‘The Kingdom: Exodus’ (Riget: Exodus, 2022) es la esperada temporada final de la serie de terror surrealista de Lars Von Trier. En España ha llegado a través de Filmin para cerrar por fin su historia tras dos décadas de suspense. Presentada en Cannes, podría ser uno de los últimos trabajos del director de ‘Anticristo’ (Antichrist, 2009) y aunque no esté a la altura de sus últimos trabajos para cine, no podría ser una obra más coherente con su filmografía.
La serie original causó risas y escalofríos, incluso con algunos momentos de terror corporal trastornado. El tema musical de Joachim Holbek, con su ritmo demente y coros demoníacos resume lo que ofrecía. En parte una parodia del drama hospitalario diurno tipo ‘Urgencias’, en parte horror ocultista, se estrenó en Dinamarca 1994, con una segunda temporada de cuatro episodios lanzada tres años después, posteriormente alcanzando un estatus de culto y generando una nueva versión estadounidense conducida por el legendario escritor Stephen King.
Las dos temporadas previas también se encuentran en Filmin. Causaron un gran impacto en Europa en los 90 y se han integrado como forma de conocer la actitud de Von Trier hacia el cine que ahora completa con otra miniserie de cinco capítulos, un regreso tardío del director a la escena que sigue manteniendo su fórmula de telenovela costumbrista y terror en un hospital danés llamado El reino, construido en un lugar donde la batalla entre la lógica y lo sobrenatural ha existido durante siglos.
El regreso de una serie excéntrica
El gigantesco edificio en el centro de Copenhague es un templo de la modernidad y muestra lo mejor de la ciencia médica del siglo XXI, pero está construido sobre un pantano, donde se hacía blanqueo de ropajes y está lleno de fantasma de trabajadores muertos que parecen superar en número a los vivos. ‘The Kingdom Exodus’ comienza, de manera reveladora, con un personaje, Karen Svensson (Bodil Jørgensen), viendo un clip de una de las despedidas directas a la cámara de Von Trier de la serie original, y nos muestra al director, joven, antes de ser el que conocemos hoy.
Desde entonces, el cineasta se ha consolidado como uno de los mayores provocadores del cine de autor. Su carrera ha tenido grandes hitos y grandes fracasos, ganó la Palma de Oro, bromeó con simpatizar con Hitler, le expulsaron de Cannes, le invitaron a regresar, ha luchado contra el alcoholismo y la depresión y le acaban de diagnosticar Parkinson, anunciando su retirada de la realización de largometrajes, por lo que estamos ante la que puede ser su carta de despedida del arte audiovisual.
En su nuevo hospital no han cambiado tantas cosas. Está modernizado, con grandes puertas giratorias y salas brillantes, uno de los lavavajillas que hablan de las dos primeras temporadas ha sido sustituido por un robot. Helmer Jr (Mikael Åke Persbrandt), el hijo del malhumorado cirujano sueco de temporadas anteriores, llega en helicóptero para ocupar su puesto como codirector de la sala con Pontopidan (Lars Mikkelsen), con la intención de elevar los estándares daneses y averiguar qué fue lo que volvió loco a su padre.
El hospital maldito
Entre reuniones de personal, operaciones y conferencias médicas, Karen y un portero llamado Balder (Nicolas Bro) intentan localizar a los espíritus y el portal que los llevará de regreso al más allá. Pero Satán (Willem Dafoe) merodea por los pasillos con una bata blanca y una mano derecha roja, y junto a sus devotos se enfrentará a las fuerzas del bien. ‘The Kingdom: Exodus’ es como si ‘Twin Peaks: The Return’ ocurriera en un edificio embrujado a lo ‘El resplandor’, pero grabado con el estilo y montaje de ‘The Office’, con una vuelta al tono sepia que da el aspecto icónico de la original y mantiene una consistencia sólida en la trilogía.
Von Trier mantiene el tono Kafkiano y el humor absurdo de la original, pero ahora con una capa metacinematográfica, casi al estilo de ‘La torre oscura’ de Stephen King, con personajes que viven habiendo visto las dos temporadas anteriores y criticando al propio director. Mientras, muestra visiones diabólicas en medio de operaciones de neurocirugía, encantamientos en salas de congresos y cumbres del mal que representan la desestructuración de Europa y el auge de la ultraderecha, con un Willem Dafoe desatadísimo como el maligno, más histrión que en ‘El faro’.
Aunque no hayan podido volver algunos miembros del reparto original, el nuevo elenco de ‘The Kingdom: Exodus’ funciona a la perfección, con cameos como Alexander Skarsgård y probablemente la aparición del icono del euro-horror Udo Kier más impredecible imaginable, volviendo a sus mutaciones físicas marca de la casa en la serie. Tampoco falta el horror esotérico, con búhos satánicos, doppelgängers, corazones gigantes y viajes a través de las dimensiones por corredores secretos, pero Von Trier pone más énfasis en el humor absurdo y las situaciones surrealistas.
Un canto de cisne coherente
Von Trier apura su última gamberrada siguiendo la tradición de narrar sus conclusiones al final de cada episodio, con comentarios corrosivos sobre la lucha entre Dinamarca y Suecia, la ciencia como nueva religión y una mirada atrás a su carrera continuista con ‘La casa de Jack’, aunque en esta ocasión no da la cara y solo le vemos los zapatos tras las cortinas, salvo una aparición sorpresa bastante emotiva, sabiendo el estado de salud del director.
Von Trier hace las paces con su legado sin dejar de introducir lo incorrecto con una libertad que sirve de antídoto contra el contenido de algoritmo, un manifiesto a favor de la narración intuitiva y lo impredecible, una rareza cada vez menos común en producciones de plantilla. El final da por fin conclusión a un proyecto ambicioso contado a través de cuatro décadas diferentes, con imágenes líricas y un último par de secuencias, una mordaz y otra terrorífica, que se recordaran cuando se estudie su filmografía en el futuro.
‘The Kingdom: Exodus’ no es para todo el mundo, requiere de un paladar adquirido y remar a favor de los caprichos del danés, en realidad no es ni mejor ni peor que las anteriores entregas, que a pesar de su carácter de culto no son tampoco más que una curiosidad extravagante, que encantará a los amantes de lo raro, pero que también puede llegar a cansar por su particular sentido del humor y su vocación de irritar al espectador. Con todo, tiene suficiente absurdo e irreverencia para ser un cierre congruente con el trabajo de su autor.
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