Todd Haynes lleva más de tres décadas removiendo y revolviendo pasiones en forma de largometraje, serie, documental, corto o lo que se ponga por delante. Incluso en formato making of. Tras su sobrio drama judicial de hace un par de años el cineasta californiano regresa a lo que mejor sabe hacer con 'The Velvet Underground': malabarismos entre pop y arte.
El retorno de los malditos
No podía ser de otro modo. El director arty que (casi) empezó su carrera con una historia de amor violento entre los poetas Arthur Rimbaud y Paul Verlaine tenía que pasar, tarde o temprano, por el terreno del terciopelo marginado de Lou Reed, John Cale y compañía. A través de un montaje más afín a las reproducciones artísticas que al documental al uso, la película es, claro está, un brillante homenaje a una banda liderada bajo la influenciada del malditismo y las drogas intravenosas.
Uno de los aspectos que más llama la atención en 'The Velvet Underground' es que prefiere mitificar recuerdos de manera selectiva. Prefiere adorar a una época que a ciertos nombres, pero siempre con el gusto exquisito de un cineasta prodigioso que nos ha regalado alguna de las mejores películas de nuestra vida, como 'Safe', por poner un ejemplo.
Haynes, melómano y conocedor del lado más glam y salvaje del rock, no tiene prisa por contarnos los inicios de la banda, el mecenazgo de Andy Warhol y la vida bohemia dentro de lo que se conocía como "la discoteca más grande del mundo". Impagable cómo Cale comenta la grabación de la histriónica y muy desafinada de 'Venus in Furs', canción siempre sospechamos pagana y que escuchamos con otros oídos gracias a la obra maestra de Rob Zombie, 'The Lords of Salem'.
Para abordar a una de las bandas que ayudó a cambiar el rock, Haynes opta por hacer especial hincapié en la génesis del grupo neoyorquino y a sus líderes antitéticos, Lou Reed y John Cale, que acabaron creando un muro de sonido sin precedentes en el rock. El estadounidense gruñón y el intrépido galés tenían poco en común, pero ese poco (un trasfondo familiar delicado y pasión por la experimentación) fue suficiente para llamar la atención del mundo.
El año del caballo
Con Sterling Morrison, Maureen Tucker, y Nico, petición de un Warhol que había tomado las riendas de la carrera de la actriz y modelo tras su participación en 'La dolce vita', "la Velvet" estaba lista para revolucionar la música, aunque esta libertad creativa tuvo que encontrar un entorno propicio para su desarrollo.
Haynes pone toda su maquinaria y todo su arte al servicio de esta pandilla de genios autodestructivos y provocadores a través de un trabajo que rezuma amor por el rock también, el color y el trabajo de edición con imágenes de archivo o entrevistas para la película.
Sin voz en off, a mil millas del Ken Burns o los bustos parlantes y con una narración lineal aderezada con extractos musicales y grabaciones, 'The Velvet Underground' lleva al espectador a un viaje interior psicodélico a través de un enfoque delicadamente experimental. Abstenerse fans del movimiento flower power, no os vayáis a enfadar.
De la mano de Todd Haynes la banda se convierte en el símbolo de un siglo XX maldito al que volver siempre que nos apetezca. Y siempre apetece mucho, sobre todo si Jonathan Richman nos contagia su entusiasmo. Como acaba de hacer Edgar Wright con 'The Sparks Brothers', la película de Haynes es perfectamente recomendada para fans y neófitos.
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