Durante muchas décadas, el secreto de la animación de Disney, su inusitada capacidad para transformar unos trazos en sinónimo de vida y de narración, fue inalcanzable para el resto de las compañías. Había en su receta algún ingrediente único, marca de la casa, que convertía en una joya animada todo lo que tocaban. Ellos eran sus propios competidores. Sin embargo, toda fórmula termina agotándose en sí misma, y en los años ochenta les sobrevino una crisis de identidad y de narratividad que concluyó con la refrescante, arrolladora joya de animación que fue 'La sirenita', dirigida por John Musker y Ron Clements.
Ahora, más de veinte años después, la compañía se encuentra metida en otra crisis, la que arrincona al cine de animación tradicional, vencido por el cine generado por ordenador. Y, de nuevo, ellos son sus propios competidores, pues fusionados con Pixar de nuevo, siguen sin tener rival. Pero tiene algo de suicida, y también de mucho amor por algo (ambas son la misma cosa, en el fondo), regresar ahora al soporte que tantas alegrías les dio, y con los dos creadores que más y mejor colaboraron a su resurgir.
De modo que Musker y Clements vuelven a la dirección siete años después de aquella 'El planeta del tesoro', que tan mal funcionó en taquilla, y con 'La sirenita' y la insuperable 'Aladdin' siempre en el recuerdo. Tampoco les quedó nada mal 'Hércules', por mucho que algunos se empeñen en lo contrario. Su 'Tiana y el sapo' no llega, ni por asomo, al nivel de ingenio y energía de aquellas dos maravillosas películas, pero desde luego está bastante mejor que la última suya, y no desmerece nada al lado de 'Hércules'.
De batracios, pantanos, sombras y luciérnagas
Como todo el mundo sabe, estamos ante una reformulación del mito de la princesa y el sapo, que está revestida de manera admirable por los colores, las densidades y la música de Nueva Orleans. La música Jazz es un personaje más de la película, e impregna hasta el ritmo de la película y la caracterización de los personajes, lo que es un hallazgo y un signo de que los creadores de la película, y todos los animadores, se la han tomado muy en serio. Qué duda cabe que nos vamos a encontrar con un par de toneladas de azúcar, pues estamos en un Disney, pero también hay bastante más.
Para empezar una protagonista que es digna heredera de las mejores y más enérgicas heroínas Disney, aunque en verdad es una especie de anti-heroína. Tiana es el corazón y el alma de la película, y una vez más los animadores vuelven a deleitarnos con su asombrosa pericia a la hora de dotar de emociones a un trazo tan sencillo. Pero hay novedades, porque esta guapa mujer negra de clase trabajadora luchará contra una serie de traumas anímicos que darán lugar a una serie de ramificaciones realmente notables. Y todo ello en unos ambientes muy trabajados, con los pantanos como telón de fondo, con luciérnagas desdentadas, sombras cazadoras...
Musker y Clements dirigen con su ritmazo habitual, aunque se percibe cierta aceleración innecesaria en algunos compases. Según ellos mismos nos dijeron, porque saben que el espectador menor de edad potencial de la película está acostumbrado a una mayor velocidad, pero no creo que haya sido una decisión acertada, por cuanto algunas secuencias de acción quedan hiperbolizadas. Sin embargo son defectos menores, pues el colorido, el ingenio y la imaginación desbordante de secuencias como las de la canción de Facilier (una creación fascinante), nos recuerdan que estamos en primera división del cine de animación mundial.
Y, por supuesto, no podemos olvidarnos de una docena larga de gags absolutamente geniales, muy del gusto de los cineastas, que nos harán reir con ganas, abandonados a la sucesión de desvergonzadas locuras de unos personajes arquetípicos pero no por ello esquemáticos. El conjunto termina siendo de una generosidad y una alegría de narrar inapelables, de una artesanía muy alejada del realismo a veces mareante de la 3D y muy de agradecer.
Una animación altamente recomendable, que amplia el marco de las posibilidades de este cine tan laborioso y tan del gusto del gran público.
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