'The Square' no está a la altura de su ambiciosa propuesta

'The Square' no está a la altura de su ambiciosa propuesta

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'The Square' no está a la altura de su ambiciosa propuesta

La línea narrativa de la mayoría de las películas lleva a dividir la historia en tres actos, el primero para plantear, el segundo para desarrollarla y el tercero para darle un cierre. A partir de ahí puede haber pequeñas variaciones -los títulos sin un verdadero final que forman parte de una historia mayor-, pero es una solución cómoda y universalmente aceptada. Simplemente hace las cosas más fáciles tanto para el creador como para el espectador.

El problema es que ese recurso también tiene unos límites demasiado claros y los hay que simplemente dan la bienvenida a prácticamente cualquier cosa que apueste por otro camino. Es la fascinación por lo diferente, algo perfectamente comprensible si te has cansado de lo habitual, pero salirse de la línea establecida no es necesariamente bueno. En el caso de ‘The Square’, la última ganadora de la Palma de Oro, en Cannes, es al mismo tiempo una bendición y su mayor problema.

Un riesgo no del todo bien medido

Claes Bang

Resulta curioso que ‘The Square’ hable precisamente de los límites a través de un discurso que tiende a llevarlo al exceso. Por un lado tenemos la posibilidad de ver en ella un discurso que ataca la doble moral de las clases más acomodadas, centrándose para ello en el director de un museo de arte moderno. Se empieza por algo aparentemente sencillo con un robo que sufre y su peculiar forma de lidiar con ello, algo que irá trayéndole cada vez más problemas al no haberse parado a reflexionar un poco en la reacción que asume casi más como un juego que otra cosa.

Los problemas de su vida personal van encontrando su equivalencia en la profesional, convirtiendo así a ‘The Square’ en una especie de retrato de su caída y exponiendo la hipocresía de su actitud en varias ocasiones. Ya de entrada nos habían presentado al personaje interpretado por un notable Claes Bang como un burgués repelente, pero Ruben Östlund sabe modularlo para que en ningún momento resulte insoportable por mucho que ese sea un punto que va yendo a más de forma paulatina.

Escena Square

Lo que realmente le interesa a Östlund no es tanto que se crea en una situación moral superior a los demás como el hecho de ver cómo va enfrentándose a las diferentes situaciones que van surgiendo. Esto le permite construir a un gran personaje protagonista, recurriendo de forma constante a la sátira y descuidando la construcción de una verdadera estructura para lo que sucede. Son varios los momentos en los que pasamos con otros personajes de forma un tanto aleatoria en beneficio del impacto que la escena en cuestión pueda tener en el espectador.

Eso lleva a un claro desequilibrio que hasta cierto punto me recuerda a las películas divididas en episodios individuales. El problema es que aquí se intenta dar forma a un todo mayor que vincula esa hipocresía de las clases acomodadas con una lectura crítica del arte moderno, casi siempre en busca de un impacto imprescindible ante el hecho de que ya prácticamente todo está inventado. Lo único nuevo está en conseguir llamar la atención, incluso aunque sea de forma efímera o negativa.

‘The Square’ es una película desequilibrada

Escena Square

Es por ello que Östlund no tiene el más mínimo problema en recurrir a la crueldad siempre que lo crea necesario, sea para poner a algún personaje en su sitio o centrándose en un provocar una reacción de incomodidad en el público. Sí, hay bastante humor y su componente satírico no deja títere con cabeza, pero llega un punto en el que parece estar volviendo una y otra vez sobre el mismo tema sin aportar nada más que los valores concretos de cada escena o lo divertida que pueda ser -y no lo es siempre que se lo propone, ni mucho menos-.

Ahí surge entonces dos hechos a mi juicio indiscutibles. El primero es que se centra tanto en conseguir una reacción que se nota más cuando falla de forma evidente, sea por un tratamiento fallido de la historia o de alguno de los personajes -hay demasiados que acaban siendo simples peones en lugar de tener voz propia- y el segundo es consecuencia del primero, ya que eso va minando primero el discurso y luego la entereza de la película hasta acabar dejándola un poco en tierra de nadie.

Imagen Square

¿Es eso algo realmente tan grave como parece? No del todo, ya que la estructura de la película acaba confiándolo casi todo a las escenas individuales y Östlund se las arregla en varias ocasiones para recuperarnos para la causa, ya sea por cómo las plantea desde el guion, cómo las ejecuta desde la puesta en escena o simplemente por lo bien que sabe controlar a su por otro lado un tanto desaprovechado reparto. Brilla en lo individual, aunque no siempre, y acaba quedándose a medias en lo referente al conjunto para todo.

Al final nos queda el consuelo de que al menos ‘The Square’ es una película arriesgada que tiene además un discurso claro en su forma de abordar la actitud de las clases acomodadas y la forma de ser del arte moderno, siendo esto último algo que hasta cierto punto se aplica a la propia película. Lo que pasa es que a veces se pasa de frenada, otras se centra demasiado en incomodarnos y hay momentos que están planteados de tal forma que se quedan más cerca de despertar indiferencia que otra cosa.

En definitiva, ‘The Square’ es una película que no termina de aprovechar sus virtudes al confinarlas a una estructura que acaba convirtiéndose en una sucesión de escenas no especialmente bien hilvanadas en algunos casos. Esto provoca que tan pronto logre fascinarte como te haga preguntarte a qué viene exactamente lo que estás viendo. Se puede señalar que es para ofrecer un retrato más global pero la sensación que se transmite no es esa, y es una pena.

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