Muchos han aplaudido a 'Tiana y el sapo' por ser el regreso de la mítica Disney a la animación bidimensional, a esa animación clásica, de coloridos dibujos y personajes entrañables con historias de toda la vida que siempre acaban enganchando a pequeños y mayores. Sin duda, una decisión valiente y más viniendo de quien ha apostado y, ofrecido, el mayor empuje al cine de animación en 3D, hoy día tan en boga. Pero, puede que por una desacertada campaña de marketing, la película no ha cuajado entre los niños de ahora. Quizás, porque para tan esperado regreso al clasicismo Disney podían haber buscado una historia con más gancho.
Y todo esto sin desmerecer el encomiable trabajo de animación de 'Tiana y el sapo', que siendo marca de la casa, no podía tener otro calificativo que brillante. Pero, sin embargo, el guión, adaptando un cuento clásico, pero menor (no nos engañemos), no termina de rubricar la altura manifestada en el diseño de personajes y partituras generadas para la película.
Grandes números musicales a ritmo jazz clásico, una ambientación de época en la gloriosa Nueva Orleans, y una protagonista de raza afroamericana (la primera en la historia de Disney), en la era Obama, que asume los valores, encomiables, que la película transmite, para deleite de padres y madres. Es sin embargo, el príncipe, ese personaje alocado, descerebrado y enamorado del ritmo, el que tampoco está a la altura. Un personaje falto de carisma y que no acompaña con suficiente empatía a Tiana, una joven de clase trabajadora y de corazón enorme.
Al igual que los secundarios, que poseen algunos de los momentos más brillantes (véase el caimán y su pasión jazzística o esa luciérnaga enamorada y valiente), el villano, Dr. Facilier, no está lo suficientemente aprovechado. Una especie de brujo seductor, conocedor de magia negra, vudú y fuerzas del más allá, que junto con su sombra intenta atemorizar a la protagonista (y de paso a alguno de los pequeños de la platea), pero que mediada la película y tras presentarse con elegancia, oscuridad y cierto dinamismo, queda desaparecido hasta el acto final.
Y es que precisamente, la historia de 'Tiana y el sapo', con un arranque soberbio, que contiene elipsis brillantes y números musicales contagiosos en el ritmo, pierde muchos enteros cuando la historia se sale de Nueva Orleans, y nos traslada a las ranas protagonistas al mundo de la charca, donde se atasca, y decae el ritmo de forma notable. Un bache, que consigue remontar tan sólo hacia el final, y retomando el gran nivel mostrado en el inicio.
Al margen de elementos que no están demasiado bien engarzados, como las verdaderas intenciones del villano de turno, o la aparición de esa Mamá Odie, una bruja metida con calzador y poco aprovechada, que tan sólo sirve para el cometido esencial y necesario en la historia, de darle solución a las ranas y sus intenciones, mantiene el espectáculo primando el entretenimiento para los espectadores más jóvenes.
Pero, con todo, la película brilla en lo que siempre Disney ha sabido hacer bien: dibujos asombrosos, números musicales brillantes y ofrecer un mensaje moral que llega a todos por igual, cosa que hoy día es más de agradecer, si cabe. Mención aparte requiere la brillante música de Randy Newman, obligada a alcanzar los niveles a los que, habitualmente, nos había acostumbrado en anteriores películas de animación clásica. Y aquí lo vuelve a conseguir con canciones magníficas, con el jazz presente y el espectáculo estilo Broadway como inspiración, que, por desgracia, desmerecen y mucho en el doblaje español, que adolece de falto de chispa y desacertado del todo en las voces.
Por supuesto, y teniendo en cuenta que 'Tiana y el sapo' suponía un regreso al pasado glorioso, no faltan las referencias claras a títulos inolvidables. Se pueden encontrar momentos como la carroza de Mardi Gras ambientada claramente en 'La sirenita' (de los mismos realizadores), el ricachón disfrazado de Zeus en la fiesta de disfraces ('Hércules'), o momentos de gran similitud a la narración de la espléndida 'La dama y el vagabundo', por elegir sólo algunos. Los más avezados aficionados del mundo Disney seguro podrán encontrar muchos más.
En definitiva, un valiente regreso al clasicismo Disney, de ejecución impecable, con números musicales de gran valor y con los valores que siempre han calado en el corazón de todos, aunque tenga momentos que el guión naufraga con personajes desaprovechados. Aún así, siempre deja el buen sabor de boca que una película de Disney suele conseguir.
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