Una niña, que permanece en un hospital angelino con un brazo roto, llamada Alexandria (Catinca Untura) escucha el asombroso relato de un enfermo, Roy (Lee Pace), sobre el relato de unos bandidos y su presunta venganza contra el general Odius (Daniel Caltagirone) y la historia de amor del bandido rojo con una chica llamada Evelyn (Justine Waddell). Poco a poco, la niña va cometiendo pequeños hurtos de pastillas para el enfermo, va descubriendo los pequeños puentes entre sus personajes secundarios y los que habitan el pequeño círculo de Roy.
Tarsem Singh dirigió esta película, basada en el guión de Valeri Petrov escrito para la desconocida película búlgara ‘Yo Ho Ho’ (1981, Zaskia Heskija) y la coescribió junto a Dan Gilroy y Nico Soultanakis. La película ha logrado una reputación durante todo este tiempo, tal vez por ser el único film con problemas de producción de su director, Tarsem Singh.
Singh ha dirigido dos películas comerciales tras esta, ‘Inmortals’ (id, 2011) y ‘Blancanieves’ (Mirror, Mirror, 2012) así que este status puede reverenciarse con mayor facilidad. La presencia de homenajes posteriores al cine mudo, que conforman el epílogo de esta película, como ‘The Artist’ (id, 2011) y ‘Hugo’ (id, 2011) pueden ayudar a vindicar al a película como algo tal vez visionario.
Acierta Jordi Costa cuando compara los talentos compositivos del cineasta Singh con los del cineasta soviético Sergei Parajanov, sin embargo el maestro tiene una sabiduría en la ejecución de sus poemas que su discípulo a medio camino en Hollywood no ha desarrollado con entereza y, por supuesto, la ruptura artística de Parajanov, su temperamental actitud estética y trascendental ha desaparecido quedando rastros ocasionales del talento natural del cineasta para unir folklore, mito, relato y diversas mitologías cristianas.
Pero su visión poética permanece durante gran parte de la introducción, una especie de versión nostálgica de algunos de los modales narrativos de ‘La princesa prometida’ (The Princess Bride, 1986) en la que el narrador de la historia, un especialista de cine lesionado, logrará servir como excusa para que Singh explore escenas de una belleza incalculable.: desde la introducción de cada uno de sus protagonistas pasando por el suicidio en un laberinto de desesperación y una preciosa versión de una boda interrumpida. Elipsis, transiciones, momentos de una extrema musicalidad, planificación exquisita.: durante gran parte de su metraje, Singh se desvela un dotadísimo estilista.
La cámara e iluminación de Colin Watkinson, el trabajo de diseño de producción de Ged Clarke y el exquisito vestuario de Eiko Ishioka completan los bestiales talentos compositivos y escenográficos de su hiperkinético y superdotado cineasta; sin embargo, el tercer acto de la película, pierde de vista el corazón de su relato, es bastante predecible en su relato progresivamente climático de fantasía, muestra de manera irresoluble sus facilonas referencias melodramáticas y cierra la película sin la convicción de sus mejores momentos.
Parece una pena que un talento arrollador sea incapaz de encontrar funciones a su estilo superior y que otorgue ventajas a relatos bastante más modestos en panorámica y ambición, como aquel que escribió William Goldman, pero parece que incluso en la más extraña de las películas producidas en los límites de Hollywood está la sensación de presenciar un revoltijo incoherente con momentos sobresalientes.