Jack Arnold fue un artesano de los años 50, salido de la televisión, que se especializó sobre todo en cintas de Sci-Fi. Probablemente la más famosa de todas cuantas realizó fue ‘El increíble hombre menguante’, una absoluta obra maestra con un excelente guión de Richard Matheson lleno de detalles. Muchas de sus secuencias forman parte de los mejores momentos cinematográficos que se recuerdan (Arnold volvió a juguetear con alguna escena protagonizada por una araña), y en la década de los 50 fue capaz de hacer brillar de nuevo a la Universal, presentado un icono de las monsters-movies, cuando éstas ya estaban en decadencia, con la estupenda ‘La mujer y el monstruo’.
Con ‘Tarántula’ se seguía la moda imperante en aquellos años sobre películas que hablaban del aumento o reducción de tamaño. Tod Browning había dejado el listón bien alto dos décadas atrás con ‘Muñecos infernales’, y en los 50, Gordon Douglas nos sorprendió con ‘La humanidad en peligro’, en la que unas hormigas se volvían gigantes por culpa de la radiación atómica. ‘Tarántula’ añade el elemento del mad doctor que tan buenos resultados había dado en los años 30.
La historia de ‘Tarántula’ da comienzo en el desierto de Arizona. Allí, un hombre con terribles malformaciones, aparece muerto. Se trata de un importante biólogo, que estaba metido en secretos experimentos junto con un eminente profesor. Éste, preocupado por el hambre en el mundo, investiga una posible solución que podría acabar con dicho problema (lo cierto es que viendo la clase de experimentos que realiza, se aprecia cierta incoherencia en su discurso, por motivos más que evidentes). Por supuesto, y como en toda película que hable de peligrosos experimentos en contra de la naturaleza, y algunos jueguen a ser Dios, éstos salen mal y las consecuencias serán devastadoras. Poco a poco en la región empieza a aparecer ganado muerto en extrañas circunstancias. La realidad se dará la mano con la ficción de forma inesperada.
‘Tarántula’ tiene un enorme poder de sugestión, a diferencia de muchas de las películas de la época, que prácticamente contaban historias risibles de forma artificiosa e incluso torpe. Esto se debe sobre todo a la excelente labor detrás de las cámaras por parte de Jack Arnold, capaz de reproducir interesantes atmósferas y sacar el máximo partido de unos elementos mínimos. Al igual que Douglas en la película antes mencionada, Arnold representa perfectamente el desierto, como si de un western se tratase. Pero esta vez, el enemigo que surge de él es algo totalmente inimaginable y totalmente terrorífico: una araña gigante que cada vez crece más. Tan loca premisa logra ser creíble en todo momento gracias a unos eficaces efectos especiales, que consistían en filmar a una tarántula de verdad para luego insertarla en los escenarios mediante trucos fotográficos, y la aplicación del suspense a los momentos más impactantes del film. Arnold además imprime al relato un buen ritmo, el cual nuca decae, si acaso termina el film muy abruptamente, aunque lo contrarresta con un buen espectáculo. Y todo ello en una película cuyo presupuesto fue considerablemente menor al normal.
En el reparto de actores no encontramos demasiadas sorpresas. John Agar y Mara Corday ponen sus caras bonitas y sus cuerpos a unos personajes de lo más plano. El primero fue un actor de moda en aquellos años, muy inexpresivo y sin carisma alguno. La segunda ponía algo más de empeño, y hoy resulta curioso comprobar su asombroso parecido con una actriz de la actualidad que también suele hacer de florero en las películas: Eva Mendes. El verdadero rey de la función, después de la araña, evidentemente, es Leo G. Carroll, característico actor que había trabajado a las órdenes de Alfred Hitchcock en obras maestras como ‘Rebeca’ o ‘Recuerda’. Carroll da un verdadero recital, ayudando a la credibilidad del conjunto, sobre todo en el momento de recitar sus diálogos, alguno de ellos con absurdas teorías científicas. Un espléndido mad doctor heredero directo de aquellos a los que dieron vida actores como Lionel Barrymore o Colin Clive. A diferencia de ellos, su destino va unido al de su criatura, tal y como se puso de moda en este tipo de películas. Su presunta muerte, algo que en realidad ocurre fuera de campo y de lo que no llegamos a ser testigos directos, es más un castigo por intentar hacer algo que le quedaba grande.
‘Tarántula’ es una buena muestra del talento de un director que, con el paso de los años se ha ido descubriendo como algo más que un buen narrador de historias. No ha perdido su encanto, y aunque no se trata ni mucho menos de un film perfecto, es toda una gozada para los amantes del género. Como anécdota, apuntar que Clint Eastwood (del que la semana que viene iniciaremos un extenso análisis sobre todas sus películas) tiene una breve aparición como uno de los pilotos de los jets que se enfrentan a la enorme araña, en la parte final de la película.
El film está disponible en dvd, en una excelente edición, a cargo de Absolute Distribution, que la incluye en su colección LA, dedicada a la Sci-Fi de aquellos años, con la muy acertada frase de promoción “Lo mejor y lo peor del cine de ciencia ficción”. Sobra decir que ‘Tarántula’ pertenece al primer grupo.