Los formatos televisivos se agotan cada vez más rápido, sobre todo cuando no hay manera de renovarlos. No hay año que no lidiemos con series que se estancan entre temporadas ('The walking dead') o realities que no dan más de sí después de la provocación inicial ('La isla de las tentaciones'). Incluso formatos más entretenidos y blancos como 'The circle' están agonizando desde hace un par de temporadas. Y la quinta que acaba de estrenar Netflix no empieza por el buen camino.
El hotel de los líos
Cuando 'The circle' empezó en Netflix (tras unas temporadas en Channel 4) era, además de un programa mamarracho, un comentario en una sociedad cada vez más centrada en las redes sociales en el que tenían cabida personalidades y cuerpos que normalmente no vemos en un reality. El motivo era que tenían permitido mentir sobre quiénes eran, e incluso tener la posibilidad de ganar escondiéndose tras un avatar. El funcionamiento del concurso era un poco absurdo, las relaciones forzadas y las conversaciones poco naturales, pero su mecánica lo hacía endiabladamente divertido.
Pero después de las dos primeras entregas, 'The circle' empezó a renquear ante su falta de novedades: los giros no eran suficientes para mantener el interés en un programa en el que la innovación tiene un límite y que está encorsetado por propia definición. Si en la cuarta temporada consiguieron levantar un poco el interés trayendo a las Spice Girls (Emma y Mel B se hicieron pasar por Jared, un escritor infantil de 28 años), en la quinta la desesperación ha tocado techo convirtiendo el antaño juego social en una "edición de solteros". Buf.
Los realities de gente buscando el amor son tendencia: no hay mes en el que no se estrene uno, ya se llame 'Para toda la vida', 'FBoy Island', 'Love island', 'Amor con fianza', 'Jugando con fuego', 'Love is blind' o '¿A quién le gusta mi follower?'. Pero por lo visto no eran suficiente, y Netflix ha decidido apostar por la búsqueda del amor en la quinta entrega de un reality que no tenía nada que ver con eso. Es cierto que siempre terminaban saliendo algunas parejas, pero no era el motivo principal por el que el programa existía. Pero el mayor problema de este año no es el intento de forzar el amor: es que el casting cada vez se parece más al de 'Mujeres y hombres y viceversa'.
Corriendo en círculos
Brett es un antiguo concursante de 'Gran hermano' que, además, tiene abdominales de acero. Xanthi entra como profesora de infantil, pero realmente es modelo. Marvin tiene tres carreras, pero va siempre sin camisa mostrando su cuerpazo. Sam escoge la foto que le hace más escote. Este año, con la excepción de Brian, un cuarentón que entra en el concurso como su hija, y Raven, la primera concursante sorda del programa, es un reparto decepcionante para lo que el reality ha sido.
Una de las gracias de 'The Circle' es la posibilidad de ser quien no eres por unas semanas, de dejar salir un lado de ti que normalmente no puede hacerlo por culpa de las inseguridades físicas. Cuando la mayoría de los concursantes parecen salidos de un gimnasio de élite, se pierden momentos tan emotivos como el de Sean, una concursante obesa que se hizo pasar por una mujer normativa y al final decidió confesar quién era en realidad al sentirse en confianza. Porque esto también es 'The Circle', una reflexión sobre las apariencias, las inseguridades y el ego... por más que Netflix se empeñe en que es mucho más emocionante convertirlo en un reality de citas por Internet.
En defensa del streaming hay que decir que el programa sigue siendo, en esencia, el de siempre, y eso, a estas alturas, juega en su contra: los giros se ven venir, puedes telegrafiar lo que van a decir los concursantes ("Estoy temblando, signo de admiración, emoji de cara alegre, emoji de botella de champán") y los cliffhangers pecan de demasiado masticados. En la edición quieren dejar tan claras las relaciones entre los habitantes de los diferentes apartamentos que a menudo ya sabes a quién van a eliminar, cómo y por qué. Y al programa no le queda otra que tirar de giros para causar mal rollo.
La cuadratura del círculo
El primero de los grandes giros que se plantean en un larguísimo primer episodio de una hora está cogido de 'Gran Hermano': decir las nominaciones en público. El problema es que apenas han pasado unas horas cuando les obligan a echar a dos concursantes, y las razones son tan absurdas como una primera ronda de 'Hombres lobo de Castronegro': te voto a ti porque en tus fotos tienes filtros, y a ti porque no me ha hecho gracia tu biografía. No hay mucho más de donde tirar y, por tanto, no tiene interés. De hecho, se siente como un intento forzado de hacerle la reanimación forzada a un formato muerto.
Lo que en su día fue rompedor y novedoso, ahora se ha convertido en pura rutina. 'The circle' es ya un programa que se ha quedado anticuado a fuerza de exprimirse a sí mismo, y los perfiles similares acompañados de una pequeña bajada del mamarrachismo no ayudan. Netflix, que lo renovó por dos temporadas justo antes de emitir la temporada 3, de momento no ha anunciado que vaya a seguir adelante, y viendo que se ha hecho con otros formatos más interesantes, como '¿Quién es el topo?', es posible que le de un merecido descanso.
Tampoco quiero engañar a nadie: 'The circle' sigue siendo el programa perfecto para tener de fondo y prestar atención solo de vez en cuando, casi como un mantra, prestando atención solo a los juegos y a las nominaciones, pero es demasiado largo. Un formato de media hora eliminando el intento forzado por crear parejas le sentaría estupendamente bien, pero me temo que, de momento, la vaca ya ha dado toda la leche que podía, al menos desde el punto de vista creativo. Y la presencia de un antiguo concursante que se ha anunciado a los cuatro vientos es un simple arreglo estético que no va a cambiar una fórmula ya manida.
Ver 1 comentarios