Richard Kelly, autor de la controvertida ‘Donnie Darko’, toma el relato corto del también Richard Matheson, ‘Botón, botón’ (‘Button, Button’), que ya fue adaptado a un capítulo de ‘Más allá de los límites de la realidad’ (‘The Twilight Zone’); para rodearlo de nuevas connotaciones y continuar la historia más allá de donde finalizaba. Con ello crea ‘The Box’ (la caja), film que se estrena el 6 de noviembre y que está protagonizado por Cameron Diaz, James Marsden y Frank Langella.
‘The Box’ parte de una de esas premisas muy poderosas que se llaman en terminología del guión “high concept“, tan interesantes en teoría, pero tan peligrosas en verdad, porque pueden fácilmente quedarse en nada, ser puro aire, probar que no hay opciones de desarrollarlas más allá de su simple planteamiento. La cosa es que a un matrimonio se le plantea la posibilidad de recibir un millón de dólares a cambio de que una persona, desconocida para ellos, muera. Efectivamente, pasado el impacto de este concepto, poco más aporta la trama. Por lo tanto, el avance del film es lento y contiene muchos momentos de bajo interés.
No sabría decir cuál es el tono de esta adaptación. Lo sobrenatural o fantástico está claro que forma parte de ‘The Box’, y la ciencia está presente, pero sin que el conjunto pueda llegar a considerarse ciencia ficción. Y el terror tampoco parece ser la intención principal de Kelly. No encuentro, siquiera, que se trate de una mezcla de géneros con un interesante resultado intermedio. Más bien me temo que le quedó el gusanillo de completar una obra que a él le parecía sólo estaba apuntando algo y que, por lo tanto, esto es más que nada un experimento. Lo que sí logra Kelly es una curiosa atmósfera opresiva e irreal que puede ser lo más positivo de esta cinta.
La acción transcurre en los años setenta, por lo que los actores deben hacer un ejercicio de retroceso en el tiempo, especialmente Diaz, ya que para las mujeres, la sociedad ha cambiado más en estos treinta y pico años. A pesar del comedimiento que se ve obligada a mostrar por este motivo, le da a su personaje una personalidad y lleva el peso de la parte moral de la historia. Eso sí, su actuación se puede considerar algo hierática. Si comparamos su interpretación con la de la protagonista del capítulo televisivo, Mare Winningham, encontraremos que estamos en las antípodas, lo cual es interesante porque los actores televisivos estaban muy sobreactuados. Marsden está algo menos creíble como padre y marido, con esa cara de risa constante, y no digamos ya como aspirante a astronauta, a sus 36 añitos. Langella tiene un papel más fácil, pues la enigmática figura que encarna le permite mantener siempre el mismo registro. El efecto especial de su cara hace, además, que sólo nos fijemos en eso y perdamos de vista la interpretación.
La duda moral se pierde cuando (SPOILER) en realidad es uno mismo quien está en peligro. Ahí se acaba cualquier planteamiento sobre si se ha hecho el bien o el mal y la cuestión se convierte en salvar la vida. El final es aleccionador de una forma artificial. Encontraría ese dilema más tangible si el autor hubiese sido capaz de mostrar cuáles son las verdaderas consecuencias de algo así, como ya hicieron películas del tipo ‘Las diabólicas’ o ‘El cartero siempre llama dos veces’, por poner dos ejemplos de entre muchísimos. La culpa en sí ya es tan poderosa que podría haber sido suficiente para precipitar la situación en un sentido negativo (FIN DEL SPOILER). El problema en este caso no es la ausencia de ideas, sino que Kelly haya mezclado demasiadas y las haya tocado todas muy por encima. Un guión más sencillo, pero que profundizase más en lo presentado, sería superior.
Podría interpretarse que lo que Kelly añade convierte a ‘The Box’ en una alegoría sobre las pruebas que nos manda Dios y los castigos divinos, mientras retoma el mito de Eva y de la manzana, esta vez en forma de un botón igual de redondo e igual de rojo, pero con una tentación mucho más atractiva: el dinero que puede solucionar problemas.
Conclusión: un film que me deja desconcertada, que me invita a leer el relato o ver el capítulo televisivo, pero no porque necesite más de lo mismo, sino porque no he podido entender para qué o por qué existía ‘The Box’ o qué conclusiones había que extraer de ella. En lo positivo están la atmósfera y el concepto en sí, que puede dar pie a debates de café tras la película donde no habrá quien carezca de opinión al respecto.
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