En una de las escenas enclavadas en el último tercio de 'The Inventor: Out for blood in Silicon Valley', el último documental del siempre interesante Alex Gibney, vemos a Elizabeth Holmes, la "Steve Jobs de la tecnología médica", saltando en un castillo hinchable como parte de una gran celebración. Me pareció una bonita metáfora visual sobre el poder de la distracción frente al problema real. Una imagen que define las casi dos horas de metraje de la cinta.
HBO estrenó el pasado martes 'The Inventor: Out for blood in Silicon Valley', un documental que durante dos horas repasa el caso de Theranos: una empresa puntera que prometía toda una revolución en el mundo de los análisis de sangre. Una máquina capaz de realizar analíticas completas con una muestra ridículamente pequeña obtenida a través de un pinchazo en el dedo.
Lo que empezó siendo una aventura multimillonaria fundada por una joven y guapa emprendedora, Elizabeth Holmes, terminó siendo una gran burbuja que explotó finalmente en 2018 con cientos de millones de dólares perdidos. Por muy noble que fuese el propósito de Holmes, lograrlo es físicamente imposible... pero eso no impidió ni la década de trabajo ni su lanzamiento.
Un Alex Gibney obsesionado por los ojos de Elizabeth Holmes
La primera palabra que tengo anotada debajo del título de este documental en la libreta donde voy tomando apuntes para las críticas es "ojazacos". Efectivamente, ya de por sí le he añadido un aumentativo a otro porque los ojos de Elizabeth Holmes parecen ser una gran obsesión de Alex Gibney, y no me extraña.
No son pocos los planos que se recrean en la mirada de la joven empresaria nacida en 1984. Una chica que a los 19 años dejó sus estudios universitarios y se consagró a la misión de hacer la medicina (y el diagnóstico clínico) más accesible, asequible y rápida. Elizabeth tiene unos ojos increíblemente grandes y una mirada tan clara como embaucadora.
Una mirada clave en la tesis de Gibney que, apoyada en los testimonios de la gente que aparece en el documental, habla de la protagonista como si de una femme fatale de las startups tecnológicas se tratase. Una chica que sabe lo que quiere, es encantadora, manipuladora y firme. Alguien que logra rodearse de algunas de las personas más importantes y poderosas de Estados Unidos y logra hacer alianzas que resultan en papel mojado.
Pero esta obsesión de Gibney no es si no reflejo de la veneración hacia Holmes en el mundillo de Silicon Valley como si de la nueva Steve Jobs se tratase... o como si hoy estuviésemos hablando de Elon Musk. Esa admiración hacia personas que trabajan por el futuro de la humanidad, con objetivos "más grandes que la vida".
Sin embargo es curioso ver cómo el director de 'Going Clear' o de 'Enron' solo rasca la superficie del problema. Apenas hay un trabajo de investigación en torno al entramado (pocas cosas hay que no se haya visto en otros reportajes) y no hay sensación de analisis del panorama que propició esto.
Aunque algo toca, 'The Inventor: Out for blood in Silicon Valley' pierde una pequeña oportunidad de indagar en la cultura empresarial de las start-ups y las estrellas emergentes de las nuevas tecnologías. La base es el sueño, una esperanza, y lo demás ya vendrá.
Esto no quiere decir que no tengamos alguna escena estupenda como una recreación sangrienta del interior de la máquina Edison (la máquina milagrosa) en lo que tenía un fallo múltiple o el encuentro con el también documentalista Errol Morris, que grabó el spot en el que se presentaba al público el lanzamiento de Theranos.
En definitiva, al terminar 'The Inventor: Out for blood in Silicon Valley' he tenido la sensación de que es una exploración insuficiente del tema debido a que el director se pierde en Holmes y nos distrae a nosotros. Todo es muy interesante, pero la imagen que se nos queda son la de dos ojos azules mirándonos fijamente.
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