Más de una década y 28 películas después —29 si contamos la que nos ocupa— desde la toma de contacto con la 'Iron Man' de Jon Favreau, mi experiencia con el Unvierso Cinematográfico de Marvel ha dejado claro que, al menos en base a mis sensibilidades y preferencias, sus mejores largometrajes han sido los que han apostado por escapar de lo común y potenciar la voz de sus máximos responsables.
Obviando los dos grandes bombazos que culminaron la Fase 3 bajo el título de 'Vengadores: Infinity War' y 'Endgame', mis filmes predilectos del macroproyecto de La casa de las ideas incluyen el thriller de espías al más puro estilo Tom Clancy 'Capitán América: El soldado de Invierno', el genial despiporre marca de la casa Shane Black de 'Iron Man 3' y una 'Thor: Ragnarok' que redibujó al Dios del Trueno bajo la batuta de un Taika Waititi en estado de gracia.
Ahora, con el neozelandés nuevamente al frente, 'Thor: Love and Thunder' vuelve a triunfar donde lo hizo su predecesora, marcando el camino que debería seguir el MCU a golpe de originalidad, sentido del humor, autoconsciencia y desparpajo. Todo ello en una épica espacial con un corazón gigantesco que se alza como la mejor cinta de la Fase 4 hasta la fecha.
Heavy metal
La verdad siempre por delante: si no te gustó 'Thor: Ragnarok' es tremendamente improbable que lo haga 'Love and Thunder', porque la nueva aventura en solitario del superhéroe marvelita abraza el tono, la comprensión de la comedia y la esencia retropulp de la anterior película y los eleva a la enésima potencia; resultando en un par de horas de diversión a raudales cortesía de un Waititi desatado y totalmente en su elemento.
Esta propuesta tonal, predominante en la inmensa mayoría de un trabajo que no duda en jugar con los cánones de la comedia romántica de manual, contrasta con algunos de sus temas subyacentes y subtramas; a priori susceptibles de ser tratados con una mayor sobriedad. No obstante, estamos ante una creación de un autor con una visión sólida que equilibra la balanza hasta alcanzar unas dinámicas dignas de la mejor feel good movie.
De igual modo, 'Thor: Love and Thunder' acierta al combinar el espectáculo arrollador y colorido alineado con el de la última entrega —con unas setpieces electrizantes y, puntualmente, imaginativas— y una narrativa impecable, desarrollada a toda velocidad, y que tan sólo necesita 120 minutos para redondear un relato que funciona a la perfección.
No obstante, y para sorpresa de nadie —o eso espero—, la verdadera alma de la función habita en sus personajes; encantadores y con una química en pantalla envidiable. Más allá de un Chris Hemsworth que vuelve a demostrar que lo suyo es la comedia —lo de 'Cazafantasmas' sigue siendo impagable—, destacan una Natalie Portman imponente como Thor, y un Christian Bale que nos deja uno de los villanos más redondos —si no el más— del MCU desde Thanos.
En una de las escenas de 'Thor: Love and Thunder', un mundo monocromático se ve infiltrado por destellos de color. Esto podría servir como analogía para un largometraje que refleja la mejor cara del Universo Cinematográfico de Marvel y que brilla entre fórmulas y fotocopias a golpe de libertad creativa, de identidad propia, y de falta de complejos.
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