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'The Assassin', una de las grandes películas del año

Si en una película, como la recientemente comentada ‘Polytechnique’ (id, Denis Villeneuve, 2009), el director trasciende la narración convencional con el uso de la imagen, obligando, invitando, al espectador a desentenderse de una percepción literaria de la película, en una del director chino Hou Hsiao-Hsien más aún, sobre todo para un espectador occidental, ya sólo por la distancia cultural —aun sabiendo que el director ha tenido en cuenta la literatura wuxia—. Debo confesar que me acerqué el film con miedo atroz, debido a que las anteriores experiencias con el laureado director no habían cuajado correctamente.

Pero lo que en su momento fue cansancio y aburrimiento, en ‘The Asssassin’ (‘Nie yin niang’, 2015) se tornó completa fascinación. Ganadora del premio al mejor director en la pasada edición del Festival de Cannes —en la que levantó aplausos rabiosos y bostezos de toda índole entre el espectador menos exigente—, la película es el aporte personal de Hsiao-Hsien al clásico género oriental del wuxia, siguiendo la estela de muchos directores orientales coetáneos. Lo que llama la atención, no obstante, es el hecho de que Hsiao-Hsien ha realizado únicamente dos películas en los últimos siete años —sin contar sus aportaciones a un par de largometrajes de episodios—, en una filmografía de 21 títulos desde 1980.

No sé a qué responde ese distanciamiento en el tiempo entre obra y obra —más aún cuando su nombre empezaba a ser objeto de culto por estas latitudes—, personalmente me ha venido de maravilla, para madurar mis impresiones sobre uno de los directores orientales más difíciles de la actualidad, entendiendo por difícil que se aleja por completo de los parámetros de un cine más convencional. En ‘The Assassin’ la forma lo es todo, incluso eleva la más que sencilla trama a lugares a los que pocos pueden llegar verdaderamente. Una historia de venganza, honor, amor y redención a través de un cineasta que coloca la cámara en algún lugar entre la realidad y el sueño, entre la calma y la violencia, entre pasado y presente, sugiriendo un futuro completamente diferente.

Posee ‘The Assassin’ un inicio en lujoso blanco y negro en el que el personaje central, el del título original —encarnado por la bellísima Shu Qi—, una asesina profesional, llevado a cabo uno de sus encargos. El blanco y negro marcando la distancia temporal, el inicio, la génesis tal vez, un modo de vida, del mismo modo que Martin Campbell hizo en su momento con otro de los asesinos más famosos del celuloide, James Bond, en la popular ‘Casino Royale’ (id, 2006). Aquí estamos en el siglo VII en China, y un líder político debe ser asesinado; la asesina pronto se encontrará ante la encrucijada de su vida.

La sugerencia

‘The Assassin’ se mueve cadenciosamente entre las consecuencias de un pasado tormentoso —el hombre al que debe matar la protagonista fue su prometido hace años, siendo separados rompiendo una tradición, y con ella el honor—, y las posibles consecuencias de un futuro aún peor —la determinación final posee una enorme coherencia sobre futuros acontecimientos, en caso de llevar a cabo su misión—, y relaciona personajes huyendo de lo habitual, haciendo pensar al espectador, sugiriendo sombras y presencias, incluso insertando elementos del fantastique. Al respecto es fundamental la labor del operador de fotografía Lee Ping Bin, que realiza composiciones cromáticas de lo más sugerente, mientras Hsiao-Hsien filma desde una distancia prudencial. Hay poco, o ninguno, primer plano en ‘The Assassin’, y muchas veces entre la cámara y los personajes hay todo un mundo sugerido, entre velos, cortinas o flores.

La película también escapa a la narración continua, pero es una obra que no se construye ni edifica poniéndoselo fácil al espectador. Hay instantes tan portentosos e insinuantes, tan pensados, podría decirse, que son esos donde hay que buscar la grandeza de una película que parece respirar en cada leve movimiento de cámara, en cada plano, perfectamente compuesto de colores debidamente pensados, con la intención de impresionar más que narrar una historia mil veces vista. Hsiao-Hsien domina a la perfección ambas cosas, y su film parece detenerse en el tiempo, y jugar con el espectador, dejándole entrever más que ver. Todos los actos de ‘The Assassin’ son interrumpidos. ¿No es acaso una película una interrupción en la vida de sus personajes?

El personaje central de la película parece un fantasma; la manifestación física de un pasado que regresa por el camino menos esperado, el del odio, encontrándose con que el amor dará con la solución al dilema moral de la protagonista. Un amor idéntico, o eso queremos creer, al del hombre que la cura de sus heridas. Un amor que tal vez la hace cuestionarse a sí misma, como bien muestra la secuencia de lucha entre esas dos asesinas —atención al vestuario como muestra de distintas formas de pensar— que se encuentran en el bosque y que no es más que una lucha alegórica. Una lucha, como las otras, interrumpida, porque quizá ella deba ir más allá. Observarse a sí misma, como ella es mostrada desde la penumbra, entre cortinas, como una aparición, como un susurro. A plantearse, del mismo que se plantea todo lo que ve.

‘The Assassin’ propone en sus últimos minutos algo que por estos lares no seremos capaces de entender en su totalidad, el regreso a la naturaleza, a los orígenes, para deshacerse de todo vicio adquirido. Hay incluso una extraña sensación diferenciadora entre las secuencias de interior y las del exterior, entre las dialogadas y las de lucha —por cierto muy alejadas de lo que hemos visto en películas de Ang Lee o Zhang Yimou—, como si Hsiao-Hsien estableciese una relación entre la quietud y el pensamiento profundo —la observación, la paciencia—, evitando algo muy actual: la reflexión atropellada, el odio irracional, el enfrentamiento inútil, la verborrea, la tergiversación. Todo ello con una cámara que se mueve con la misma lentitud —y si no, son los personajes dentro del plano fijo los que se mueven— que esa niebla que avanza para cubrirlo todo en el olvido.

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