Éxito televisivo en 1963, clásico del thriller 30 años más tarde y ahora, casi tres décadas después de la película con Harrison Ford y Tommy Lee Jones, Quibi resucita al inocente acusado de un crimen que no ha cometido con un lavado de cara consciente de que el mundo ha cambiado mucho durante este tiempo. Viendo el resultado final de esta nueva 'The Fugitive', no parece que lo haya hecho para bien.
Vaya un fugitivo
Nick Santora no es ningún recién llegado. Guionista y productor detrás de vehículos tan refrescantes como 'Prison Break' o la reciente 'Most Dangerous Game', se ha encargado del libreto de esta nueva adaptación. Richard Kimble deja su sitio a un nuevo inocente en apuros, que en este caso responde al nombre de Michelangelo Ferro (Boyd Holbrook) y que se transforma en la presa de un desequilibrado agente de la ley, Clay Bryce, interpretado por un absolutamente sobrepasado Kiefer Sutherland.
Este nuevo thriller portátil parece recién salido de un agujero negro. Para ser más exactos, de uno que aún escupe traumas post- 11 de septiembre. Con esa idea en la cabeza, con personajes aún no recuperados de aquella tragedia, la caza gira en torno al sospechoso huido al que apuntan como responsable de una serie de explosiones en la ciudad. Y lo hacen con un deseo de venganza tan potente que termina por incomodar.
Stephen Hopkins, un director con un currículum y un premio Emmy por 'Llámame Peter', hace lo que puede con el material que le ofrecen, y entrega algo que, al menos a nivel puramente visual, se aleja mucho de lo que suele entregar la plataforma. Planos amplios, una puesta en escena cinematográfica... y nada más. Porque 'The Fugitive', a pesar de contar con una trama que persigue a criminales mientras señala a los medios, no ha salido bien.
El sheriff chiflado
Mucho me temo que uno de sus mayores problemas está en el diseño del perosnaje de Sutherland. Poco creíble, excesivamente sobrepasado por la vida (ficticia) y con unos preocupantes tics un tanto extremos que incomodan bastante. Y al tratarse de un personaje que debería ser algo más transparente, sus inclinaciones reaccionarias lo convierten en un villano mucho más peligroso (y mucho más villano) que el verdadero genio criminal detrás de todo ese asunto. Y en esta ocasión no parece manco: parece cojo.
Esa innovación, que parece sacada de la imaginación de un guionista sin demasiadas ganas de lograr algo refrescante partiendo de un proyecto clásico (a tantos niveles...), es la bandera de una serie que no necesitaba nadie. Y Quibi menos que nadie, que ahora que cuenta con un puñado de nominaciones a los Emmy no necesitaba enfangarse en un subproducto que de no estar ahí sería un buen vehículo para el Steven Seagal actual. Los medios de información también parecen mucho más peligrosos que un terrorista, y aunque tal vez tengan mucha carga de culpa muy a menudo, uno siente que ese "personaje" tampoco está bien armado.
Brusca, poco preparada y con un aire de extraña improvisación, ni sus personajes ni su precipitado desarrollo hacen de ella un producto atractivo. Eso sí, la marca de la casa juega a favor de obra. Porque si uno aguanta una serie como 'The Fugitive' es precisamente porque un episodio de ocho minutos no puede llegar a molestar a nadie.
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