'Taxi Teherán', cine prohibido

El iraní Jafar Panahi no puede hacer cine. Arrestado por estar "haciendo una película contra el régimen en la que se mostraban los acontecimientos posteriores a las elecciones de 2009" -aunque más tarde su mujer confirmaría que la película no tenía nada que ver con el tema-, y tras unos meses de cárcel y soportar amenazas a su familia en 2010, el Tribunal de Teherán le acusó de "actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el estado" y le condenó a arresto domiciliario -no poder salir de Irán- y a 20 años sin dirigir una película.

Pero esto no ha parado a Panahi y con apoyo de amigos, familiares y colegas y diferentes organizaciones internacionales por los derechos humanos ha podido seguir dirigiendo en secreto y jugándose la vida. Así y tras, 'Esto no es una película' ('This is Not a Film', co-dirigida con Mochtabá Mirtahmasp, 2011) o 'Closed Curtain' (co-dirigida con Kambuziá Partoví, 2013), nos llega 'Taxi Teherán' ('Taxi', 2015), última ganadora del Oso de Berlín y del Premio FIPRESCI de la 65ª edición de la Berlinale.

Taxi clandestino

Un taxi recorre las vibrantes y coloridas calles de Teherán. Va recogiendo todo tipo de pasajeros: hombres, mujeres, ancianos, amigos y conocidos, niños...Y todos ellos tienen algo que contar y no tienen reparos a expresar libremente su opinión cuando el conductor les pregunta. Y el conductor no es otro que el director, Jafar Panahi que nos muestra el interior de su taxi y el caos de las calles de Teherán con una cámara colocada en el salpicadero, capturando el espíritu de la sociedad iraní.

'Taxi Teherán' tiene tres grandes bazas y una de ellas, si no existiera, quizá haría que la película fuera menos interesante. La primera es, sin duda, su tratamiento de falso documental. La espontaneidad con la que los pasajeros suben y bajan y hablan de sus problemas y preocupaciones, la presencia de la sobrina en la vida real del director o su emotiva conversación con su abogada. El espectador se cuestiona si se trata de pasajeros reales o está todo guionizado y esto, consigue transmitir a la cinta un espíritu improvisado maravilloso que nos acerca más a esa variopinta realidad iraní.

La segunda baza es, precisamente, esa aproximación a la realidad tan cruda de un país como Irán a través de la ficción improvisada y mucho sentido del humor. En el taxi se habla de la visión política, religiosa y hasta familiar del país a través de varias generaciones, gentes de varios oficios y clases sociales y a pesar de lo que se nos cuenta y muestra pertenece a una cultura y sociedad totalmente opuesta a nosotros y ciertas afirmaciones e ideas pueden llegar a parecernos terribles, Jafar Panahi se encarga de que los diálogos y situaciones no pierdan comicidad en -casi- ningún momento.

Haciendo cine prohibido

La tercera ventaja es su fuerte crítica contra la censura que, en un contexto diferente a la que está realizada la película, no funcionaría tan bien. Y es que la conversación con su abogada -haciendo alusión a su encarcelamiento y su castigo- y toda la trama de la sobrina del director gira en torno a las duras restricciones y la escasa libertad de expresión en Irán: la niña tiene que hacer una película para el colegio y le lee a su tio la lista de duras y absurdas leyes de moralidad y corrección que debe seguir.

Al compartir viaje con el director y sus "clientes" somos conscientes y cómplices de esa lucha contra la censura. Jafar Panahi está rodando de forma clandestina, lo sabemos y tememos que en cualquier momento lo descubran. 'Taxi Teherán' es una película valiente, comprometida y sin duda, necesaria por su reflejo de la sociedad iraní pero que por desgracia, nunca se verá dentro de sus fronteras.

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