'The Square' es la película europea del año, según los European Film Awards entregados ayer por la noche. También la mejor comedia. Y el mejor guión. Tiene al mejor director y al mejor actor. 'The Square' es lo mejor de la Sección Oficial del último Festival de Cannes, la mejor película sueca y quizá incluso se encuentra entre lo mejor de la categoría extranjera de los Oscar.
¿Excesivo? ¿Merecido? ¿Necesario? Quizá, de algún modo, injustamente arrebatando el debido protagonismo a otras producciones destacadas de la temporada, y aunque imperfecta, en todo caso, para muchos de nosotros, el film de Ruben Östlund es, ciertamente, de lo mejor del año.
Una sátira que evidencia la ridiculez de nuestro tiempo
Europa ha decidido reír de nuevo, después de que el año pasado 'Toni Erdmann' barriera a sus contrincantes en todas las categorías. 'The Square' toma ahora el relevo y arrasa con su humor absurdo y retorcido en una película muy lejos de lo políticamente correcto. Quizá por saturación dramática en tiempos críticos donde la realidad supera una y otra vez la ficción, el viejo continente parece estar más necesitado que nunca de una dosis de comedia.
Atrapado en una espiral de malas y casi tiernamente patéticas decisiones, Christian (el premiado Claes Bang), conservador de un reputado museo sueco de arte contemporáneo, se embarca en la obsesiva misión de recuperar el teléfono móvil que ha perdido estúpidamente por la mañana, cuando por primera vez en mucho tiempo saca su enfrascada cabeza de la pantalla y, aturdido y desubicado, pierde uno de sus juguetes más preciados.
Su absurda cruzada típicamente siglo XXI termina por desequilibrar esa vida de superioridad moral que con tanto esmero ha construido a lo largo de su carrera y cuya fachada se desmorona a medida que el delirio le obliga a confrontar sus principios. Movido, quizá contrariamente a su costumbre, por sus instintos reales, este referente de boquilla se desestabiliza y finalmente pierde su propia orientación tan pronto pone un pie fuera del círculo egocéntrico en el que cómodamente ese mueve.
Una sátira con tintes paródicos que desenmascara en muchos aspectos la falsedad de nuestro tiempo. Un subrayado incisivo e histriónico que, si bien parece sacado de quicio, en realidad está sacado de los recortes de prensa, según apunta el propio Östlund, quien -tras organizar la misma instalación que da nombre a la película- afirma haberse inspirado en sucesos reales de la esfera artística contemporánea.
Precisamente opuestamente a la teoría de esa corriente que ha dado en tildarla de pretenciosa, la genialidad de la película reside en su capacidad para no tomarse en serio. Una virtud poco practicada en el cine contemporáneo, a menudo ensimismado en la gravedad de la denuncia social. Por contra, la hipocresía "bienqueda", presuntuosa y moralista, junto a la contención nórdica, explotan por momentos de la forma más inesperada y absurdamente divertida, derribando a todo el que encuentre a su paso. Sin distinción entre nosotros y los otros; sin buenos, ni malos.
Hilarante y retorcida, un tobogán que transforma la risa en incomodidad
Cargada de una ironía retorcida, sarcástica y mordazmente divertida, 'The Square' deja en evidencia nuestra ridiculez actual en la piel de un puñado de personajes extravagantes y peculiares que, aun dentro de su lógica interna, resultan incomprensibles en ese panorama ante los ojos del espectador. Entre ellos, una sobresaliente Elisabeth Moss que muestra una faceta comiquísima y nos regala algunos de los minutos más brillantes de la película.
Como en un compendio de sketches, 'The Square' encadena una sucesión de escenas hilarantes que transforman sin remedio la risa en llanto y dejando a su paso momentos épicos, para al minuto siguiente poner al espectador en la más incómoda de las situaciones. Confusos y desorientados, cual público que pretende entender lo inexplicable, esperamos ansiosos el giro que nos saque de nuestra perplejidad y que quizá simplemente acabará por desembocar en un fundido a negro ante la siguiente extravagancia. Una experiencia emocionante, como poco.
La carcajada y el dinamismo dan paso a lo monocorde y redundante, como la partitura que acompaña las casi dos horas y media de relato (fantásticamente elegida banda sonora, por cierto), paralizando de golpe las expectativas optimistas del espectador para recordarle el amargor del que parten. Y, a pesar del frenazo, las consiguientes subidas y bajadas que hacen de la película un conjunto irregular constituyen en sí mismas la grandeza de un film que despedaza los tabús modernos de una patada en los riñones.
Siguiendo el tono de su anterior 'Fuerza mayor' ('Turist', 2014), y aunque menos redonda que aquella, pero con momentos más brillantes, 'The Square' se antoja acertada y necesaria. Un tobogán que nos zarandea con humor y despierta la autocrítica de una sociedad cuyos pilares se tambalean en plena refundación.
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