'Tarde para la ira', magnífica ópera prima

Es muy fácil pensar que el hecho de ser un actor conocido va a darte muchas facilidades si decides dar el salto a la dirección, pero lo cierto es que puedes encontrarte con problemas de todo tipo, sobre todo si buscas hacer tu película con cierta libertad y apostando por un relato que, al menos sobre el papel, no parece especialmente comercial. Ese ha sido precisamente el caso de Raúl Arévalo con ‘Tarde para la ira’, su debut como realizador.

Lo cierto es que el protagonista de ‘La isla mínima’ ha tardado casi una década en poder hacer realidad uno de sus grandes sueños. Para ello ha partido de un guion que él mismo ha escrito junto al también debutante David Pulido y se ha rodeado de un equipo de primera, tanto en lo referente a los actores como al equipo técnico. Eso no garantizaba nada, pero lo cierto es que ‘Tarde para la ira’ es una magnífica ópera prima que te deja con ganas de ver más cintas dirigidas por Arévalo.

Las ideas claras de Raúl Arévalo

Una de las primeras cosas que se percibe en ‘Tarde para la ira’ es que Arévalo tiene muy claro qué es lo que busca y también cómo conseguirlo. En lo referente a la puesta en escena en sí misma, durante sus primeros minutos destaca la apuesta decidida por los planos cerrados, cerrándose así sobre los personajes y su pequeño universo, permitiendo además que los actores brillen con gran intensidad al apostar por un recurso que eleva la expresividad con la que han de jugar.

Eso sí, ese recurso es algo que va dejando de lado a medida que el guion va perfilando de forma más clara cuál es la historia que nos está contando, una en la que la violencia tiene una presencia fundamental y es abordada de una forma seca y contundente, pero sin caer nunca en regodeos innecesarios. No seré yo el que desvele los motivos de la misma, pero sí que puedo decir sin miedo que todo encaja a la perfección en el plano argumental sin perder ese efecto sorpresa que hace que nos metamos más a fondo en la historia.

Además, Arévalo demuestra que sus esfuerzos como director van mucho más allá de un detalle que, en el fondo, tampoco es especialmente novedoso. Sabe cómo crear una atmósfera decadente y turbia -ahí se nota lo bien que ha sabido rodearse a nivel técnico y también en la selección de las localizaciones- que va evolucionando a medida que avanza el metraje -primero impera un toquecito decadente y luego lo turbio va creciendo- y también transformándose según van encajando todas las piezas, pero es que también demuestra una gran claridad de ideas hasta en el uso de las luces y las sombras.

Se nota lo bien pensado que está todo por mucho que haya pequeños detalles aquí y allá que no encajan tan bien como el resto, pero tampoco es nada grave y resulta comprensible que haya cierto margen de mejora. Sin embargo, Arévalo ha sabido asimilar todas sus influencias para dar pie a una película con voz propia que apuesta por un realismo sucio que seguro que sorprenderá a más de uno de forma similar a lo que hizo hace poco Fede Álvarez con los resortes del terror en su notable último trabajo.

La guinda del pastel de ‘Tarde para la ira’

El gran trabajo técnico de ‘Tarde para la ira’ -tampoco me olvido de la música de Lucio Godoy, escasa en cuanto a presencia, pero esencial para terminar de matizar esa atmósfera que mencionaba más atrás- encuentra además un gran respaldo en un reparto perfectamente elegido. No es casualidad que Arévalo escribiera la película con los dos personajes principales ya adjudicados de antemano a Antonio de la Torre y Luis Callejo.

En el caso de De la Torre, lo primero que llama la atención es lo mucho que ha de transmitir a través de su mirada, mostrando un vacío prácticamente imposible de llevar. Todo lo que necesitáis saber sobre él es que es una persona que está dispuesto a hacer lo que sea por lograr lo que necesita, algo que va transformando esa pasividad inicial para acabar adueñándose del devenir de los acontecimientos. Entonces el lenguaje no verbal también impera en su trabajo, logrando que leamos lo que está pensando sin la necesidad de verbalizarlo.

Por su parte, Callejo comparte la casi totalidad de sus escenas con él y ha de mostrar un rango emocional bastante variado, sabiendo amoldarse a la situación y escapando de todo momento del posible esquematismo en el que podría haber caído, algo más patente durante sus primeros minutos en pantalla que después. Además, es un gran contrapunto para De la Torre, con quien consigue una gran química para que sus acciones juntos ganen aún más fuerza -justo lo contrario a lo que sucedía con los protagonistas de la nueva y deficiente ‘Ben-Hur'-.

El resto también cumple con holgura, sobresaliendo con luz propia un extraordinario Manolo Solo en un personaje que podría haber dado muchos problemas -tanto en sí mismo por sus peculiaridades como en sus efectos en la película al ser el único aspecto cómico de la misma-, pero que él domina a la perfección, volviendo a probar que el cine español debería sacar mayor partido a su talento.

En definitiva, ‘Tarde para la ira’ es una gran película que tiene aún más mérito por ser la ópera prima de su director. Sin embargo, Arévalo demuestra saber muy bien lo que busca y también cómo conseguirlo, habiendo encontrado a los cómplices ideales para convertirla en casi la mejor versión posible de sí misma. Ahora sólo nos queda esperar que no sea flor de un día, ya sea por no volver a conseguir hacer nada o porque sus próximos esfuerzos no logren estar al mismo nivel.

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