Antes de 'The Yellow Sea' ('Hwanghae, 2010), Na Hong-jin había debutado con 'The Chaser' (''Chugyeogja'', 2008), un thriller policial protagonizado por interpretada por Yun-seok Kim, Ha Jung-woo, Seo Yeong-hie, Jung In-gi y Park Hyo-ju.
Lo primero que llama la atención del cine de Na Hong-jin es una estética cuidada, con una fotografía estilizada, que en el caso que nos ocupa es oscura y en tonos ocres, además de un gran realismo en la violencia, como ya hemos apreciado en otras cintas coreanas. El perseguidor del título corre tras el asesino con la autenticidad con la que golpea su cráneo o asesta patadas contra sus costados. Pero veremos que esta opción física por una bestialidad cruda no es lo único que ofrece el surcoreano.
'The Chaser' da la vuelta a la estructura canónica de una investigación criminal: el caso está resuelto casi desde el comienzo y es a partir de ahí cuando se lanza una prueba contrarreloj que se aleja de lo que podríamos esperar en el thriller más convencional, sin por ello salirse del género. A la cinta de acción se le suman ingredientes profundos, en cuanto a definición de personajes y a crítica social: desde el principio hemos llegado a lo que sería la meta para otras investigaciones, ya que aquí de lo que se trata es de comprobar si la estulticia policial, las apariencias y la burocracia serán superiores a las ganas de salvar la vida de una madre. Empleando la ironía dramática, sitúa a los espectadores en un nivel de conocimiento de la información mucho mayor que el que disfruta cualquiera de los personajes –de hecho, ellos ni se creen las verdades que se les desvelan– y, gracias a ese ardid narrativo, logra una admirable tensión, que se sostiene durante un tiempo mucho más largo del que suele durar en los policiales más conseguidos.
El guion, que al principio parece caótico y deslavazado, en realidad es un prodigio de intrincación de tiempos: a diferencia de otros films asiáticos, la trama es muy fácil de seguir y no se produce ningún momento de confusión, lo que también es mérito de un prodigioso montaje que mantiene un ritmo acelerado para no perder el suspense ni siquiera cuando las escenas no son de acción. De hecho, casi causan más desazón las secuencias en las que podría parecer que no está pasando nada, debido a que es esta actitud indolente la que desespera al hacerte comprender que nada se hará al respecto.
Es muy difícil sostener un paralelo tan extenso, en el que parece que no está pasando nada, mientras que cada personaje se ocupa en una cosa: la chica trata de huir durante un tiempo indefinido, la policía se mueve caóticamente sin dejar de tener cosas que hacer, el protagonista sigue pistas más o menos falsas, pero todas sin continuación… Podría resultar poco verosímil que siempre haya otro lugar al que acudir, otra prueba que inspeccionar y que los tiempos encajasen entre los tres… sin embargo, todo se percibe plausible.
Nos encontramos de nuevo aquí, al igual que en el cine de Bong Joon-ho, ese tono en el que es difícil distinguir el drama del humor y donde las cuestiones costumbristas empañan la narración hasta el punto de resultan extrañas a un espectador acostumbrado a la pulcritud de las acciones de los films norteamericanos. Esto puede causar una primera impresión de sorpresa, pero pasada esta, debemos reconocer que hay mucho mayor realismo en esta mezcolanza difícil de ubicar. De la misma manera impresiona, vista desde occidente, la geografía urbana de Seúl. Calles empinadas y laberínticas por las que los coches circulan y aparcan aunque parezca que no están trazadas para ellos, y direcciones imposibles de hallar nos hacen pensar en una aglomeración de aldeas antes que en una gran ciudad. Todas estas cuestiones que aderezan al relato con un grado más de asombro, supongo que de la misma forma que algunas cuestiones que aquí tenemos asumidas llaman la atención a espectadores foráneos del cine español.
La niña Yoo-Jeong Kim es increíble y, aunque sea el elemento que sirva al protagonista para cuestionarse la moralidad de su profesión, nunca lo transmite a través de la blandura o de la exacerbación de los valores familiares. Este personaje evoluciona sin que parezca que puede haberle dado tiempo. Lo que ocurre, a veces tan duro que llegamos a pensar en una crueldad gratuita, está relacionado con esa redención.
La dureza de 'The Chaser' no está en los planos, en las gotas o más bien chorros de sangre que se desprenden y salpican, no se encuentra en los martillazos, no está en los ganchos oxidados del sucio cuarto de baño donde se llevan a cabo las ejecuciones… la dureza de la película reside mucho más abajo que todo eso, en el fondo o en el poso que deja el contenido de lo que se está contando. Esa crítica social hacia la figura policial que ya vimos casi igual de vilipendiada en otra obra maestra surcoreana: 'Memories of Murder'.
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