“No me puedo sentir un autor si escribo a partir de una novela de Mario Puzo o de John Grisham. Ahí el escritor ha hecho el trabajo sucio, creando la historia y los personajes. Sólo siento como auténticamente mías dos o tres películas: ‘Llueve sobre mi corazón’, Concha de Oro en San Sebastián cuando era muy joven, y ‘La conversación’, que ganó en Cannes”.
Francis Ford Coppola
Debería haber sido todo un acontecimiento que, tras tanto tiempo, se estrenara una película dirigida por Francis Ford Coppola, uno de los mejores realizadores de la Historia del Cine. Pero se ha estrenado y… oh, mira, un robot gigante. Sí, más o menos todos sabemos qué es ‘Tetro’ y que Maribel Verdú actúa en ella, pero si miramos las cifras de la taquilla, descubrimos que la película no interesó a demasiada gente. Los cinéfilos (y los pseudo-cinéfilos y los de más abajo) no somos tan numerosos como pensábamos, ¿eh? Entre eso y que el paso por Cannes no dejó buen sabor de boca (y la prensa se hizo eco de ello), se entiende que el film pase sin pena ni gloria por nuestra cartelera.
La cosa se agrava cuando, en realidad, la película se merece un trato así. Y que me perdone el señor Coppola si eso ha sonado cruel, que sé que es un hombre muy sensible a las críticas; a pesar de su edad y todos los palos, todavía le duelen los comentarios en contra de su obra, lo que no deja de ser normal, si tenemos en cuenta lo personal que es el trabajo. Pero es que el hombre se ha pasado tanto de personal que su película raramente va a interesar a alguien que no sea él mismo. De hecho, está tan ciego con su ‘Tetro’ que piensa que Verdú está fantástica, cuando hasta ella ha reconocido que su interpretación no es buena.
Dice Coppola que ésta es la segunda película de su segunda etapa (la primera es ‘Youth Without Youth’, aún inédita en nuestro país, porque en ésa no hay participación española). Convertido en un multimillonario empresario, desde su cómodo asiento ataca el cine comercial y todo lo que representa Hollywood, apostando, por el contrario, por el cine como un arte más cercano a la poesía y la composición musical. Un cine libre de fórmulas, barato, creativo y muy personal. Así, el de ‘Tetro’ es su primer guión original desde 1974, cuando escribió ‘La conversación’, Palma de Oro en Cannes; el anterior es el de ‘Llueve sobre mi corazón’, de 1969. El tiempo es relativo, dice este cineasta que se aprende tanto en su profesión que no se cree que lleve cuarenta años haciendo películas. Ahora es libre y puede hacer lo que le dé la gana, es independiente.
Y lo que nos quiere contar en ‘Tetro’ es la historia y los misterios de una particular familia gobernada por el ego de un padre triunfador y voraz, un agujero negro que engulle todo lo que está a su alrededor. Su hijo, traumatizado por un accidente automovilístico que le costó la vida a su madre, y agobiado por el carácter y el desprecio de su padre, decide marcharse y hacer su vida por su cuenta, recomponiendo los trozos en Buenos Aires, donde intenta escribir una gran obra basada en su familia. Allí, con la ayuda de Miranda, su psiquiatra, que se enamora de él, se instala y recupera la paz, bajo una nueva identidad: Tetro.
Una tranquilidad que viene a romper Benjamin (Alden Ehrenreich), el hermano menor, quien trae una carta escrita por el propio Tetro (Vincent Gallo) diez años atrás, en la que le dice que le quiere y le promete que volverá para reunirse con él. Benjamin no encuentra al hermano que buscaba, sino a un hombre brusco y malhumorado que no quiere saber nada de su familia. Tras el rechazo inicial, poco a poco, y de nuevo con la ayuda de la cálida Miranda (Maribel Verdú), el joven va entrando en la vida de su hermano y comprendiendo por qué actúa así, y quién es ahora.
Con la mágica ‘La ley de la calle’ en nuestra memoria, ‘Tetro’ arranca con elegancia y belleza, envuelta en secretos y pasiones, fascinante. Se sigue con gran interés la llegada de Bennie y el encuentro con su hermano. Se buscan las piezas que componen a Tetro, con suma curiosidad. Se queda uno embobado con las luces y las sombras de una majestuosa fotografía en blanco y negro (los flashbacks y las oníricas secuencias de danza son a color), y con los cuidados planos que compone Coppola, un niño viejo encantado con lo que tiene entre manos. Pero, progresivamente, uno empieza a salirse de la pantalla, a darse cuenta de dónde está, de que está viendo una película, y, lo que es peor, de que se está aburriendo. Coppola hace interesante el misterio sobre el padre, pero lo rodea de situaciones que van castigando la paciencia, pues no aportan nada, y tampoco sobresalen, simplemente sobran.
El “duelo” entre hermanos, con unos estupendos Ehrenreich (DiCaprio II) y Gallo (en un papel que Coppola escribió para Matt Dillon) y, sobre todo, la belleza de las imágenes y la composición de las escenas, logran mantener durante gran parte del metraje una película que se descubre mayormente vacía, una pequeñez muy bien adornada que no merece tanto tiempo, porque la historia que se cuenta se despacha tranquilamente en una hora. Pero ‘Tetro’ dura dos, y vaya si se nota. Especialmente, cuando uno cree que todo ha sido resuelto, y entonces toca enfrentarse a todo un último acto, con los momentos más ridículos de todo el conjunto; una vez vista, se entiende por qué Javier Bardem se retiró del proyecto, dejando su sitio a una descolocada Carmen Maura.
Se burla Coppola, con estilo y gusto, no me entendáis mal, de la labor de la crítica, en general, pues siempre sus películas han recibido comentarios negativos, incluso ‘El padrino’, la película con la que siempre se le asocia. Por eso dice el realizador, al que, repito, en realidad le molestan las críticas, que va a tener esperar para saber si los dos nuevos largometrajes de su nueva etapa son buenos o no. No creo que sea necesario. En cuanto a ‘Tetro’, la cosa está bastante clara, al menos para quien esto firma. Si una película aburre, es que falla. ¿Y dónde falla? Pues, por ejemplo, cuando cuenta algo que no aporta información relevante (la práctica de gimnasia, por decir sólo una escena), o cuando se repiten detalles ya revelados (se muestra y se cuenta lo mismo, como el accidente). También en sacarse de la manga una resolución rocambolesca, más propia de una telenovela, o en poner a Verdú en un papel donde no encaja y a Maura como imposible figura demoníaca.
Lo mejor, para mí, la primera mitad de la película, antes de que todo empiece a resultar repetitivo y vacío, así como con las esforzadas interpretaciones de los dos hermanos. Puede ser poco, y ciertamente uno espera muchísimo más de este cineasta, pero si la comparamos con lo que hay en cartelera, la elegante propuesta de Coppola no resulta tan desdeñable. Pequeña decepción. Pero a esperar, ilusionado, ansioso, la próxima.