‘The Tourist’ (id, Florian Henckel von Donnersmarck, 2010) ha sido la primera película que he visto en un cine este año que acaba de comenzar, y lo primero que hice después de verla fue irme a casa a visionar ‘La vida de los otros’ (‘Das Leben der Anderen’, 2006) porque no podía creerme que estuvieran dirigidas por la misma persona. La exitosa cinta alemana que en 2007 le arrebató con todo el derecho del mundo un Oscar a ‘El laberinto del fauno’ (Guillermo del Toro, 2006), era el debut de un cineasta que se revelaba como un realizador sensible con un futuro de lo más prometedor. Todo el mundo estaría pendiente de su siguiente largometraje, y cuando Hollywood adoptó a von Donnersmack, nadie se sorprendió de ello. Era un paso lógico debido al prestigio de su ópera prima.
Pero cualquier parecido entre ambas cintas es pura coincidencia, y no me refiero únicamente a su trama argumental, sino a la puesta en escena de un director que parece haberse convertido en otro cineasta, desconcertando por completo con el resultado además de decepcionar profundamente. Mi compañera Beatriz habla de un film con bonitos paisajes y actores muy guapos, y conociendo a Juanlu, hubiera dado algo por ver su cara de mosqueo al salir del cine, a tenor de su sangrante crítica. Cómo no, la película ha sido un éxito en nuestra cartelera —no así en la estadounidense—, algo que se debe a la fama de sus dos estrellas principales, Johnny Depp y Angelina Jolie, una de las parejas cinematográficas más imposibles que se recuerdan.
El argumento de ‘The Tourist’ es prácticamente el mismo que el film en el que se basa, la cinta de origen francés, ‘El secreto de Anthony Zimmer’ (‘Anthony Zimmer’, Jérôme Salle, 2005), film olvidado que casi nadie recuerda, y que los responsables del remake se han encargado de ocultar aún más, pues la referencia al mismo aparece únicamente en los títulos de crédito finales, cuando el 90% de los espectadores ponen en práctica una de las modas más extendidas en el cine, una especie de competición por ver quién sale antes de la sala cuando la película termina. Curiosamente soy uno de esos mortales que vio el film original, y quedé completamente traspuesto por el intento de homenaje a don Alfred Hitchcock, no sólo argumentalmente —la falsa identidad y la confusión que produce—, sino formalmente, más importante aún —el uso de la música o la planificación—, fracasando en todo. De hecho, si hay algo recordable en esa penosa película es la presencia, siempre estimulante, de Sophie Marceau.
La noticia de un remake yanqui fue recibida con alegría al menos por mí, ya que el relato tiene posibilidades, y el hecho de que alguien como Florian Henckel von Donnersmarck se hiciese cargo del proyecto era, en principio, una señal de garantía bastante alta. Si añadimos la presencia de uno de los actores más carismáticos del momento —no se puede decir lo mismo de su compañera de reparto—, y que en el guión interviene, además del propio director, Christopher McQuarrie —‘Sospechosos habituales’ (‘The Usual Suspects’, Bryan Singer, 1995)—, las expectativas estaban lo suficientemente altas. Impensable que éstas al final quedasen tiradas por los suelos, ultrajadas y humilladas. De acuerdo que ‘The Tourist’ es superior al film francés en más de un aspecto, pero en conjunto se trata de una película fallida, cuyo único interés se centra en la supuesta química de su pareja protagonista, y en el ejercicio de nostalgia que von Donnersmarck propone.
La cinta francesa ya era un intento de recuperar un tipo de cine que ya no se realiza, operación de lo más arriesgada a estas alturas, pues es evidente que los tiempos cambian y con ellos las exigencias del espectador. Éste ya no es tan ingenuo como hace décadas, entre otras cosas porque a cada año que pasan las películas sorprenden menos, y tratándose de una película con sorpresa final, hay que ser poco menos que un genio para coger desprevenido al público. Así pues nos encontramos con un remake que además de película, parece un querer rememorar la atmósfera de cintas tan populares como ‘Atrapa a un ladrón’ (‘To Cath a Thief’, Alfred Hitchcock, 1955) o ‘Charada’ (‘Charade’, Stanley Donen, 1963). Y digo sólo atmósfera porque la inteligencia estético temática de los films mencionados no asoma en ‘The Tourist’ por ningún lado. De hecho, son muchas las secuencias que parecen indicar que nos encontramos ante el trabajo de una serie de principiantes. Ver para creer.
Las sombras de Hitchcock, Donen, y sobre todo Cary Grant, Audrey Hepburn y, en menor medida, Grace Kelly, planean sobre el film, dejando en evidencia la pobreza del material del que parte von Donnersmarck. No sé si la libertad que ha tenido el director ha sido la suficiente, imagino que ha tenido que adaptarse a las exigencias de los grandes estudios, pensando únicamente en el mercado del film. El caso es que la labor de Donnersmack raya el ridículo, con sólo una secuencia de cierto interés: la inicial. Curiosamente, el film original también tenía un comienzo atrayente e interesante en el interior de un tren. ‘The Tourist’ añade algunos elementos más, sino estaríamos hablando de una fotocopia, y el suspense planteado en sus primeros cinco minutos se desmorona drásticamente con el devenir de los acontecimientos. Lo que viene a continuación no es más que un desfile de despropósitos y en algún caso hasta puede considerarse un insulto a la inteligencia del espectador, en realidad menos tonto de lo que parece.
Pero lo más flagrante, al menos para mí, ha sido comprobar como Johnny Depp y Angelina Jolie intentan emular a las viejas estrellas antes mencionadas. El primero por atreverse con una extraña mezcla de su Jack Sparrow —muy carismático en el primer título de la saga, y literalmente insoportable en sus continuaciones— con la elegancia de Cary Grant. Depp es mucho Depp y tiene que estar verdaderamente perdido para ofrecer una interpretación mala, que no es el caso aunque su nominación a los globos de oro me parece exagerada. La segunda intenta desprender la gélida belleza de la Kelly y su forzada sonrisa emula la de la Hepburn, pero en la comparación pierde merecidamente por culpa de ofrecer un personaje al que sólo viste físicamente. Que Paul Bettany o Rufus Sewell estén totalmente desaprovechados, además de querer despistar sobre el más que previsible giro de guión final, atenúa el total desinterés con el que parece fue tomado el proyecto.
La belleza de Venecia, maravillosamente fotografiada por John Seale, y la extraordinaria banda sonora de un James Newton Howard en plena forma, son tal vez los únicos puntos destacables de una película que parece más una postal que otra cosa. Aburrida, y por momentos transmite falsas esperanzas pues da la sensación de que se va a poner interesante. Eso sí, en mi caso particular debo reconocer que en la sesión a la que fui, me lo pasé verdaderamente como un enano al presenciar cómo un jovencito que estaba sentado a mi diestra no dejaba de sorprenderse por la “originalidad” del film. El ritual de ir al cine a veces te reserva este tipo de cosas, que si la película no capta tu interés, uno siempre puede entretenerse con lo que sucede alrededor.