El viernes se estrena, con más de un año de retraso, ‘The Visitor’, película por la que su protagonista, Richard Jenkins, estuvo nominado a los Oscars. El guión y la dirección corren a cargo de Tom McCarthy, autor de ‘Vías cruzadas’ (‘The Station Agent’), film realmente curioso y recomendable que protagonizó Peter Dinklage.
En ‘The Visitor’, Jenkins representa a un señor que es el colmo de pasar inadvertido. Viudo, profesor de universidad a cuyas clases sólo acuden dos alumnos y olvidado por todos en su faceta de autor, se aferra cómo único aliciente vital a las clases de piano. Pero ni siquiera es buen alumno y una sincera profesora le dice que ya no tiene edad para aprender. En la Universidad donde trabaja le piden que cubra un seminario sobre un trabajo que ha co-firmado, pero en el que confiesa que no ha participado. De mala gana, se traslada a Nueva York, donde posee un piso vacío. Cuando llega, se encuentra con que el apartamento tiene unos inesperados ocupantes.
Existen referencias con tramas similares, como ‘La chica del adiós’ (‘The Goodbye Girl’, 1977), pero el desarrollo posterior de estos acontecimientos, quizá manidos, quizá inverosímiles, es muy diferente. Y nos da igual cómo haya comenzado a ocurrir todo, pues sabemos que eso era sólo el detonante y que lo importante viene después.
La película tiene un extraño ritmo en el que se van sucediendo los giros de guión que envían la historia en direcciones nuevas con mucha más frecuencia que en otros largometrajes. El autor se recrea en algunas de las situaciones, pero esos momentos se hacen más peculiares que aburridos. El tono de ‘The Visitor’ también es otro de los aspectos con los que McCarthy consigue una gran originalidad: lo sitúa entre lo cotidiano, el humor y la vergüenza ajena, mientras va dando paso a una enorme ternura para acabar de forma muy emotiva. Los personajes han pasado y pasan por malos momentos, pero la película nunca exagera el dramatismo y eso se agradece.
‘The Visitor’ es una película muy de personajes en la que la elección y dirección de actores está muy bien llevada a cabo para favorecer esos buenos retratos que ya se habían hecho desde el guión. Jenkins es el actor idóneo para interpretar al personaje de Walter y para hacernos ver, sin aspavientos, cómo la evolución que sufre por causa de los hechos que se derivan de la trama es lo que su corazón necesitaba. Capaz de ser la persona más gris –llevamos décadas viendo su cara como malo o como personaje secundario y nunca había llamado demasiado la atención— también es apto para transmitir sentimientos muy humanos y para mostrarse como alguien muy de verdad, causando una gran empatía.
Haaz Sleiman (en la fotografía anterior), Tarek, merecería haber estado nominado como actor secundario por su papel matizado, misterioso, seductor… Es el catalizador de todos los acontecimientos y del sentir de Walter que se dejará arrastrar por él mientras aprende los ritmos africanos. La israelita Hiam Abbass, en el personaje de madre de Tarek, tiene un rol corto, pero muy importante. Con una gran dignidad y elegancia, es la que termina de remover en Walter las sensaciones que creía perdidas para siempre. Danai Jekesai Gurira, la novia de Tarek, tiene un papel menos agradecido, ya que su única opción es estar de morros todo el tiempo, pero su dureza deja traslucir una gran indefensión que, al igual que los demás personajes, no deja indiferente.
Me parece un tópico decir que la música es como otro personaje, pero podría expresarse así, ya que es lo que le devuelve a Walter la alegría de vivir y la conexión con un mundo que mentalmente casi había abandonado.
Sin que sean realmente el tema central, la película trata también otros asuntos más sociales que internos: el racismo y la política sobre la inmigración en EE. UU. Cuando todo esto entra en juego, el espectador se va a sentir indignado por las injusticias que comportan los métodos de deportación o de aceptación. Pero al igual que con los dramas personales, McCarthy no carga las tintas y esto, al menos para mí, hace que las protestas lleguen mucho más adentro que si se exagerase la tragedia.
En definitiva, ‘The Visitor’ es un film que merece mucha más atención de la que probablemente recibirá: es original, es emotivo y está muy bien llevado en cuanto a su ritmo y a su tono, además de muy bien interpretado. Pero, por si las cuestiones cinematográficas por sí solas no convencen, también hay que decir que es una película divertida que da alegría de vivir.
Más información en Blogdecine sobre ‘The Visitor’ y sobre ‘Vías cruzadas’.
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