré con ello por suerte después de mis años en Disney.
Y en esta ocasión la suerte se llamó Warner Bros. que se fijó en el joven director como el idóneo para poner en pie esta surrealista y estrambótica película que es 'La gran aventura de Pee Wee' ('Pee-Wee's big adventure', 1985), una cinta que fue todo un éxito en Estados Unidos recaudando 40 millones de dólares para los 7 de presupuesto que le supuso a las arcas de la major y que unía a las filias visuales de Burton el excéntrico —alguien podría decir que odioso, pero ese alguien no voy a ser yo— talento de Paul Reubens, un personaje cómico que llevaba cinco años triunfando en la caja tonta de mano de la HBO con un show que homenajeaba antiguos programas de bajo presupuesto de los años 50 destinados a los más pequeños de la casa.
De argumento simplicísimo —a Pee-Wee le roban su querida bicicleta y tiene que recorrer medio país para encontrarla— las únicas dos veces que he visionado este filme, allá por finales de los ochenta y ahora para este especial, han dejado las mismas y estridentes impresiones. Unas impresiones que quedan marcadas por mi incapacidad para soportar a su protagonista o entender como un personaje tan insoportable como Pee-Wee, con esa risita histérica que emite cada cuatro gestos, lo extremadamente amanerado de sus poses o el almibarado del universo que el actor construyó a su alrededor, pudo llegar a convertirse en un icono de la cultura popular norteamericana que incluso hoy —después de aquel escándalo masturbatorio en el que se vió envuelto a principios de los noventa— continua siendo jaleado en sus contadas intervenciones.
A lo anterior hay que añadirle un guión que funciona, o pretende funcionar, por acumulación, siendo todo su primer tramo de un regusto kitsch horroroso que se relaja cuando Pee-Wee se echa a la carretera para buscar su preciada posesión, contrastando la cruda realidad de la América que recorre el personaje con el colorido y ficticio mundo en el que habita, un mundo de juguete en el que él, como niño grande que nunca ha sabido que es eso de madurar, se rodea de imposibles máquinas Rube-Goldberg y miles de referencias a la iconografía norteamericana popular en su excéntrica morada.
Pero más allá de lo soportable o insoportable del personaje, de una acción alocada que no lleva a ninguna parte y de una cohorte de secundarios puestos ahí para servir de punching ball a su protagonista absoluto revisar 'La gran aventura de Pee-Wee' resulta de interés para el amante del cine de Burton por los muchos mimbres que podemos encontrar sobre el cine que el director ha firmado en las tres últimas décadas: fundamental resulta aquí, y lo seguirá siendo en todas sus apuestas personales —harina de otro costal serán, como ya he comentado, los proyectos de encargo—, el sujeto, el personaje central alrededor del cual gira todo.
En palabras del director:
Siempre que hago algo empiezo por el personaje. (...)Todo está pensado para apoyar a estos personajes, de modo que cada decisión que tomamos se basa en eso, condicionada por el personaje, y asegurándonos de que va bien con lo que el personaje es.
Burton subyuga así cualquier otra disquisición a la definición de sus figuras centrales, y aunque aquí nos encontramos con un proyecto no puesto en marcha por él, resulta incuestionable que lo que atrajo al cineasta a este título fue fundamentalmente el hecho de que toda la producción orbitara alrededor de un Pee-Wee que, como después seguiremos viendo en sus cintas, es una persona desplazada, incomprendida e inadaptada. Un reflejo en cierto sentido del propio cineasta que, ante todo, siempre ha buscado la libertad en su forma de hacer cine, no sujetándose a los parámetros que caracterizan al mainstream hollywoodiense.
Y si algo es 'La gran aventura de Pee-Wee' es precisamente eso, un canto a la libertad creativa que, unido a sus anteriores títulos, conforma de manera inequívoca la cimentación sobre la que Burton irá construyendo un corpus cinematográfico que siempre orbitará sobre el mismo puñado de factores inconfundibles. Unos factores que iremos analizando conforme vayamos avanzando en este especial y que, no cabe duda, componen el inequívoco sello de este personal cineasta.
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