'There Will Be Blood (Pozos de Ambición)', la maldición del oro negro

El pasado viernes fue un día de estrenos fuertes en España. De una vez nos llegó lo último de dos de los mejores directores actuales, 'Sweeney Todd', de Tim Burton, y 'There Will be Blood', de Paul Thomas Anderson. De la primera ya di mi opinión hace un par de días y ahora paso a la segunda. Con 8 nominaciones a los Oscar (incluyendo mejor película, director y actor principal), lo nuevo de P.T. Anderson, con el gran Daniel Day-Lewis al frente del reparto, prometía ser una de las mejores películas del año. Así me lo pareció, y así lo dije, cuando vi su primer trailer. Sin embargo, como pasó con la del barbero asesino, el producto final no ha llegado al nivel de las (altísimas) expectativas. No es esa obra maestra que esperaba; "sólo" es una buena película, interesante, con momentos brillantes y otros muy prescindibles.

Basada en 'Oil!', la novela de Upton Sinclair, 'There Will Be Blood: Pozos de Ambición' gira en torno a Daniel Plainview, un prospector de Texas de comienzos del siglo XX, en los primeros años del negocio del petróleo. Un magnate hecho a sí mismo que va acompañado de su hijo adoptivo, H.W. en busca de nuevos territorios donde obtener el preciado oro negro. Un misterioso joven, que luego resulta ser el líder de una secta religiosa, le pondrá sobre la pista de Little Boston, un pueblo con abundante petróleo aún por extraer...

La película comienza de forma muy significativa, con un plano de un paisaje desértico, unas montañas, y un extracto musical que va subiendo de intensidad, encogiendo el corazón. Automáticamente, me vino a la mente la idea de que el lugar estaba a punto de presenciar algo oscuro, tenebroso, diabólico. Da la impresión de que hay algo que nos amenaza y que está a punto de explotar (explotará, por supuesto). A continuación, se nos muestra al protagonista, a Daniel (Day-Lewis) Plainview, trabajando obsesivamente, excavando en el suelo. Su esfuerzo dará resultado y encontrará un yacimiento de petróleo. Con un grupo de trabajadores termina su primer pozo productivo. El comienzo de un negocio y de una fortuna. Malditos ambos.

Y es que si algo me queda tras ver 'There Will be Blood' es la inquietante sensación que me duró durante casi todo el extenso metraje, de que ese petróleo, ese oro negro, es una maldición que corrompe al que lo desea con todo su alma, transformando al ser humano en un ser corrupto, en un adicto a un producto que parece arrancado del fondo de la tierra. La interpretación de Daniel Day-Lewis, la fotografía (maravillosa) de Robert Elswit, y como he señalado, la composición musical de Jonny Greenwood, orquestados por la mano de Thomas Anderson, forman una aterradora visión del lado oscuro de un hombre que sólo vive para enriquecerse y para odiar a los demás. Definitivamente, la película consigue transmitir la idea de un infierno desatado, de un aplastante y tentador poder que destroza el alma de los hombres.

En este sentido, destaca por méritos propios un impresionante Daniel Day-Lewis, al que parece que van a dar todos los premios existentes por su trabajo en este film. No creo que se los merezca (todos), a lo largo del año hemos visto interpretaciones excepcionales que están siendo injustamente olvidadas por el efecto recencia (lo último que ves te parece más importante; lo que viste hace tiempo pierde valor). Day-Lewis se mete en la piel del despreciable (pero fascinante) magnate Plainview y nos ofrece una composición perfecta. En su rostro se dibujan todo tipo de expresiones y emociones, pero especialmente le domina el espíritu del personaje: Plainview no soporta nada, odia a todos, sólo quiere triunfar con sus propias ideas y aislarse, vivir solo. Como muestra de la falta de humanidad del personaje, citar dos momentos relacionados con su hijo; el primero es cuando lo abandona para reírse por la suerte de haber encontrado un gran pozo de petróleo, de haber triunfado; el segundo acontece cuando vuelve a ver a unos empresarios en un restaurante y no soporta la idea de que estén ahí delante de él sonriendo y charlando animadamente.

Es cierto que hay un problema con el personaje hacia el final de la película. Day-Lewis exagera mucho su interpetación y hay momentos en los que parece que estemos viendo una comedia absurda. Sin embargo, creo que no existe otra opción. Plainview está donde quería estar pero su alma está podrida a causa de ese oro negro maldito. Nada tiene sentido y esto tiene que mostrarse de alguna forma. Como lo hace el actor creo que es totalmente válido; llama la atención, desde luego, pero es que el personaje está fuera de sí, ha dejado atrás toda su humanidad para convertirse definitivamente en una sombra monstruosa.

Pero que este grandísimo actor esté tan bien no es de extrañar. Lo que sí sorprende es el fantástico trabajo del joven Paul Dano, nombre al que todos asociamos (normal, su carrera acaba de empezar) con la refrescante 'Pequeña Miss Sunshine' ('Juno' ha ocupado el puesto de este film en los Oscar). Dano tiene delante a uno de los mejores actores del planeta, con un personaje que le viene como anillo al dedo, y no sólo resiste el duelo, sino que logra, por momentos, que nos fijemos más en él. El personaje de Dano, Eli (o Paul), ese odioso predicador con ansias de poder, de alma tan corrompida como la del magnate, es uno de los grandes aciertos de 'There Will be Blood'. Resulta escandaloso que los miembros de la Academia no hayan premiado al joven actor con una nominación, se la merece tanto como Day-Lewis.

Del resto del reparto, mencionar brevemente el (buen) trabajo de dos actores que tienen menos relevancia de la que, a priori, parece que debieran tener. Me refiero al jovencísimo Dillon Freasier (su personaje va de menos a más) y a Kevin J. O'Connor (no se aprovecha del todo su presencia, ralentizando el relato). El primero interpreta al hijo de Daniel Plainview y el segundo a su hermano; en principio. No es casualidad que ambos personajes no sean realmente quienes se supone que son (tampoco Daniel y Eli se presentan con honestidad) y comiencen siendo fundamentales para el protagonista, que los necesita para seguir con su vida tal como la desea vivir, para acabar de forma totalmente opuesta; Plainview llega a la conclusión de que está solo, que nadie puede estar a su altura y que nadie merece su confianza ni su compañía.

'There Will Be Blood. Pozos de Ambición' se nos queda como una fascinante pero también algo fallida propuesta; con un arranque brillante, un desarrollo con altibajos, donde el espectador puede sentirse pegado a la pantalla tan fácilmente como descubrirse sentado en el sillón mirando con indiferencia, aburrido; y un desenlace muy irregular, tan genial como ridículo. P.T. Anderson logra parte de su cometido, gracias sobre todo a los dos actores principales, lo envuelve todo de forma preciosa, pero se deja llevar, abusa del metraje, y no consigue centrar el relato, escapándosele de las manos. No están justificados en absoluto esos 158 minutos. Hay un buen puñado de secuencias excesivamente lentas, donde se puede cortar para que la narración ganara en agilidad.

Una buena película que da la impresión que no ha ofrecido todo el potencial que llevaba dentro. Desde luego, lo de los Oscar de este año es de traca. Como están haciendo dos de mis compañeros, daré mi particular punto de vista sobre la ceremonia de los premios más lujosos e importantes del séptimo arte, donde, irónicamente, el mejor cine parece que no tiene lugar.

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'There Will Be Blood. Pozos de ambición', todo es excesivo (por Beatriz Maldivia)

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