'The Fall': Jonathan Glazer se reafirma como gran director de culto con un espeluznante cortometraje

'The Fall': Jonathan Glazer se reafirma como gran director de culto con un espeluznante cortometraje

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'The Fall': Jonathan Glazer se reafirma como gran director de culto con un espeluznante cortometraje

Un extraño rostro que surge de la oscuridad. Un árbol que se agita. Una cuerda que quema la madera que roza a toda velocidad. Con la ayuda del infalible Mica Levi en el acompañamiento musical, Jonathan Glazer despierta de su letargo de seis años tras 'Under the Skin' con 'The Fall', un espeluznante cortometraje que en apenas siete minutos nos pone a todos en nuestro sitio.

Masa enfurecida

No tenemos datos. No sabemos qué demonios ha podido pasar para que en ese micromundo que Glazer se saca de la manga la justicia se tome como en tiempos primitivos. Como en las redes sociales. Vaya, tal vez no estemos tan alejados de ese mundo de avatares con patas que castigan según su criterio a quienes ellos crean ser merecedores de semejante correctivo.

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The Fall

El director londinense habla de referentes como Goya, Bertolt Brecht o los mismísimos Trump en plena batida de caza. Como buen británico no es descabellado pensar en reminiscencias del Brexit en 'The Fall'. No cabe duda de que como preparativo para su próximo largometraje, ambientado en Auschwitz y basado en la novela de Martin Amis, 'La zona de interés', el nuevo trabajo de Glazer es un excelente campo de pruebas.

Material para pesadillas del más alto nivel, el cortometraje es un cuento de terror y un grito de pánico y de auxilio, que nos hace reflexionar desde una barrera que cada vez está más desgastada y cercana a un desenlace similar. Un linchamiento que tiene su punto álgido en el selfie grupal de quien exhibe su presa antes de ajusticiarla.

Critica The Fall 2

En estos tiempos de políticas extremas y avatares anónimos, trolls y guardianes de la verdad y de lo correcto lo cierto es que no resulta especialmente extraño pensar que algo así pueda suceder. Y ahí es donde el director se marca el tanto definitivo. La pregunta no es si somos o no somos nosotros. La pregunta es cuándo seremos nosotros.

La carencia de argumentos y la ausencia de la razón produce unos monstruos más reales y peligrosos que los de cualquier obra de ficción. Produce un tipo de monstruo que, en realidad, estamos ayudando a crear con cada lavado de manos que nos hacemos por el camino. Menos mal que tenemos a Jonathan Glazer para recordarnos que, a lo mejor, tenemos que pararnos y reflexionar un ratito. Aunque sean seis minutos.

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