“Eso no ocurrirá, Neo. Mi corazón siempre seguirá latiendo por tí”-Trinity
Hace un par de semanas, quise dejar por escrito lo que opino de la primera, y flojísima, parte de una trilogía que, para muchos, es lo más de lo más en el dificilísimo género de la ficción científica, que conforman, además, un riquísimo universo, dibujado con un ingenio y una genialidad insuperables por los hermanos Wachowski. Y ahora, me disponía a escribir, tal como prometí que haría (aunque quizá a algunos lectores les importaba poco que lo cumpliera), sobre las otras dos.
Y mi intención primera era escribir dos artículos, pero he de admitir que no tengo fuerzas para hacerlo, y menos después de habérmelas tragado seguidas, sin interrupciones, por primera vez. Es más, no creo que se merezcan dos artículos por separado, y no sólo porque en realidad es una película partida en dos, sino porque me resulta imposible concentrarme en analizar cada una de ellas como si de una película profesional se tratase, con sus pros y sus contras, porque este cine cochambroso, infantiloide, indigno de llegar a las salas, torpísimo, insultantemente presuntuoso, no se merece haber llegado a las salas y haber recibido hasta elogios de parte de algunos.
El anticine de acción
Este díptico pretende superar los (regularcitos aunque muy rentables) logros de la primera parte, con mucha más acción, muchos más efectos, y mucho más de todo. Claro, intentaban ofrecer un más difícil todavía, o algo parecido. Pero para eso se requería de una solidez y de una profesionalidad que lucen por su ausencia, en un conjunto que hace hasta muy interesante la primera película. Y lo más lamentable de todo ello es que los Wachowski intentan armar un, a priori, grandísimo cine de acción y fracasan incontestablemente. Peleas hipervitaminadas, psicotrónicas, alargadísimas, y tiroteos y persecuciones que intentaban pasar a los anales del género y que certifican la incompetencia de estos cineastas.
Todas las peleas, y las hay a docenas, están filmadas exactamente igual, salvo cuando se añaden miles de personajes por ordenador, momentos en que los directores intentan, con presencia de ánimo admirable pero estéril, construir algo parecido al ritmo, con abundancia de música techno, para que la narración parezca más armónica, cuando es una catástrofe de planos pegados sin el menor gusto. En las peleas de uno contra uno sólo hay dos tipos de planos: los laterales, con los que el combate cuerpo a cuerpo queda muy poco vistoso, o los ralentizados generales, con un empleo de la cámara lenta desesperante, que cualquier podría firmar sin llamarse Wachowski y que ya quedaron más que sobados en la primera película.
Y luego hay dos grandes ‘set-pieces’ de acción, uno por cada película. En Reloaded la secuencia de la persecución por la autopista, y en Revolutions la defensa de Sion. Ninguna de las dos me parece nada del otro jueves, y estoy seguro que en ellas se invirtió más dinero en efectos especiales que varios años de producciones españolas. En cuanto a la primera, es un esfuerzo por crear una memorable secuencia de acción en una autopista repleta de frenesí y velocidad, siempre con los logros de Cameron en mente, por supuesto. Pero resulta alargada en exceso, y ninguna de sus ideas es especialmente innovadora o ingeniosa. Ni siquiera esos supuestamente inquietantes gemelos todopoderosos impresionan ni dan miedo.
La defensa de Sion está un poco mejor, pero nuevamente nos acordamos de esa creación de Cameron para ‘Aliens’, con el armamento empleado por los defensores para repeler a los ‘calamares’, como ellos los llaman. El ritmo luce también por su ausencia (ya no espero ritmo de ninguna película de acción, es una pérdida de tiempo) pero sí que posee cierta intensidad, aunque resulta muy poco creíble el modo en que las máquinas, con una superioridad abrumadora, vacilan a la hora de atacar. Aunque a esas alturas, ya poco nos sorprende.
El anticine de ficción científica
Hemos hablado un poco en Blogdecine de la diferencia abismal entre fantasía y ciencia ficción, o ficción científica, y de las características de ésta última. Ninguna de ellas aparece en este díptico, y ya eran muy relativas en la primera película. Porque esto no es cine científico, sino cine mesiánico con artes marciales y mucha fantasía. Creo que los Wachowski creían que para ciencia bastaba con los endebles basamentos de la primera historia, y se lanzaron a un delirio filosófico de gran obviedad, sólo apreciable en los breves momentos en que aparece el mejor personaje y el mejor actor, Hugo Weaving con su demencial agente Smith.
Pero la cosa empieza de forma absurda, cuando se reúnen todos los capitanes para discutir el plan a seguir en el comienzo de la segunda película. Me pregunto yo: ¿por qué los capitanes de una resistencia para salvaguardar la humanidad se reúnen vestidos con trajes de cuero super molones, y gafas de sol super chulas? Esto dice mucho del carácter de los Wachowski y de esta saga deleznable. A continuación, el invencible Neo (un penoso Reeves ataviado con una no menos penosa sotana sacerdotal…), se lia a puñetazos y patadas espectaculares con varios agentes y luego sale volando cual Superman. Pero la película sigue sin empezar de verdad, porque el grupito de protagonistas llega a Sion y sigue sin ocurrir absolutamente nada.
Por supuesto, Neo y Trinity se aman, muchísimo, y nunca hemos visto una pareja menos creíble y con menos química en la entera historia del cine, ni unas escenas de sexo y de besos más ridículas. Pero por fin, después de media hora de película sin interés, se van a ver al Oráculo y albergamos la esperanza de que algo llegue. Y efectivamente, llegan centenares de agentes Smith. Quizá me equivoque, aunque lo dudo, pero creo que la razón de ser de la ciencia ficción es proponer y especular sobre aterradores mundos futuros, o sobre paranoias corporativas y sociales, inquietarnos por la capacidad del ser humano de destrucción y también de creación de gélidos inframundos. Pero los Wachowski escribían su guión (de esto estoy seguro, aunque quizá nadie me de la razón) sobre la marcha, y no les interesaba el cine, sino dejar un mensaje mesiánico para niños.
En definitiva, el anticine
Cuando se presentó Reloaded en Cannes en 2003, Joel Silver, su productor, defendió a los Wachowski del aluvión de críticas negativas, afirmando sin pudor (y esto es verídico) que eran unos genios capaces de fusionar diversas culturas milenarias, mitologías y filosofía, y de revolucionar el cine con un estilo que aunaba el mejor cine de acción con el mejor cine de autor. Ahí es nada.
Como dijo Fernández-Santos, le faltaba decir que para Revolutions iban a resucitar el espíritu de Robespierre y el Ché, y a revolucionarse a sí mismos. Yo aún diría más. Esto no es cine, sino una prodigiosa campaña de marketing (como la que ahora tenemos con ‘Crepúsculo’ y similares) al servicio de una paja mental como no se ha visto ni se verá, que juega a ser gran cine y que es una grandiosa memez, que propone mundos alternativos fastuosos y que se queda en postales de baratillo.
Cine para abaratar las mentes, nacido para imponer y arrasar, para condicionar la concepción del cine espectáculo. Cine para malgastar palabras en un ensayo crítico.
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