Aprovechando que aún sigue en los primeros puestos de la taquilla española, me decido por fin a dejaros mi opinión sobre ‘Ted’ (2012), el primer trabajo para la gran pantalla de Seth MacFarlane, creador de series animadas para televisión tan famosas (y similares) como ‘Padre de familia’ (‘Family Guy’), ‘Padre made in USA’ (‘American Dad’) y ‘El show de Cleveland’ (‘The Cleveland Show’).
Parte fundamental del éxito de MacFarlane en la pequeña pantalla es el aprovechamiento paródico de la cultura popular —de masas— y al debutar en el cine ha mantenido la fórmula. Desde la primera secuencia, un prólogo que parece sacado de un film de Steven Spielberg en los 80 pero salpicado por el humor que caracteriza a MacFarlane, rico en lenguaje inapropiado, escatología y burla de lo políticamente correcto. La historia parte de un niño solitario que desea que su oso de peluche, Ted, cobre vida y se convierta en ese amigo que le falta.
En contra de lo que suele pasar en las películas, el chico presenta a Ted sin problemas, primero a sus padres y luego al resto del mundo, convirtiéndose el peluche en una celebridad internacional. Aquí uno cree intuir que MacFarlane va a aprovechar para lanzar dardos envenenados a diestro y siniestro, pero simplemente se limita a presentar la situación y dejar caer un par de bromas. No parece interesado en abarcar más —quizá pensando en la secuela— y es una lástima.
Sí acierta dando carpetazo rápidamente a la infancia de los protagonistas —eso daría para una aventura familiar— y plantear enseguida su madurez. Que es la clase de (in)madurez que suele reflejar, tanto en la pequeña como en la gran pantalla, la comedia norteamericana de los últimos años, obsesionada con los eternos jóvenes que intentan huir de las responsabilidades de la vida adulta. John (Mark Wahlberg) es el típico treintañero sin ambición con empleo mal pagado que dedica su tiempo a ver la tele, fumar y beber, siempre en compañía de su mejor colega, Ted, que en lugar de ser el símbolo de la ternura y la inocencia de la infancia, representa la típica mala influencia a la que se refieren los padres cuando eres un chaval.
Tal como está presentado, todo iría de maravilla si no fuera por la parienta. John y Lori (Mila Kunis) llevan años saliendo y surge la idea de la boda. Él quiere pasar el resto de su vida con ella, pero Lori no ve futuro a su relación estando Ted con ellos. John se encuentra entonces ante el conflicto de tener que elegir entre el oso —la diversión, la irresponsabilidad…— o la chica —el compromiso, la madurez…—. Podréis decir que la película es de MacFarlane, que puede hacer lo que le dé la gana porque ha ganado mucho dinero, que es un producto comercial que ha arrasado en taquilla, etc., etc. Vale. Pero si me prometen una película irreverente, y la novia del protagonista le da un ultimátum, lo último que espero es que la elija a ella. Quiero decir, es una maldita comedia, ¿por qué portarse bien? ¡Quédate con tu colega y manda a la pesada a tomar viento!
Pues no. John pide a Ted que se vaya a otro apartamento para que él y puedan pensar en casarse. Aquí es donde empieza a fallar la película. Se convierte en el aburrido Hollywood imponiendo ideas tradicionales a sus fieles. Quizá por ser su ópera prima y/o por la necesidad de recuperar la inversión, MacFarlane rebaja considerablemente la carga ácida de su sentido del humor y hace de ‘Ted’ una fábula convencional y accesible para (casi) todos los públicos, en lugar de la salvaje gamberrada que cabía esperar. Pero no quiero ser injusto, la película tiene momentos muy divertidos —casi todos estaban en el tráiler aunque cabe destacar las hilarantes apariciones de Joel McHale y Giovanni Ribisi— y se agradece que Ted —a quien interpreta MacFarlane gracias a la técnica de la captura del movimiento— se mantenga siempre coherente.
El problema es el protagonista humano, y no por Whalberg, que ha demostrado ser mejor actor para la comedia que para el drama, sino por cómo evoluciona su personaje. MacFarlane rellena con demasiado almíbar y acaba estropeando un atrevido planteamiento. Una vez que todo se centra en que John resuelva las cosas con Lori, la película se vuelve tópica y rutinaria, en otra más, teniendo que recurrir a una cansina e innecesaria persecución —otro de los clichés actuales del género, parece obligado meter a los protagonistas dándose hostias con un coche— para intentar reanimar la apagada historia. En definitiva, una aguada versión del humor de MacFarlane mezclada con elementos de comedia romántica y de aventuras con muñeco/bicho parlante; un entretenimiento con el pie siempre en el pedal del freno.
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