‘Take Shelter’ (2011) supone el segundo trabajo de dirección y guión por parte de Jeff Nichols tras ‘Shotgun Stories’ —un tercer largometraje, ‘Mud’, de nuevo con Michael Shannon se encuentra en post-producción—, y viene precedida de su paso por numerosos festivales, entre ellos Sundance, Cannes o Gijón, en los que independientemente de los premios ganados o no, ha sido recibida generalmente con cierto admiración. Nos encontramos pues ante la cinta indie del momento, de la temporada, y su estreno en salas comerciales no deja de sorprenderme, no por la calidad del film —creo que todo film tiene derecho a un estreno mínimamente digno, aunque suene a utopía— sino por el hecho de que en estos tiempos en los que se necesita clasificar y etiquetar todo, el vender una película como la que nos ocupa es una tarea harto difícil pues es inclasificable. Siempre ataco a la distribución de nuestro país pero esta vez me quito el sombrero.
El film de Nichols no llegará con facilidad al gran público acostumbrado a otros menesteres más fácilmente digeribles, incluso habrá atrevidos que pensando que se encuentran ante un film de corte fantástico y ciencia ficción salgan completamente desconcertados rechazando por completo la valiente propuesta de Nichols. Habrá también quien crea encontrarse ante una nueva película de culto que dará que hablar en los próximos años. Sin estar completamente de acuerdo con los segundos, sí tiendo a pensar que ‘Take Shelter’ podría sentar cierta cátedra en el futuro cine indie, y eso que no está exenta de influencias —¿qué película lo está?—. No puedo negar, ni quiero porque el paso del tiempo es vital en el arte, que la película es de esas que se quedan rondando en la cabeza bastante tiempo, dispuesta a dejarse descifrar. En este momento no puedo evitar cierta decepción, aunque también algo de entusiasmo.
La película de Nichols nos puede hacer pensar en films como ‘La semilla del diablo’ (‘Rosemary´s Baby’, Roman Polanski, 1968) o ‘La última ola’ (‘The Last Wave’, Peter Weir, 1977), en las que los personajes —interpretados por Mia Farrow en la primera y Richard Chamberlain en la segunda— se enfrentaban solos a algo terrorífico sin saber si es real o está dentro de sus cabezas como producto de la locura, una obsesión convertida en apocalíptica premonición jugando siempre con lo imaginario y lo real, y dejando en el espectador la inquietante sensación de haber asistido a una pesadilla o a algo terriblemente real. Si en los films citados queda claro en sus finales, en el trabajo de Nichols este se da la mano con el universo de David Lynch, con Shyamalan y con algún que otro clásico, mostrando una mezcla a ratos inspirada, a ratos algo cansina, pero que llama la atención por la convicción de su director en la puesta en escena.
Con un soberbio trabajo por parte del fotógrafo, poco conocido, Adam Stone, Nichols nos muestra cielos amenazantes, pájaros muertos que caen del mismo en secuencias que nunca sabremos si son reales o simplemente son un retrato del interior de la cabeza del protagonista, cuyo mayor temor además de pensar que se acerca una gran tormenta es haber heredado la enfermedad de su madre hospitalizada —una breve Kathy Baker— a temprana edad por esquizofrenia. Un dato más que sirve para mantener el suspense y la incertidumbre que no serán desveladas hasta el plano final, en el que objetividad y subjetividad se dan la mano como pocas veces se ha visto en el cine reciente. Todo ello con claras alusiones a la crisis —numerosas las escenas en las que Jessica Chastain está contando dinero o se habla de la precariedad debido a la actual situación—, y de subrayar la unidad familiar como bálsamo contra problemas, tanto exteriores como interiores.
Michael Shannon —a quien hay que ver también en la inédita en nuestras salas ‘Bug’ (William Friedkin, 2006) de sospechoso parecido con la presente— es el actor perfecto para encarnar a Curtis, el protagonista. A estas alturas el tipo de personajes que realiza Shannon —cualquier cosa menos normales— ya nos resultan familiares y sus rarezas encuentran en el actor la vía perfecta para transmitir aquello que llamamos comúnmente mal rollo. El mismo que durante toda la película se extiende —no sabemos si Curtis se convertirá en alguien peligroso o los peligros que él presiente y ve se harán reales en cualquier momento—, a pesar de que en algunos momentos, no pocos, la historia se vuelve algo repetitiva, subrayando las mismas cosas una y otra vez, como si Nichols estuviese enamorado de su libreto y no se decidiese de una vez a dejar libres a sus personajes.
Si antes citaba sendos trabajos de Polanski o Weir, a Shannon podemos emparejarlo directamente con el excepcional James Mason en la no siempre justamente apreciada ‘Más grande que la vida’ (‘Bigger Than Life’, Nicholas Ray, 1956) en la que el personaje central vivía por decisión propia en un mundo lleno de alucinaciones para sentirse superior a los problemas económicos y la mediocridad de su vida. La diferencia es que en el film de Nichols, Curtis no toma dicha decisión, él no ha pedido su delirio y las visiones que le atormentan cada vez que duerme. ‘Take Shelter’ contiene la suficiente inteligencia como para saberse limitada en algunos puntos y muy controladamente libre, aunque suene a contradicción, en otros. Hablar de posible film de culto me parece exagerado —muchas cintas denominadas de culto, sobre todo del cine moderno, no lo merecen en mi opinión— pero no podemos negar la valentía de su premisa en tiempos de apocalipsis más espectaculares.