'The Girlfriend Experience', ejercicio de estilo sin corazón ni alma

'The Girlfriend Experience', ejercicio de estilo sin corazón ni alma
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Steven Soderbergh gusta de sumergirse en proyectos personales, en producciones arriesgadas donde dar rienda suelta a su peculiar estilo y demostrar que es capaz de alejarse del mainstream para ofrecer productos independientes atractivos. No es el caso. Al menos en lo de atractivo. El envoltorio parece brillante, pleno de virtuosismo fotográfico, de juegos de cámara, de narración desestructurada, pero tan desacertada en sus intenciones como incapaz de desarrollar la premisa argumental que plantea.

En ‘The Girlfriend Experience’ supuestamente intenta bucear en una sociedad asolada por la crisis que comienza a enseñar sus colmillos. En un momento político en el que la llegada de Obama se intuye como posible cambio. En una clase social alta, que vemos a través de ricos y exitosos hombres de negocios que empiezan a ver peligrar su endiosada situación. Para ello se sirve de una chica de compañía, de una mujer que ofrece una experiencia de novia, aunque bien se puede conocer como una cara prostituta. Lo demás es camuflar lo que realmente no quiere mostrar Soderbergh. Porque sólo le interesa mostrar la vacuidad de las relaciones de pago. Aunque ni en eso convence.

Viendo el resultado, un largometraje de corta duración, con más imágenes borrosas e imprecisas que primeros planos, con más yuxtaposición de conversaciones filmadas como voyeur que diálogos realistas, con más cercanía al documental experimental que a un film de ficción, Soderbergh naufraga de pleno en su intento.

‘The Girlfriend Experience’ y sus personajes desenfocados

Es loable su intento de reflejar un momento clave contemporáneo en la sociedad a través de los ojos de Chelsea, la protagonista. Interpretada por una estrella del porno, Sasha Grey, que parece más una apuesta que una declaración de intenciones. Sin embargo, ese retrato social queda de fondo, porque al realizador le preocupa más mostrar cómo las relaciones de pago, el alquiler de una novia con derecho a roce (que ni a veces se produce), sirve de confesionario, de catarsis necesaria ante el derrumbamiento de poderosos hombres de negocios.

Ahora bien, el verdadero patinazo consiste en vestir todo esto de una artificiosidad visual que llega a convertirse en el verdadero protagonista. El argumento parece más una excusa para acompañar imágenes borrosas, luces y sombras, espejismos y toda una parafernalia luminosa mostrada a un ritmo tan lánguido y apático como el discurrir de la trama. Que, para más autocomplacencia, no se nos muestra linealmente. Faltaría más. Mejor de forma desestructurada. Colocando la cámara alejada de los sujetos y dejar que las conversaciones con la protagonista fluyan cual grabaciones con cámara oculta.

Lamentablemente esa languidez, frialdad, apatía y falta de sensibilidad envuelve a todo el film en un apoteósis del aburrimiento. Nada de lo sugerido termina de desarrollarse. Asistimos al difícil momento de la chica de alquiler, que está viendo como su universo cómodo, de billetes abundantes a cambio de sólo escuchar (y un poco de erotismo caro pero frío) peligra y todo ello lo plasma en su libro. O al menos le surge la opción de narrarlo. Un intento de mostrar el alma hueca de una prostituta de lujo con ínfulas de terapeuta.

the girlfriend experience 2

Sasha Grey es ella misma: solo carne, sin corazón

La fascinación de Soderbergh por su actriz protagonista le lleva a mostrarla más que a desarrollar su personaje. Y en este sentido Sasha Grey es el paradigma de su historia. Es el reflejo de la languidez, de la apatía, de la frialdad, de la casi ausencia de erotismo. Tampoco era la intención. Puesto que renuncia plentamente a la pasión, a las altas temperaturas, porque lo que interesa es ese otro lado, supuestamente interesante. Esas conversaciones privadas precoito o postcoito que no son más que confesiones sinceras, la verdadera necesidad no es el sexo sino hablar de los sentimientos, de lo que esos poderosos hombres no son capaces de mostrar sino en la intimidad con una joven alquilada.

Con todo no podemos decir que Grey desentone con su trabajo. Más bien al contrario, encaja a la perfección en el cometido del realizador. Lo que pasa es que más allá de mostrar su rostro gélido, la aportación es puramente física. Es una modelo posando, que mira al infinito mientras Soderbergh coloca la cámara en los ángulos más rebuscados y utiliza el desenfoque y la parsimonia para intentar captar su alma. Sin embargo, todo queda en el ámbito de la sugerencia, aunque sinceramente hay formas más entretenidas y menos pretenciosas de hacerlo, a la vez que actrices más capaces.

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