‘The Yellow Sea’ (‘Hwanghae’, 2010) es el largometraje que escribió y dirigió Na Hong-jin tras ‘The Chaser’, de la que hablamos ayer. Entre ambas películas puede hallarse multitud de paralelismos, así como numerosas diferencias, tanto de aproximación estética como de intenciones profundas.
De nuevo nos encontramos con una fotografía oscura y en tonos azulados, con preponderancia de escenas rodadas por la noche. Como decía ayer, la estética escogida por Na Hong-jin puede suponer un aliciente para la contemplación de sus trabajos, pero no es ni mucho menos el único. La película está rodada en 35 mm. y solo durante las persecuciones que se sitúan hacia el final del metraje, alguna imagen hace pensar en una grabación en HD, que se emplearía en alguna de las cámara extra –pues para estas escenas de acción en las que hay mucho destrozo suelen usarse varias—. Na abandona cierto intento de realismo en el reflejo de la violencia. Aquí es exagerada como acción plausible en un personaje, pero la vemos muy auténtica en cuanto al respeto de las leyes de la física, a diferencia de como ocurre en el cine occidental Si en la previa el arma era el martillo, aquí lo son el hacha y el cuchillo.
Nunca indicaré que ‘The Yellow Sea’ no sea una película violenta, sin embargo defenderé que no consiste en eso. Considero que serán quienes la vean esperando peleas y persecuciones quienes saldrá decepcionados, no porque no las haya, pues te da una buena ración de cada una, sino porque la película va por otro lado, porque se trata de otra cosa. Desde el principio, lo que engancha son los problemas económicos y los vicios del tipo, la pobreza del lugar, las diferencias entre unas zonas y otras… además de que hay un misterio servido. Ni siquiera en duración, por lo menos en la versión del director de dos horas y veinte, la brutalidad es lo que predomina. De hecho, los únicos momentos en los que el montaje hace elipsis son las escenas de peleas –no sé si lo eliminado aquí sí estará incluido en la versión de 156 minutos, pero los cortes me parecen tan elegantes que espero que sean de los que se mantienen en cualquiera de las opciones—.
Con ello no quiero decir que se trate de una de esas cintas en las que la acción sí supone el elemento más importante y, a pesar de ello, se reserve para el final porque todo lo anterior es una preparación para que estalle la violencia. Aquí ocurre de esa forma: al final es cuando llegan las matanzas, pero cuando no las hay, la película interesa igual o más. Nadie lo diría con las imágenes extraídas o las larguísimas escenas de hachazos y destrucción, pero es una película de personaje. La película trata sobre el protagonista, no sobre la violencia. La larga duración se debe a que antes de entrar en el peligro, conocemos su vida y su situación y tenemos que entender por todo lo que pasa para comprender sus reacciones.
Descenso a los infiernos
Nos encontramos una vez más con algo a lo que tanto han recurrido los maestros del thriller, que es situar a un ciudadano anónimo e inocente en un entramado mafioso en el que lo rodean peligrosos criminales y donde todo le viene grande. Este hombre, Jung-woo Ha –en un papel opuesto al psicópata de ‘The Chaser‘–, en esta película en concreto, es un perdedor –taxista, asesino…– y el hecho de mezclarse con esta calaña no solo no le dará oportunidades nuevas y le hará ganar esa confianza que le faltaba, sino que ampliará esa situación de pérdida hasta el límite. La cinta no es complaciente y en este sentido, el final de ‘The Yellow Sea’ es apabullante. Así como algunas resoluciones que buscan la ironía o la lección devastadora me parecen forzados, en este caso creo que todo ha llevado hasta allí y que, a pesar de eso, no es posible imaginarse esa conclusión concreta. El plano del barco es tan bonito como duro. Igualmente irónico resulta que nombren como “el asesino” a este protagonista, subtítulo que llegó a llevar la cinta para su lanzamiento internacional, cuando es el único que no ha matado, hasta cierto momento, a nadie. Pero como lleva el encargo…
‘The Yellow Sea’ no resulta tan rara de estructura como la cinta anterior de su autor, pero sí tiene decisiones que la hace diferente a propuestas occidentales. Una de ellas es la profusión de elementos o de episodios de la narración: se escoge abarcar mucho más con el relato. El enfrentamiento no se produce entre dos bandas, sino entre esas dos bandas contra un protagonista que no va con ninguna de ellas, sino pro su cuenta. Dicho así parece que me refiero a algo habitual, pero la envergadura de esta urdimbre es mucho mayor que la de thrillers habituales. Tiene elementos del cine negro, pero aporta mucha originalidad en esta concepción, así como en la definición de los personajes. Además, presenta un ritmo muy particular, que no es pausado ni parsimonioso, pero tampoco precipitado: es larga y a pesar de eso no se hace pesada porque siempre sucede algo nuevo.
Hay un claro protagonista, que es mejor persona que los demás. Sin embargo, cuando la rivalidad se presenta entre los dos gángsters, la película te sitúa de parte de uno de ellos, como si fuese “más bueno” que el otro. Este es un malo –interpretado por el protagonista de ‘The Chaser’, Yun-seok Kim, donde era bueno, pero cuestionable— de una crueldad es tan exagerada que casi cae en el humor negro o la parodia. Hay menos mezcla de tonos que en ‘The Chaser’, pero sí se acerca en cierto modo a la comedia cuando se retrata a la policía, elemento sobre el que caía la crítica de aquella con mayor fuerza y que aquí sale mal parada en menor medida.
Tras el visionado de las dos películas que ha escrito y dirigido hasta la fecha Na Hong-jin, me alegro de poder contar con otro director surcoreano de referencia, junto con Kim Ki-duk y Bong Joon-ho, a los que ya profesaba una inmensa admiración.
También en Blogdecine | Festival de Cannes 2011: ‘House of Tolerance’ (Bertrand Bonello), ‘The Yellow Sea’ (Na Hong-jin) y ‘Where Do We Go Now?’ (Nadine Labaki).