Edward Burns es un actor más soso que cualquier plato sin sal, aunque un servidor le prefiere a tener que aguantar a lindezas del estilo de Ben Affleck o Keanu Reeves, y si me apuráis, Nicolas Cage. Sólo algún director ha sabido quitar algo de esa inexpresividad que le caracteriza y aprovecharlo para la película. Como director, el público le conoce mucho menos, y ya hace que se perdió, después de su segunda película, 'Ella es Única', bastante maja, al lado de su ópera prima, la nada desdeñable 'Los Hermanos McMullen'. Pero eso es otra historia. Hoy estamos aquí para hablar de esta película que Burns interpretó en el 2005, y que el pasado viernes aterrizaba en nuestras carteleras, después de sufrir su trailer durante meses en el cine. ¿Alguien no lo vió?
El argumento de 'The River King' (qué raro, no lo han traducido) gira en torno a un pueblecito americano, en el que una pareja de policías investigan la muerte en extrañas circunstancias de un joven que era algo problemático, por lo que era rechazado por casi todos. Mientras en el pueblo todos coinciden en que fue un suicidio, nuestro policía sospechará que realmente fue un asesinato.
La película no tiene un mal arranque, con esa pareja de policías que acuden al lugar donde ha sido encontrado el cuerpo del chico muerto. Los diálogos en esa parte no son para idiotas, aunque tampoco brillan por su originalidad o fuerza, pero tienen algo de lo que carecen este tipo de películas que se hacen hoy día: no tratan al espectador como si fuera tonto. Incluso hay algunos detalles de guión bastante bien explicados, y que hacen avanzar con fluidez la trama, la cual posee cierto interés. Además, la puesta en escena es algo más clásica que en otras ocasiones, alejada de cualquier efectismo visual o sonoro.
Lamentablemente, y como ocurre un montón de veces, la película se va desinflando según se va acercando a su final. La trama se va volviendo cada vez menos interesante, y terminamos por desubrir que prácticamente no hay material para hacer un buen film de suspense. Además, al espectador se le da gato por liebre al mezclar dos cosas que en principio no tienen nada que ver, relacionándolas de la forma más engañosa, para que creamos una cosa, cuando al final es otra. Ciertamente esto se ha realizado en muchas películas de suspense, pero no de la forma en la que aquí se presenta, haciéndonos creer que ciertos recuerdos son en realidad escenas reales que pertenecen al caso que los dos policías están investigando, y con esto no digo más, que ya es bastante. Si cierto importante detalle en el personaje de Burns fuera integrado en la trama de una forma más honesta, estaríamos hablando de otra película, sin duda mejor. Tal y cómo nos lo muestran, sólo podemos sentirnos timados, por decirlo de algún modo.
Respecto al trabajo actoral, sobre Burns lo dicho. Este chico necesita urgentemente unas clases de expresividad facial. Aún no es tarde, no ha cumplido los 40 y todavía le queda mucho por delante en esto del Cine, aunque si sigue escogiendo proyectos como éste, pues mal veo yo la cosa. A pesar de que su personaje es interesante, y se aparta un poco de los tópicos de policías enfrascados en un caso que les obsesiona, mostrándonos aquí una faceta un poco más humana, e incluso moral que la mayoría de las veces, Burns parece un armario, y sin puertas. A su lado, una actriz que es un clon más joven de Meryl Streep, gestos incluídos. Su nombre, Jennifer Ehle, quien carga con un personaje mucho más típico, y aunque su entrada en escena es uno de esos aciertos de guión antes mencionados, su rol termina por diluirse, llegando a parecer un simple adorno.
Nos queda una floja película, un qué pudo haber sido y no fue. Pasará sin pena ni gloria por cualquier cartelera, para acabar siendo carne de videoclub, donde es probable que tenga mejor suerte. De hecho en los USA sólo ha pasado por el mercado doméstico, y en Canadá, donde se rodó, únicamente por un par de festivales. Sólo aquí, y casi dos años después, nos la cuelan en pantalla grande.