No soy uno de esos tipos que se suelen quejar de lo que ven en una película, cuando se trata de violencia, o escenas fuertes visualmente hablando, cualquier tipo de escena, siempre y cuando la cosa esté justificada argumentalmente, por supuesto. La provocación es buena si va apoyada en un guión consistente y con chicha, a lo que habría que sumar los demás aspectos artísticos o técnicos, con lo cual ya hablaríamos de un fim a la par redondo y provocativo. Hay que ser un genio para conseguirlo, o tenerlos bien puestos para salir airoso del tema. Ahora mismo me viene a la mente dos films de muy distintas épocas, y que son dos genialidades además de pura provocación, conseguida inteligentemente; hablo de 'La Naranja Mecánica' de Stanley Kubrick, y de 'El Club de la Lucha' de David Fincher. ¿Necesito decir algo sobre esas dos películas? No, ¿verdad?, todos sabéis a qué me refiero. Dos films "fuertes" temáticamente hablando, muy representativos del momento en el que fueron realizados, y que aguantan el paso del tiempo, gracias a la magnífica labor de sus directores tras las cámaras. Ahora, cuando la provocación es simplemente por provocar, la cosa cambia.
Un tío masturbándose y eyaculando delante de la cámara, un gallo picoteando la punta de un pene erecto (sí, llevaos las manos a dónde me las llevé yo), un primer plano del culo de una paloma mientras ésta suelta una cagada, tíos vomitando a lo bestia después de haber comido como cerdos comida que no parecía comida, un tío embalsamando un cuerpo en primerísimo plano sin cortarse un pelo en mostrar cómo se van extrayendo todos los órganos internos. Y más, mucho más. ¿es necesario mostrar todo esto de una forma totalmente explícita? bueno, si el film tuviera algo que contar, pues ¿por qué no? Pretende ser un grotesco cuento, dividido en tres actos, a través de tres generaciones de la misma familia, sin que haya un porqué en dicha disertación. ¿Una metáfora sobre el propio país (Hungría)? puede. ¿Una estupidez como cualquier otra? puede.
Ninguna de las tres partes tiene el suficiente interés como para engancharse a la película, la cual destaca únicamente por algunas de sus resoluciones visuales. Al respecto citar cómo una bañera puede servir de medidora del paso del tiempo al hacernos ver la cantidad de acontecimientos distintos que tiene lugar sobre ella, mientras la cámara realiza un artificioso movimiento que está de más. O por ejemplo, la representación de un cuento, al abrir un libro desplegable uno de los personajes. Son apuestas arriesgadas, que formalmente quedan muy bien, e incluso están por encima de lo que estamos acostumbrados a ver, pero evidentemente eso no llega para estar hablando de una buena película.
Los actores realizan todos excéntricas interpretaciones, dado que sus personajes son más raros que un perro verde. Y es que siendo el cine un mundo donde ya conviven personajes imposibles en la vida real, ¿qué necesidad hay de convertir a todos lo personajes de un film en los seres más raros jamás vistos? una vez más, si esto sirviera de algo, perfecto, bienvenido sea, pero en este caso no es así, y se le termina cogiendo manía a todo aquél que por la película pulula.
Su director, György Pálfi se ha lucido, y nos ha servido un producto realmente asqueroso sin pies ni cabeza, que aboga por lo explícito, en vez de resultar sutil, casquería barata para ocultar las enormes deficiencias de un guión prácticamente inexistente, pero claro, entonces no sería presentada a festivales prestigiosos en los que ganar premios, y dejar a un montón de espectadores con la boca abierta, cosa que desde luego consigue. Según parece el film se estrena hoy en nuestras pantallas, o eso es lo que por algunas webs de estrenos dicen. Ojalá fuera una broma, y que conste que he visto peores películas este año, pero prácticamente ya se esperaba de ellas.