Modesta, muy consciente de sus limitaciones y de cómo sacar partido escénico a las mismas, la última película de Doug Liman, 'The Wall', parte de una minúscula ambientación bélica pero que, muy al estilo que domina perfectamente el director, deconstruye minuciosamente el género para convertirse en otra cosa. Una mezcla de claustrofobia con pocos personajes estilo Polanski, algo de suspense clásico hitchcockniano (MacGuffin incluido) y un drama humano a pequeña escala.
Liman ya había experimentado anteriormente con los géneros en 'Al filo del mañana', partiendo de la ciencia-ficción bélica para disertar sobre el lenguaje de los videojuegos y la propia ci-fi; o en la infravalorada 'Jumper', sacando un partido nunca visto, casi minimalista, a los superpoderes en la era pre-MCU; o en la también incomprendida 'Sr. y Sra. Smith' solidísima -casi imbatible en su terreno- mezcla de acción y comedia romántica; o, en fin, en la innovadora 'El caso Bourne', donde asumió formas narrativas del cine indie, de donde venía, para renovar el género de espionaje.
En este caso, lo cierto es que el guión se adapta perfectamente a su estilo: se trata de un trabajo de Dwain Worrell ('Iron Fist') que estaba en la famosa Lista Negra de guiones no producidos. Y si bien es cierto que a veces el trabajo de Worrell exhibe ciertos rasgos propios de un amateur, sobre todo en la escasa sofisticación de los diálogos, la historia encaja con las intenciones de Liman, que es capaz de extraer lo mejor de las posibilidades del planteamiento.
Para ello, emplea la ambientación de la guerra de Irak, pero con una historia que podría suceder, con pequeñas diferencias, en cualquier conflicto bélico. Dos soldados norteamericanos (Aaron Taylor-Johnson y John Cena) son acorralados en circunstancias muy desfavorables por un misterioso francotirador iraquí, que hiere gravemente al segundo y obliga al primero a resguardarse tras un muro que se cae a pedazos. El iraquí irrumpe en su señal de radio y mantiene con ellos una conversación entre banal y siniestra, y que podría ocultar una identidad insospechada.
Atrapados tras el muro
La abstracción del escenario refuerza las motivaciones de los personajes, duras, crueles, reducidas a un juego de supervivencia extremo y básico. A lo ya de por sí incivilizado del desierto se le suma un muro que ya no tiene nada alrededor, no sujeta un edificio, a duras penas sirve como parapeto. En ese sentido, Liman hace una labor perfecta: no solo no se echan en falta ingredientes adicionales, sino que queda bien claro que cualquier elemento superfluo arruinaría el perfiladísimo triángulo de personajes (uno invisible y otro inconsciente: a ratos la situación parece un delirio egomaniaco del soldado superviviente).
El único punto débil de 'The Wall', quizás, esté en la aplicación práctica de tan estimulantes mimbres: a veces los personajes, definidos a través de sus diálogos -ya que físicamente poco hacen más que sacarse proyectiles de las extremidades y babear el suelo-, recurren en exceso a los lugares comunes. Llega hasta a declamarse el "Tú y yo no somos tan distintos" propio de un villano de opereta sin la más mínima intención irónica, y eso conduce a cierto distanciamiento por parte del espectador, que ve algo ajenos los conflictos que enfrentan al trío.
Así, la concisión narrativa y la acumulación de tensión se convierten también en una trampa en la que cae la propia película: Liman cumple con su parte del trato y da una auténtica lección de economía de medios narrativos, pero el guión que le acompaña no es capaz, a menudo, de estar a la altura de las circunstancias. Se pierde en algún que otro laberinto argumental, cae en tópicos como la necesidad de aportar una tragedia distintiva (pero complementaria) a cada personaje, y apuesta todas sus cartas a un tramo final que se pretende sorprendente y radical, pero al que le falta afianzarse bien durante el planteamiento de la historia.
En cualquier caso, un experimento diferente y que es capaz de deslizar, sin monsergas sin sermones, alguna interesante reflexión sobre los soldados como carne de cañón o asesinos sin alma a sueldo de poderes invisibles. Nada mal para un artefacto de suspense preciso, en última instancia intrascendente, pero muy efectivo.
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