Nicolas Winding Refn se está convirtiendo en uno de esos cineastas a los que el espectador ama y odia. La magistral, al menos para mí, ‘Drive’ (íd., 2011) puso al director en el centro de las miradas de muchos. La obra a partir de la cual se descubrió al danés, que por aquel entonces ya nos había hecho perder la paciencia con títulos como ‘Bronson’ (íd., 2008 ) o ‘Valhalla Rising’ (íd., 2009), tenía en Ryan Gosling a una de sus grandes bazas. Pero dicho título es una especie de isla en la filmografía de Refn.
Una isla, podemos decir más comercial o fácil de asimilar, que el resto de las películas que dirigió. ‘Sólo Dios perdona’ (‘Only God Forgives’, 2013) terminó de dividir al público, y ahora nos ha llegado su última obra, ‘The Neon Demon’. Al igual que sus otras obras, está levantando pasiones, entre aquellos que se dejan vampirizar por sus hipnóticas imágenes, y también rechazos entre aquellos que no dudan en referirse a su obra con la reflexiva frase “es una paja mental”.
El proyecto le llevó a Refn bastante tiempo, y tardó en estrenarla dos años —Elle Fanning tenía 16 años cuando la filmó—. Bien podría tratarse de una especie de cuento perverso para adultos, una especie de remake en clave onírica y terrorífica de ‘Eva al desnudo’ (‘All About Eve’, Joseph L. Mankiewicz, 1950) —con modelos en lugar de actrices—, que además de la enorme simbología de muchas de sus imágenes, encuentra su origen en films como ‘El valle de las muñecas’ (‘Valley of the Dolls’, Mark Robson, 1967) o ‘Magia negra’ (‘Baba Yaga’, Corrado Farina, 1973).
La belleza...
(From here to the end, Spoilers) Refn nos cuenta la historia de Jesse, una virginal muchacha sin padres que ha llegado hasta Los Ángeles para hacerse un hueco en el mundo de la moda. Descubrirá que en dicho mundo, para ser alguien, el precio a pagar es enormemente caro. Refn habla del lado narcisista que todos tenemos —una de esas verdades que siempre duelen, y más cuando las dice alguien tan seguro de sí mismo—, del devorador mundo de la belleza, entendiendo por belleza lo que la sociedad nos ha (mal) enseñado.
Como espectador no tengo ningún problema con las intenciones de Refn. De hecho, sus formas/temas son más interesantes que los de otros directores más consagrados cuyo riesgo pasa por no salir de sus márgenes de comodidad. Pero Refn, aun teniendo también ese margen, se arriesga, y mucho. Y parece que el espectador no le importa, lo cual ya es mucho más de lo que otros, sujetos a intentar contentar a todos, pueden decir. Refn impacta con sus imágenes del mismo modo que lo hicieron otros como Mario Bava, David Lynch o Dario Argento, por citar unos pocas de sus amados precedentes.
Sin embargo, lo que en Bava controlaba con enorme precisión y un equilibrio ético/estético admirable, en Refn se me antoja excesivo, redundante —véanse los “números” de moda—, excesivo, incluso artificial —de acuerdo, el mundo de la moda es artificial— y a ratos demasiado críptico. Por eso precisamente prefiero a alguien como Bava. En el director danés muchas cosas me resultan sobrecargadas, y si en el film del conductor interpretado por Ryan Gosling lograba contenerse, aquí, supongo que de forma intencionada, da rienda suelta a sus inquietudes visuales, simbolismo rebuscado incluido.
El fantastique...
Elle Fanning, a quien Refn recomendó ver ‘Más allá de la valle de las muñecas’ (‘Beyond the Valley of the Dolls’, Russ Meyer, 1970) para enfrentarse al proyecto, resulta perfecta para el film. Su mezcla de inocencia y perversidad —Jesse termina descubriéndose como una horrenda arribista, algo muy, muy actual y que tal vez ha levantado ampollas entre elementos de la misma calaña, sobre todo en medios de comunicación— encaja perfectamente en una historia que critica sobre todas las cosas el poder de la belleza.
Cuando Jesse ha descubierto su verdadera cara y está completamente en un mundo lleno de fotógrafos raros —espectacular Desmond Harrington—, depredadores sexuales —inesperado Keanu Reeves—, exmodelos —Christina Hendricks, de la que Refn nos priva de su belleza debido a lo poco que sale—, diseñadores perdidos en su propia vacuidad —un no acreditado Alesandro Nivola—, el film empieza a perderse en un bombardeo de imágenes y flashes de luz equivalentes a un subidón de cocaína. Justamente después ‘The Neon Demon’ presenta sus mejores cartas.
Con la “liberación” del personaje al que da vida una inmensa Jena Malone —entre otras cosas, protagoniza la secuencia más atrevida del film, aquella en la que tiene sexo con un cadáver—, Refn da paso a un tono claramente fantástico que creo beneficia enormemente el film. Brujas vampiro, deseosas de que la belleza dure eternamente —la eterna juventud, la fantasía más extendida de la humanidad—, se adueñan del film más retorcido de su director. Eso sí, de prácticamente cada fotograma se podría hacer uno de esos tan de moda gifs.
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